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La dimensión social de la violencia cobra forma en una exposición fotográfica

A seis años de la marcha Ni Una Menos contra la violencia de género, se presenta en el Museo Evita un proyecto documental que reúne imágenes y testimonios de familiares de víctimas de femicidio, travesticidios y transfemicidios, donde se escuchan las voces de una lucha colectiva por el Nunca Más

A seis años de la multitudinaria marcha Ni Una Menos contra la violencia de género, la fotógrafa Eleonora Ghioldi presenta en el Museo Evita un proyecto documental que reúne imágenes y testimonios de familiares de víctimas de femicidio, travesticidios y transfemicidios, una investigación que hace foco en la dimensión social del problema de la violencia y escucha las voces de quienes hacen del dolor, casi siempre plagado de impunidad, una lucha colectiva por un nunca más.

¿Cómo se nombra al dolor, la injusticia cuando se es padre, madre, cuñada, hija o hermano? Ghioldi tituló a este proyecto, que se podrá ver en la fachada del Evita y de forma virtual, Atravesadxs.

“Las violencias atraviesan y esa incomodidad de nombrar la palabra también hace referencia a la incomodidad de nombrar los feminicidios, travesticidios y transfemicidios”, dice.

Con más de veinte fotografías a modo de retratos y dípticos que amplían el foco y de testimonios escritos y sonoros, la muestra combina dos modalidades: por un lado, en la fachada del museo se exhiben retratos de gran tamaño que llevan inscriptos un código QR para acceder a las historias y la palabra de los familiares; por el otro, una versión virtual que reúne todo ese material y se puede ver a través de la página del museo www.museoevita.org.ar hasta el próximo 3 de julio.

El asesinato: la violencia máxima

La exposición se inaugura un día bisagra para nuestro país: el 3 de junio, la fecha que desde 2015 se convirtió en bandera cuando miles de personas se movilizaron en toda la Argentina frente a la naturalización de las violencias contra niñas, mujeres y disidencias, luego de una escalada de femicidios, entre ellos el de la adolescente Chiara Páez, asesinada por su novio de 16 años.

El padre de Chiara, Fabio Páez, es uno de los familiares que aparece dando testimonio, junto a una fotografía en la que sus ojos asoman sobre un barbijo que lleva escrito la consigna Ni una menos: “Siempre me preguntan qué significado tiene el 3 de junio. Me preguntan qué siento, yo creo que algo raro, una mezcla de dolor, tristeza y orgullo porque, a pesar de haber perdido a mi hija, es algo que originó un cambio muy importante en la mentalidad de la gente”.

Están también los testimonios de Say Sacayán, el hermano de la dirigente trans Diana Sacayán; la mamá de Candela Sol Rodríguez, la niña de 11 años asesinada en 2011; el de Gustavo Melmann, padre de Natalia Melmann, secuestrada, torturada y asesinada por un grupo de policías en 2001; o el de Adriana Cufré, la hija de Paula Meléndez, la mujer de 88 años que fue atacada sexualmente y murió por las heridas.

Detrás de cámara y al frente de esta investigación está la fotógrafa y artista visual Eleonora Ghioldi, que hace tiempo viene reflexionando sobre esta problemática. Hace más de ocho años empezó a trabajar en el proyecto Guerreras, donde aborda a través de imágenes y testimonios prácticas violentas como el abuso sexual, la esterilización forzada, los femicidios y su relación con la desigualdad social y de género.

A partir de ese abanico de violencias que le reveló Guerreras, la artista, que vivió en el exterior, empezó a indagar en la violencia máxima que es el asesinato, la decisión de terminar con la vida de una persona de forma brutal.

Una violencia que continúa

De regreso a la Argentina, conoció a Gustavo Melmann y a otros familiares. Sin acercarse a ninguna organización en particular y con el boca en boca, porque “todos están conectados, como una red”, fue llegando a distintas historias, y recorridos. Con las entrevistas, identificó un eje nodal: “El feminicidio no es el punto de llegada de las violencias. La mayoría de las personas que dejan testimonio hablan de una violencia que continúa”.

