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“La democracia es un invento maravilloso”, describe Rosa Montero

La escritora española presenta la tercera entrega de la saga distópica donde su heroína androide se sumerje en un futuro catastrófico que se puede leer en clave contemporánea

La huraña pero entrañable replicante Bruna Husky afronta la vulnerabilidad del amor y redobla su angustia frente a la muerte próxima en Los tiempos del odio, la tercera entrega de la saga distópica donde la periodista y escritora española Rosa Montero ventila sus propias obsesiones y retrata un futuro catastrófico que se puede leer en clave contemporánea.

Visita infaltable de la Feria del Libro de Buenos Aires desde hace años, la autora de La hija del caníbal y La ridícula idea de no volver a verte llegó en estos días para presentar la continuación de Lágrimas en la lluvia y El peso del corazón, en la que su heroína androide aparece cada vez más consustanciada con la naturaleza humana y se rinde frente a los vaivenes de la pasión amorosa, en el contexto de un tiempo tramado por los totalitarismos y la escasez de recursos naturales.

—Esta última entrega de la saga tiene un tono tan realista que podría haber prescindido del formato de ciencia ficción. ¿Nos debería asustar más el mundo en el que vivimos actualmente que el que plantea la novela?

—Es que a pesar de su impronta futurista las novelas de Bruna Husky son las más realistas que he escrito. La gente tiene un prejuicio respecto a la ciencia ficción: creen que trata de cosas esotéricas que no tienen que ver con nosotros y son como técnicas, frías… Y es todo lo contrario, el género te da una herramienta metafórica muy poderosa para hablar de la condición humana y del aquí y ahora. El mundo de Bruna no plantea un futuro catastrofista y lejano sino un mundo equiparable al nuestro. Allí hay cosas que son mejores respecto al actual porque no hay sexismo, y también hay cosas peores como la evolución del cambio climático.

—“Hasta para autodestruirse con estilo hace falta dinero”, dice uno de los personajes en alusión a lo que llama “el capitalismo criminal”. Que este sistema económico perdure en una novela futurista, ¿plantea que está lejos de ser un modelo agotado?

—La democracia es un invento maravilloso. Hasta ahora no ha habido un invento mejor, aun con sus imperfecciones, que son muchas. Hay sí una crisis de credibilidad muy grande pero es un sistema en el fondo muy pesimista porque piensa que el ser humano es capaz de lo peor y aspira a tener poder para perpetuarse en él. Entonces la democracia aparece como un sistema de cortapisas, que buscar dividir, repartir y controlar lo más posible ese poder. La novela habla de la necesidad de refundar la democracia frente al descrédito que afronta hoy como nunca antes en la historia. Frente a la corrupción, la hipocresía y la injusticia que se filtra, mucha gente no se está sintiendo representada y se están equivocando, porque se lanzan en manos de la falsa pureza del dogma y de los demagogos que, como Donald Trump y Jair Bolsonaro, les mienten y prometen imposibles.

—Y que plantean a la antipolítica como una opción viable.

—Exacto, cuando es un suicidio. Yo que he nacido y crecido en una dictadura sé muy bien que cualquier democracia por más mala que sea es mil veces mejor que una dictadura. Pero claro, hay que refundarla. Hay que volver a lo que la democracia ofrecía al principio, que es una opción de esperanza de luchar contra el poder que intenta aprovecharse de la masa.

—Su libro alude a una escena actual en la que el odio y el rechazo al diferente parece estar en el centro de las sociedades.

—La gente dogmática para construir su apoyo y su ideología necesita siempre buscarse un enemigo. Cualquier dogma que se establece sobre la falsa pureza necesita de impuros para machacarlos, condenarlos, perseguirlos… Entonces cuando avanza ese tipo de opción, que es la del extremismo ideológico, avanza también el odio al otro, al que no se disciplina al dogma.

—Bruna está más abrumada que nunca por la conciencia de su finitud. Saber exactamente el día en que ocurrirá su muerte, ¿aumenta su angustia o le permite administrar mejor el tiempo que le queda?

—Lo malo de la pena de muerte –de la que estoy absolutamente en contra– no es que te maten sino que sabes exactamente cuándo acontecerá. Eso es lo verdaderamente atroz. La muerte es la gran tragedia del ser humano. Tenemos un montón de deseos, de sueños, y en un abrir y cerrar de ojos se nos pasa la vida. Y si tenemos suerte, envejecemos y nos morimos. Si en cambio no tenemos suerte morimos jóvenes. La muerte es inhumana y no nos cabe en la cabeza. Todo lo hacemos en contra de la muerte, incluso suicidarnos. Ante esa gran tragedia, lo que hace el ser humano es olvidarse de que es mortal. La inmensa mayoría vive como si fuera eterna, salvo un puñado de neuróticos como Woody Allen y yo que estamos obsesionados con ella y con el paso del tiempo. En ese sentido Bruna está mucho más desesperada que yo por la vida, pero aun así es el personaje que siento más cerca de todos los que he hecho. Como Bruna, soy una vitalista, adoro la vida y no me aburro nunca. Cuando estás muy llena de muerte, estás muy llena de la conciencia de vida también.

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