Norma Quiroga y su hija Laura eran víctimas de violencia de género en todas sus formas. Ambas pertenecían a la comunidad Qom y se habían radicado en Rosario tras llegar del Chaco junto a su agresor. El nivel de violencia fue incrementando con el tiempo y el último mes de vida de Norma ambas estuvieron cautivas. Norma fue asesinada a fines de agosto de 2019. Antes fue sometida una paliza y violada. Por el hecho este lunes comenzó a ser juzgado en el Centro de Justicia Penal Rubén Lucio González. El fiscal Gastón Ávila solicitó la pena de prisión perpetua.
Norma tenía 53 años cuando l fue asesinada luego de padecer innumerables hechos de violencia. Vivían junto a su hija de 20 años en una casa ubicada en pasaje 1821 al 6200. El fiscal Ávila contó que desde el inicio de la relación González ejerció violencia de género en forma física, psicológica, sexual y económica contra su pareja. También violento a Laura en diversas formas.
Desde principios de agosto de 2019 mantuvo a ambas encerradas en la casa. Amenazó con matarlas, tapió las ventanas y las puertas para que no salieran. No les proporcionaba suficiente comida ni atención médica lo que complicó las condiciones de salud de su hija Laura.
Para la fiscalía el 28 de agosto se produjo el femicidio. Avila acusó a González de abusar sexualmente de Norma y violarla causándole una grave lesión. Además le dio una paliza y la estrangulo. De todo ello Laura fue testigo, la mujer debió declarar en cámara gesell a raíz de la situación en la que fue rescatada.
Ávila se explicó en la audiencia preliminar que el crimen se produjo en un contexto de violencia de género donde González ejercía su dominio físico, económico y psicológico.“El homicidio fue la culminación, el punto final de una sucesión de ataques de distinta índole contra la integridad de la mujer”, remarcaron desde la acusación.
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El femicidio
Cuando los uniformados ingresaron a la casa tras el crimen encontraron a Laura llorando en la cocina y en la habitación hallaron el cuerpo de una mujer con un hombre su lado que no paraba de gritar y orar.
Laura dijo que el hombre había llegado de la iglesia y se puso a rezar. La chica contó que les decía que tenían demonios. Empezó a golpear a su madre, ella se asustó y corrió hasta la casa de una vecina para pedirle ayuda.
Cuando volvió, vio a su madre tirada en el piso y a su padre, que la quería revivir. La joven, que tenía un grave cuadro de desnutrición, contó que le tenían miedo. En ese momento contó las tenía amenazadas, las encerraba, las golpeaba y les reducía los alimentos.
Dijo que su mamá estaba enferma y su padre no la dejaba ir al Centro de Salud que estaba a dos cuadras. A una asistente social le contó que en 2005 su madre perdió un embarazo y su padre le impidió que tuviera asistencia médica. En 2013, se separaron y su padre se fue a vivir a otra provincia, pero volvió cinco años después y todo fue cada vez peor, a modo de ejemplo contó que solía pisarle los pies a su madre hasta dejarle moretones.
El fiscal lo achacó como autor de los delitos de privación ilegitima de la libertad agravada por ser cometida mediante amenazas y violencias y por haber causado un grave daño a la salud, abandono de persona agravado por el vínculo, abuso sexual con acceso carnal agravado por resultar un grave daño a a la salud de la victima y homicidio calificado por el vínculo y por haber sido cometido por un hombre contra una mujer mediando contexto de violencia de género. Ávila pidió prisión perpetua para González.
El acusado es defendido por Susana Brindisi, del Servicio Público de la Defensa. Su teoría del caso gira en torno a que el hombre no estaba en el domicilio cuando ocurrió el crimen.
El tribunal esta integrado por los jueces Rodolfo Zvala, Ismael Manfrín y Nicolás Vico Gimena.
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