Un hombre sumido en un pantano en tiempos de la colonia, la naturaleza que lo abraza y al mismo tiempo lo asfixia y lo condena a hundirse en el barro, y una multiplicidad de estéticas y lenguajes que conviven en la obra de la talentosa artista rosarina, de proyección internacional, Paula Manaker, quien está de regreso en la escena local con Hombre enterrado, su último trabajo realizado en coproducción entre el Centro Cultural Parque de España de Rosario (CCPE) y el Centro Cultural de España Juan de Salazar de Asunción del Paraguay, donde el espectáculo tuvo su estreno mundial hace unas semanas, y que este fin de semana y el próximo desembarcará en el CCPE, de Sarmiento y el río, con cinco únicas funciones.
Se trata de una pieza escénica donde conviven lo poético y lo político o simbólico en medio de una superposición de planos narrativos surgidos de un proceso de investigación en distintas etapas y lugares de residencia, como pasa con gran parte de la producción de Paula Manaker, aquí a cargo de la dirección y producción general, con presentaciones y recorridos por festivales y teatros de Argentina, España, Colombia, El Salvador, Guatemala y Ecuador, quien tiene en su haber recordados montajes tales como Un dios que se va, sobre el texto de Rafael Barret y en un singular diálogo con su nuevo trabajo, del mismo modo que Olga, Oh Imperfecta, Morir tampoco tiene sentido o la experiencia performática y efímera La batalla del Parque España.
Hombre enterrado surge a partir de un cuento escrito por el multifacético artista rosarino Carlos Masinger, también a cargo de la construcción escenográfica y de la música original, con el arte del francés Ange Potier, y el trabajo en escena de Federico Alejandro Tomé, Marcelo Díaz, Yanina Silva, María Cecilia Mastria y Mauro Lemaire, con cerámicas de Ediltrudis Noguera, vestuario y FX de Ramiro Sorrequieta y diseño lumínico de Diego López.
Creación en residencia
“Esta coproducción con Paraguay nace a partir de una historia que arranca con Un dios que se va, la obra que hicimos sobre el texto de Rafael Barret. Después de ocho años, en 2019, repusimos esa obra en Paraguay, un sueño que teníamos desde el comienzo, cuando la estrenamos en Rosario (en 2011), y no habíamos podido cumplir. El director del Centro Cultural de España Juan de Salazar (de Asunción, Paraguay), Fernando Fajardo, con quien ya tenía un vínculo a partir de otros trabajos y de su paso por El Salvador donde fuimos con Olga, Morir tampoco tiene sentido y dos ediciones de Fantástico bailable, no sólo es un gran gestor sino también alguien con quien tenemos una gran empatía. Apenas llegó a Paraguay empezamos a soñar con eso, y se concretó un par de años después, justo un poco antes de la pandemia. Aquellas de Un dios que se va fueron funciones de mucha emoción porque no sólo no tuvimos que exportar tierra colorada, porque esa tierra estaba allí, sino que además en la platea estaban los nietos y bisnietos de Barret. En ese marco y en el contexto de unas fiestas populares donde el barro tiene gran protagonismo, empiezo a soñar con volver a Paraguay para esas fechas, que es junio, con un trabajo en residencia que terminó siento Hombre enterrado”, contó Manaker a El Ciudadano a modo de introducción al recorrido del proyecto que estrena este fin de semana en Rosario.
La colonia y el barro
Corren tiempos coloniales. Carlos, un europeo que ha robado y huye, se hunde poco a poco en el barro del monte sudamericano. Atrapado, experimenta la desmesura de la selva que lo devora. Sumido en recuerdos y delirios, desfilan ante él las imágenes y los fantasmas de su vida, rodeado de la presencia viva y amenazante de la naturaleza que todo lo atestigua. “La puesta en escena presenta un universo imaginario y mítico en el que convergen diversos lenguajes artísticos que fecundan una poética singular cuya materia es la historia sudamericana en tiempos coloniales y las diversas lecturas que se suceden”, adelantan desde el equipo creativo de Hombre enterrado.
“La obra nace no sólo del deseo de ser parte de esas celebraciones, de esas fiestas y ceremonias populares que nos dispararon una serie de escenas, sino también de la curiosidad que me producía la forma en la que habían quedado planteadas las relaciones devenidas de la colonia entre los oriundos de esas tierras y los colonizadores europeos, y particularmente con la aparición de un cuento escrito por Carlos Masinger que se llama precisamente Hombre enterrado y del cual surgió esta obra”, sumó la directora, bailarina y docente respecto del proceso creativo que derivó en la suma de los referidos centros culturales de Paraguay y Argentina y de la unión de Asunción y Rosario a través del río Paraná.
“Hombre enterrado se estrenó el 23 de junio en Paraguay y a pesar de haber construido la mayor parte de la escenografía en Rosario la mudamos hasta allí, y la volvimos a traer para su desembarco en su destino final, al menos por el momento, que es el CCPE de Rosario”, destacó Manaker acerca de esta propuesta que transita su poética entre lo histórico, lo mitológico y lo simbólico.
