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La curiosidad como impulso

El compositor Claudio Baroni llegó a Rosario para acompañar el estreno de “In CirCles II”, una obra de su autoría que interpretará el ensamble holandés Modelo62. En ese marco habló de su carrera.

El compositor rosarino Claudio Baroni, quien desde hace quince años reside en Ámsterdam (Holanda) se encuentra en su ciudad natal a la que llegó para acompañar el estreno de In CirCles II, una obra para cello, guitarra eléctrica, percusión y piano que interpretará el famoso ensamble de música contemporánea de Holanda Modelo62.

El concierto será este lunes, a las 20, en el Foyer del teatro El Círculo (Laprida y Mendoza) con entrada gratuita. Además de Baroni serán representadas obras de Santiago Santero, Clarence Barlow y Justin Christensen.

Modelo62 se vincula artísticamente con un gran abanico de corrientes estéticas. Está integrado por los músicos Teodora Stepancic (teclados), Jorge López García (clarinetes), Justin Christensen (trompeta), Elliot Simpson (guitarras), Ezequiel Menalled (dirección musical) y contará con la participación de Bruno Lo Bianco (percusión) y Fabio Loverso (violoncello).

El Ciudadano dialogó con Baroni aprovechando su estadía en Rosario para conocer más sobre la pieza que develará y conocer en qué se encuentra trabajando el compositor que en los 90 cursó sus estudios en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario y luego emigró a Holanda y desde allí recorre el mundo con sus obras.

—¿Cómo definís “In CirCles II”, esta obra nacida en 2007 pero que sigue creciendo?

—Tiene una historia larga en el sentido que fue, entre comillas, evolucionando. Lo primero que surgió fue una comisión para un festival en Ámsterdam. Era un festival de música contemporánea y experimental, pero con repertorios basados en obras para guitarra eléctrica. La pieza fue creada para un ensamble belga. En ese festival estrené el primer y segundo movimiento; en 2013 lo expandí escribiendo un movimiento que estrenó Modelo62, y después esa obra se hizo en Estados Unidos, donde hice el cuarto movimiento.

—¿La obra está cerrada?

—No es una obra cerrada. De hecho es probable que, en septiembre, agregue un movimiento más porque se mostrará en la Bienal de Arte de Venecia. Con ese quinto llegará a los 50 minutos de duración.

—¿Cuál es el sentir de la obra, la relación retórico musical?

—La relación retórico musical es extraña. Viene de materiales que no estaba planeando usar en un comienzo. Mientras estudié en el conservatorio una de las cosas que más me llamó la atención fue tener contacto con instrumentos de percusión no genéricos. En el conservatorio había un departamento de esos instrumentos. Me llamó la atención por la posibilidad de experimentar con los sonidos. Esos instrumentos están afinados en otro temperamento. Tomé algunos de esos instrumentos y les fui haciendo un análisis espectral para conocer sus notas y saber cuál era el funcionamiento de color. Analicé cuál era su rango de parciales y qué otros sonidos intervenían en las notas. Hice un relevamiento y lo guardé hasta que llegó el pedido del festival para guitarra eléctrica. Era un instrumento con el que tenía muy poco contacto. Una de las cosas que más me interesó fue utilizar, en vez de notas cortas y condicionadas a nuestra escucha, notas largas. Mi idea era sostener notas en la guitarra. Lo que utilicé fueros esas notas que había grabado años atrás para generar frisos armónicos. Es como si la música estuviera congelada. De alguna forma siento como si hubiera entrado en esos sonidos o instrumentos y podido desnudar su complejo armónico y congelarlos.

—Los círculos del título, ¿refieren a los complejos armónicos?

—“Círculo” es porque se trata de una armonía que funciona circularmente. Cada movimiento responde armónicamente a alguno de los registros de color de los instrumentos. Toda la armonía proviene de ese estudio que hice sobre instrumentos no genéricos.

—¿Qué encontraste en Modelo62 para entregar esta pieza?

—Con este ensamble trabajé muchísimos años; conozco mucho a los músicos. Esa es la razón por la cual cuando Ezequiel (Menalled) me comentó que iba a estar en Argentina, surgió lo de sumar a Rosario en la gira.

—En 2016 estuviste en Rosario acompañando el estreno de “Altpraum”, un film de Ana Piterbarg para el que hiciste la música. ¿Seguís trabajado para cine?

—No, esa fue como una excepción porque la película me gustó muchísimo y me pareció una pieza única dentro del cine argentino. Se trata de una película entre surrealista y dramática. En estos días vamos a presentarla en Tilcara (Jujuy) donde daremos una charla para estudiantes de la Escuela de Música de esa localidad.

—Te graduaste en la universidad pública y de allí saliste a recorrer el mundo capacitándote en las más prestigiosas residencias del mundo…

—Me gustaría mantener la curiosidad para seguir investigando. Eso es un sine qua non para cualquier artista. Es el factor más importante. Residencias en Europa hay muchas. Estuve en un castillo en Italia donde llegué por recomendación y ahora tengo la posibilidad hasta mi muerte de invitar hasta doce artistas de mi disciplina para que lo hagan. Nunca supe quién me invitó, pero vivir esa experiencia fue algo muy lindo. La compartí con otro argentino, el poeta Arturo Carrera, del que soy amigo.

—¿En qué estás trabajando en la actualidad?

—Estoy participando en un trabajo de investigación de sonidos que se relacionan con el cuerpo a través de la tactilidad. Se llama Sonidos Táctiles. La artista Adi Hollander es quien hizo la investigación en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y me invitó a trabajar con lo sonoro para tratar de ver qué frecuencia, metafóricamente, se visualiza mejor desde el cuerpo; como si pusieras parlantes en el cuerpo. En junio viajaremos a un instituto de tecnología en London, en Canadá. Es un proceso largo que comenzó hace tres años y está relacionado con la posibilidad de escucha de gente hipoacúsica para saber cómo perciben el sonido las personas que tienen esa dificultad.

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