A un año y medio de la inauguración por parte de la presidenta de la Nación del nuevo edificio del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), su director Alejandro Vila afirma que las nuevas instalaciones, ubicadas en Esmeralda y Beruti, “reportaron un cambio de calidad no sólo porque es un edificio nuevo, diseñado y pensado para nuestras tareas específicas, sino porque podemos trabajar por primera vez como un instituto; con servicios centralizados, con un régimen de uso de espacios y equipos comunes, optimizando el funcionamiento y los recursos”. Actualmente lo habitan 250 personas incluyendo investigadores, personal de apoyo y becarios.
—¿Cuál es el objetivo fundamental del Instituto?
—Nuestro objetivo es mejorar la calidad de la ciencia que se hace en el Instituto. Un director de instituto no puede ordenar a la gente que haga mejor ciencia, pero sí generar las mejores condiciones para alcanzarla. La calidad de la ciencia depende del talento y del esfuerzo de cada uno de los integrantes del Instituto, eso define la calidad.
—¿Cómo se logra dar ese salto en la calidad?
—Aprendiendo a colaborar. Hoy, uno de los grandes aportes que ofrecemos es el espacio común que hemos diseñado en el nuevo edificio. Éste nos permite que la gente que trabaja en plantas, en proteínas, en bacterias, dentro del instituto, empecemos a encontrarnos para comunicarnos y discutir y generar más colaboraciones con gente que viene de distintas disciplinas; la bioquímica, la biología, la biología molecular y celular. Pero, sobre todo, de distintos modos de pensar. El espacio común es el marco adecuado para la colaboración, para la creatividad; y hacer del Instituto el lugar de encuentro de los interrogantes y sus distintos modos de responderlos.
—¿Usted fue al extranjero a perfeccionarse?
—Hice el posdoctorado en Italia, trabajando en Resonancia Magnética Nuclear de Proteínas. Cuando en 1993 regresé, no contábamos, en el país, con ningún equipo de RMN. Una paradoja: un profesional preparado para hacer RMN de proteínas que no podía trabajar por falta de la tecnología apropiada”.
—¿Entonces?
—Nos pusimos en campaña y logramos convencer a las autoridades y conseguimos el dinero. Y en 2006 lo instalamos. Estaba convencido de que era necesario, no sólo para acceder al conocimiento de una línea de investigación, sino que lo era para el país. Argentina no contaba hasta ese momento con las plataformas necesarias para hacer biología estructural. Se trata de conocimiento y tecnología imprescindibles para entender y resolver cuestiones relacionadas con las estructuras de moléculas biológicas, que nos conduce a entender cómo funciona la biología. Eso se hace con gente que esté altamente capacitada y con equipos costosos.
—¿Cómo lo consiguieron?
—Pidiendo. El que fue mi director de posdoctorado, Ivano Bertini, montó un centro de referencia internacional. Y yo entendí que si eso se hacía en Italia, también se podía hacer en Argentina. Y hoy no sólo está el equipo de RMN funcionando sino que trabajamos en biología estructural en Rosario. Como la biología estructural era un área de vacancia, armamos el Centro de Biología Estructural del Mercosur, del cual soy el coordinador. Es una red formada por gente del Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina, en el que compartimos conocimientos, tecnología y formamos y capacitamos a nuestros recursos humanos. Logramos no sólo hacerla posible en Rosario, sino que la extendimos al país y ahora, a la región.
—De todos modos, ¿hoy hay en el país más inversión en ciencia?
—Éste es un buen momento para la ciencia en el país. No sólo disponemos de financiación para la ciencia sino que hay un programa de Ciencia y Técnica para el país, y que esperamos que se consolide como una política de Estado. Hemos ganado junto al Instituto Leloir un concurso para la instalación de una plataforma de biología estructural, adjudicada por el Ministerio de Ciencia y Técnica, en la que entre ambos institutos vamos a montar tecnología de última generación, RMN y cristalografía rayos X.
—¿Y con eso qué se va a poder hacer?
—Lo que vamos a agregar es la metabolónica, que es estudiar metabolitos. Eso tiene un impacto en la industria biotecnológica y en el sistema de salud. Por ejemplo, si quisiéramos hacer un banco con información de cáncer de cuello de útero y queremos ver cuáles son los perfiles metabólicos que están presentes en la población de Rosario, tenemos que estudiar los genes, las proteínas y los metabolitos; y compararlos con esos mismos perfiles de otros países. Para lo cual debemos comenzar por analizar perfiles metabólicos de distintos cánceres haciendo un banco biológico de pacientes en la región y compararlo con las estadísticas mundiales. Para eso se necesita realizar un trabajo conjunto con los diferentes efectores de la salud. Éste es un servicio que antes no se podía prestar y hoy, nosotros, vamos a poder prestárselo al sector de salud.
—¿Cómo se va a materializar este servicio?
—En el país se están armando Unidades de Investigación Traslacional. Se montan mini laboratorios de investigación en los hospitales públicos para trabajar conjuntamente con nuestra Plataforma Tecnológica de Biología Estructural y Metabolómica. Es preciso aclarar que en Rosario ya existe una Plataforma de diseño de fármacos que le fue adjudicada a un investigador de Rosario, el doctor Claudio Fernández, que se va a montar en un edificio vecino al nuestro.