Viaje por la desmesura
Los links y las asociaciones de Hombre enterrado con la obra de Rafael Barret son inevitables. Barrett se descubrió en su esencia cuando pisó por primera vez suelo paraguayo. Allí, su universo literario, frondoso como la selva que lo rodeaba, errático como su propio destino, contradictorio como su origen con algo de sangre monárquica que lo llevó a revelarse finalmente como un anarquista aguerrido, se agotó en unos pocos años, dado que murió en 1910, en París, a los 34 años, víctima de la tuberculosis. Pero en esos años produjo una de las obras más revolucionarias, provocadoras y verdaderas de las primeras décadas del siglo XX.
“Hombre enterrado se ubica temporalmente en los mismos años en los que Rafael Barret vivió en tierras paraguayas y hay una similitud en la propuesta: hay un origen compartido, es ese mismo lugar y la relación de un español con el entorno exiliado en estas tierras; por un lado está ese vínculo y por otro lo que nos ha dado el hecho de poder conocer ese paisaje y la problemática de ese momento. Pero si bien hay un arraigo en eso, esta obra no se sostiene como una continuidad de Un dios que se va. Esta nueva obra se sitúa en ese momento, sobre fines del siglo XIX, y plantea una situación concreta: la de un hombre que viene de Europa, que robó y que huye, pero queda empantanado en la selva sudamericana y se pone en tensión con todo lo que sucede a su alrededor. Mientras está siendo tapado por el barro lo visitan los fantasmas: el de su madre y el de un hombre al que mató, rodeado de delirios y de recuerdos en una selva amenazante y espesa que de algún modo va atestiguando su entierro”, destacó la creadora.
Manaker habló también acerca de qué aspectos, en esa metáfora de un hombre que es tragado por la selva, asocian a esta obra con otras problemáticas del presente y una idea de saqueo que, claramente, comienza con la colonia. “La distancia temporal que nos separa del 1800 nos permite poder ver algunas problemáticas con cierta perspectiva y cómo resuenan en el presente; la propuesta inicial tenía como intención abordar una situación que se complejiza, obviamente, pero que parte de esa persona en medio del abandono y en el corazón de la selva. De todos modos, aprovechamos el cuento y su situación temporal, geográfica e histórica para poder crear este relato escénico que, sobre todo, es una fantasía que tiene que ver con la naturaleza que es devoradora, amenazante y arrasadora. Eso podría llevarnos a pensar en otras cosas que no son explícitas en la obra, porque la idea siempre partió de conceptos como la incomunicación, la inhospitalidad y sobre todo esa cuestión de que el mundo siempre continúa a pesar de la gran frustración humana”, destacó.
Finalmente, la artista adelantó algunas coordenadas de este nuevo trabajo en relación con una producción escénico-poética que propone desde hace años y que se volvió un lenguaje propio y personal a partir del cruce de disciplinas, donde aparecen, entre más, lo vivo y siempre poderoso del cuerpo en escena, el relato, lo audiovisual y la música. “Para mí la respuesta ante la pregunta acerca de qué puede o qué es un cuerpo es cada vez más amplia, esa respuesta se aleja todo el tiempo de un concepto cerrado. Y lo mismo me pasa a la hora de la creación o de abordar un texto o una idea escénicamente; esta obra nace de este cuento y luego fuimos conformando el equipo de trabajo. Y finalmente, a pesar de ser creada en períodos de residencia y de tener un tiempo acotado de creación para la dimensión que tiene la obra terminada, instalamos esa ficción del paisaje y la geografía para poder emplazar la obra y trabajar con los actores y los cuerpos en escena. El resultado es un trabajo muy potente desde lo visual y al mismo tiempo, esa idea de un lenguaje sobre otro, va reproduciendo un poco lo que sucede en la obra narrativamente: esa cosa devoradora entre la escenografía y la naturaleza a la historia. Todo eso está logrado a partir de las animaciones y el trabajo artístico de Ange Potier, que con la genialidad que porta logró usar todo su potencial aplicado a la esta obra, no sólo con la pintura y la creación escenográfica que es muy artesanal y que es algo que de algún modo dejamos de ver en lo escénico y aquí recuperamos, sino también con las animaciones que vienen a formar parte de los recuerdos, el pensamiento y las imágenes de este personaje”.
Para agendar
Hombre enterrado se presenta en Rosario con cinco únicas funciones, este viernes y sábado, y el viernes 12, sábado 13 y domingo 14 próximos, siempre a las 20.30, en el Teatro Príncipe de Asturias de Centro Cultural Parque de España, de Sarmiento y el río. Las entradas, a 800 pesos, se pueden comprar en la boletería del CCPE, de martes a sábados, de 15 a 19, o bien a través del sitio www.1000tickets.com.ar. La obra está dirigida a mayores de 18 años.
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