La crisis de la deuda domina la cumbre de los países industrializados del G8, que comenzó ayer en Camp David, cerca de la capital estadounidense de Washington, donde el presidente Barack Hussein Obama y su par francés, François Hollande, se pronunciaron a favor del crecimiento para compensar medidas de austeridad, en lo que fue un importante gesto de coincidencia que contrasta con el rigor que plantea Alemania.
“El crecimiento debe ser una prioridad (…) Sobre el crecimiento, el presidente Obama marcó una convergencia” de puntos de vista con Francia, dijo Hollande tras el encuentro.
Por su parte Obama anunció que evocará medidas enérgicas para reactivar el crecimiento en la cita del G8, con los representantes de los ocho países más industrializados del mundo –Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia– que se realiza en la residencia presidencial de Camp David, 100 kilómetros al noroeste de Washington.
En oposición al ajuste profesado por la canciller alemana Angela Merkel, el nuevo presidente francés y también el jefe de gobierno italiano, Mario Monti, desean orientar las políticas económicas de sus países hacia un mayor crecimiento.
En momentos en que el bloqueo político en Grecia hace temer un regreso del país al dracma como moneda y abandonar el euro, Hollande subrayó que él y Obama tenían “la misma convicción de que Grecia debe permanecer en la zona euro”.
Washington, cuidándose de no parecer intervencionista, subrayó que la resolución de la crisis sigue siendo responsabilidad de los dirigentes europeos, que se reunirán el próximo 23 de mayo.
El consejero de seguridad nacional de Obama, Tom Donilo, recordó más temprano que el resultado de estas discusiones es muy importante para Estados Unidos. “La Unión Europea, en su conjunto, por supuesto, es el principal socio comercial de Estados Unidos”, observó.
Obama, refiriéndose a la eurozona, dijo que esa región es de “extraordinaria importancia” para la economía mundial.
Desde que llegó al poder en 2009, en plena crisis económica y luego de haber promulgado un plan de ayuda masivo, Obama instó a los europeos a trabajar por el crecimiento, pero muchos se negaron, incluyendo aliados tan cercanos como el británico David Cameron.
Si bien la economía estadounidense sigue siendo frágil, con una tasa de desempleo de 8,1 por ciento –tres puntos superior a lo que era antes de la crisis de 2008– Obama intenta convencer a los europeos de adoptar una política de reactivación similar a la suya, que implicó una inyección de 800.000 dólares en la economía.
De cara a la elección presidencial el próximo 6 de noviembre, en las que disputará un segundo mandato, Obama dice con frecuencia estar preocupado por los “vientos adversos” que Europa le propina a la actividad económica de Estados Unidos.
Además de la economía, los dirigentes de las principales potencias abordarán el asunto nuclear iraní, previo a la reanudación de conversaciones de la república islámica con el “grupo de los seis” en Bagdad, así como el programa nuclear de Corea del Norte y la sangrienta represión en Siria.
El presidente ruso, Vladimir Putin, no participará a la cumbre, delegando la tarea a su predecesor y primer ministro Dmitri Medvedev. Moscú y Pekín habían bloqueado la aprobación de resoluciones contra el régimen de Bashar al Assad en el Consejo de Seguridad de la ONU.