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La debilidad política de Jair Bolsonaro

Los pronunciamientos del presidente de Brasil y sus ministros se han transformado en una secuencia de declaraciones bizarras, que no sólo son incongruentes y no conducen a ningún destino viable para el país, sino que lo dejan cada día un poco

Miranda Cerdá Campano / Agencia Timón

Desde su asunción el 1 de enero de este año, los pronunciamientos del presidente de Brasil y sus principales ministros se han transformado en una secuencia de declaraciones bizarras, que no sólo son incongruentes y no conducen a ningún destino viable para el país, sino que lo dejan cada día un poco más a la deriva.

El gobierno se ha propuesto imponer una agenda moral ultraconservadora y ha tenido a sus funcionaros como sus portavoces más declarados. Bolsonaro proclamó que Brasil nunca más será socialista (como si alguna vez lo hubiera sido), mientras sus ministros han pedido públicamente la renuncia de funcionarios considerados “marxistas”. El presidente también se ha expresado en contra de la ideología de género y a favor de una educación militar, tutelada por las Fuerzas Armadas, que aleje a los niñxs y jóvenes del “adoctrinamiento marxista” que estaría imperando en los centros educativos del país. Desde el Ministerio de Educación, conducido por un ex profesor de la Academia Militar, se han tomado iniciativas como la “Escuela sin Partido” que supone la denuncia y sumario de cualquier docente que realice algún pronunciamiento “ideológico” durante sus clases.

Ultraconvervador, ultraliberal

La agenda moral ultraconservadora, caracterizada por su oscurantismo cultural y su fundamentalismo religioso, va acompañada de un programa económico orientado en el ultraliberalismo. El Ministro de Economía, Paulo Guedes, planea la implementación de un gran programa de privatizaciones de empresas que aún se encuentran en manos del Estado (Petrobras por ejemplo), cortes de gastos sociales y transformación del actual sistema previsional de reparto para uno de capitalización individual, siguiendo los pasos de lo realizado por Chile. Sin embargo, la batalla de Guedes por aprobar lo antes posible la Reforma del Sistema Previsional Brasileño no es tarea fácil y el presidente no ha facilitado el camino con sus declaraciones diarias en redes sociales, donde ha llegado a difundir imágenes escatológicas como en el último carnaval. Es cierto que Bolsonaro nunca fue un candidato que brillara por su postura de presidente, pero su falta de decoro y sus opiniones vulgares han boicoteado su proyecto y ponen en duda su permanencia en el poder.

Sin ir más lejos, su vicepresidente, Hamilton Mourão, se ha posicionado como una figura más potable en estos dos meses y existen rumores de que estaría intentando catalizar el descontento en crecida de las huestes bolsonaristas, para tomar el poder y concretar los cambios que desean emprender las elites empresariales y los grupos de intereses que, hasta hace poco, apoyaban al gobierno.

Relaciones íntimas

En medio de la crisis política, esta semana hubo dos acontencimientos que han hundido aún más a Bolsonaro. El jueves se cumplió un año del asesinato de Marielle Franco, militante feminista, activista por los derechos humanos y concejala de Río de Janeiro. Dos días antes del aniversario, los autores materiales del crimen fueron detenidos. Los ex policías Elcio Vieira Queiroz y Ronnie Lessa no sólo asesinaron a Marielle, sino que tienen una larga serie de vínculos con la familia presidencial. Queiroz había publicado en su perfil de Facebook una foto suya junto a Bolsonaro. A Lessa lo detuvieron en el condominio de lujo donde vive, casualmente el mismo donde residió el presidente hasta el día de su asunción. Una casualidad más: en la conferencia de prensa posterior a las detenciones, el comisario Giniton Lages confirmó al pasar que el hijo menor de Bolsonaro, Jair Renán, fue novio de la hija de Lessa. Lo que se sabe hasta ahora es que los autores materiales del homicidio formaban parte de la Oficina del Crimen, un grupo de sicarios vinculado a una milicia del barrio Rio das Pedras, de la zona oeste de Río, el mismo donde viven el chofer y testaferro de Flávio Bolsonaro y otros asesores del hijo del presidente.

Marielle y atentados

El grupo de sicarios era comandado por el capitán Adriano Magalhães de Nóbrega, prófugo desde enero. Raimunda Veras Magalhães, madre de Adriano, fue hasta noviembre del año pasado, asesora del hijo de Bolsonaro en la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro, cuando todavía era diputado provincial. Raimunda había sido una de las asesoras que, cada mes, depositaba parte de su sueldo en la cuenta bancaria del chofer de Flávio, Fabrício de Queiroz, investigado por movimientos bancarios compatibles con maniobras de lavado de dinero por más de 7 millones de reales y por un depósito sospechoso de 24 mil reales en la cuenta de la primera dama, Michelle Bolsonaro. Como ocurre desde el día del crimen, casi un año atrás, el presidente, por entonces el único candidato presidencial que no repudió esa muerte, sigue en silencio. ¿Por qué mataron a Marielle? La respuesta es sencilla: trabajó siempre en contra de las intervenciones militares en las favelas de Río; se metió con el poder que no se deja cuestionar, peleó hasta el último de sus días por los derechos de lxs habitantes de los barrios más pobres. Resta saber quién la quería afuera del mapa. Y hablando de militarización, un día después de que los autores materiales del crimen fueran apresados, Brasil fue golpeado por un atentado en una escuela de la ciudad de Suzano, en la región metropolitana de San Pablo. Dos jóvenes, Guilherme Taucci Monteiro, de 17 años, y Luiz Henrique de Castro, de 25, invadieron el colegio armados y dispararon contra alumnxs y funcionarixs. Murieron diez personas, incluyendo los autores que se suicidaron. Los hechos como estos son frecuentes en Estados Unidos, pero no en Brasil: este es el mayor caso de este tipo registrado en San Pablo y uno de los mayores de la historia reciente.

Promesas a Trump

Si bien al presidente no puede atribuírsele la responsabilidad directa por la masacre, no puede negarse que su discurso legitima actos de este tipo e incita a la violencia. Bolsonaro fue elegido gracias a sus frases polémicas, sin haber presentado una política concreta para solucionar la crisis de Seguridad Pública que enfrenta Brasil. Y sin ir más lejos, fue él quien firmó un decreto que hace más fácil la posesión de armas de fuego. Tras la masacre, un senador de su partido por el Estado de San Pablo, Mayor Olímpio, dijo que “si hubiera un ciudadano con un arma regular dentro de la escuela, profesor, sirviente, un policía aposentado, él podría haber minimizado el tamaño de la tragedia”. Como si la Seguridad Pública fuera ahora responsabilidad de los ciudadanos. En medio de los sucesos que lo dejan mal parado y denotan su debilidad política, Jair Bolsonaro viajó a Washington para reunirse con Donald Trump, en su primer viaje oficial al exterior, seguramente para continuar asentando los discursos en torno a la criminalización de la política y la promesa de eliminar la “ideología izquierdista” que le dieron la victoria a la antipolítica en Brasil.

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