Si a priori imaginaba que “el feminicidio era el último eslabón de la cadena de violencias”, después de entrevistar a las familias, fotografiarlas, grabarlas, comprendió que “las familias siguen sufriendo violencias desde otros lugares”: al dolor de la pérdida y de la violencia, se le suman las trabas que impone el sistema judicial, los mecanismos que fallan, el odio generalizado.

“La violencia tiene una misma base: es sistemática e institucional. Lo que muches de les entrevistades dicen es que el sistema de Justicia es muy difícil de navegar y que sufren muchas violencias. Pero no solo el sistema de Justicia, también a través de la prensa muchas familias sufren violencias porque las víctimas son revictimizadas”.

Hablar en primera persona: la potencia del testimonio

“Mi nombre es Adriana Cufré. Soy la hija de Paula Meléndez. Paula Meléndez tenía 88 años cuando sufrió un ataque sexual en plena calle cuando salía a comprar a la vuelta de mi casa en Ingeniero Maschwitz. Es una prueba de que a las mujeres no nos violan y nos matan por cómo salimos vestidas, ni porque tenemos un escote o un trasero”.

Las palabras de Adriana Cufré, que acompañan el recorrido de esta exposición, son contundentes: echan por tierra los intentos de culpabilizar a la víctima y muestran la verdadera cara del problema, ese carácter sistemático e institucionalizado de la violencia.

Néstor, el papá de Micaela García, cuenta por qué es fundamental que los poderes del Estado tengan una mirada con perspectiva de género, como propone la Ley Micaela en nombre de su hija. Marcela Morera, la mamá de Julieta Mena, asesinada por su novio, le habla a las mujeres en situaciones de violencia para que pidan ayuda y resignifica su dolor ayudándolas.

Laura Moreira, hermana de Cynthia Moreira, víctima de transfemicidio, denuncia la lentitud del sistema judicial en Tucumán y la discriminación.

Mostrar todo el panorama

En opinión de la fotógrafa, “estos testimonios hablan de un momento triste y trágico pero también hablan mucho de la forma de organización para continuar con la lucha” porque “en general estas familias se agrupan: se ayudan, se pasan información, se acompañan para navegar el sistema de Justicia”.

“Todo eso –dice Ghioldi– es una organización de base que no tiene nada que ver con el Estado sino con una red que elles generan. Cuando pensás el tema del femicidio, estas personas están continuamente revictimizadas, me interesaba sacarlas de ese lugar”.

Para la fotógrafa, el testimonio en primera persona es una herramienta fundamental para “que sean ellas y ellos quienes dejen el testimonio; un espacio para que puedan contar desde su lugar lo que viven”. Y en ese sentido no todo es lo mismo, las formas de decir, con sus matices y sus interlocutores, son también formas de interpelar. Y la forma de mirar y ser mirado, la gestualidad, la disposición del cuerpo, es también una enunciación de sentido.

Como diferencia Ghioldi, “el testimonio escrito es muy diferente al oral. En el escrito dejan un mensaje a otros que vivieron algo similar, mientras el oral tiene un tono más de denuncia. Si solo era la foto, el testimonio oral o el escrito me quedaba corta y por eso quise mostrarlos todos juntos, para mostrar todo el panorama».

En un país que el año pasado registró 251 víctimas de femicidios, travesticidio y transfemicidio, según datos de la Corte Suprema de Justicia y que, de acuerdo a La Casa del Encuentro, desde el 3 de junio de 2015 al 2 de junio de 2021 contabilizó 1733 femicidios y transfemicidios, las “reflexiones no son individuales sino colectivas –dice Ghioldi–, las producen todes juntes y con el trabajo de todas las organizaciones, porque hay gente que lucha día a día para que esto se termine”.

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