Hay actores que logran correrse de sus lugares de comodidad buscando el riesgo y ese salto al vacío que supone actuar. De una lista no demasiado extensa, surge el nombre de Antonio Grimau, un actor con una trayectoria de más de cinco décadas del que siempre se recordará aquel gran salto al vacío que supuso en 1990 su participación en Los Invertidos, la versión que el recordado Alberto Ure estrenó en el porteño Teatro San Martín de la obra de José González Castillo, que sirvió, entre otras cosas, para que el público entendiera que, si el actor tiene talento, capacidad lúdica y una saludable cuota de osadía, no hay autor, personaje ni historia que le imponga resistencia.
Tras su elogiado trabajo protagónico en una reciente versión de El Avaro, de Molière, y de dar vida a un Sandro en el ocaso en la miniserie sobre el Gitano estrenada este año, llegó el turno de su primer Shakespeare: una versión de Hamlet donde encarna a Claudio, un personaje con un costado siniestro al que impone su singular presencia escénica, que se estrenó en junio en la porteña Sala de la Cooperación y que este domingo llega a La Comedia con una única e imperdible función.
“Es cierto, hay una diversidad en mi trabajo, en mis elecciones; es uno de los objetivos de mi trayectoria el hecho de poder correrme de un tipo de personaje porque la diversidad de personajes mí hizo crecer como actor. Si hay algo que me hizo crecer, tiene que ver con no aferrarme a los sitios de confort, esos lugares en los que uno se siente cómodo y repetido en lo que más o menos sabe hacer”, dijo Grimau en el marco de una charla con El Ciudadano.
En ese mismo diálogo afirmó: “Esos son los personajes que me atraen porque me sacan de esas zonas de confort, por eso acepté este desafío de Hamlet, por el elenco, por el director y adaptador Patricio Orozco, por la propuesta en general, pero una vez más por esta sacudida hacia mí mismo para acercarme a zonas desconocidas haciendo Shakespeare por primera vez”.
Releer a Shakespeare
“En la obra soy el Rey Claudio, un personaje con aristas tan controvertidas, tan difíciles de poder apreciar desde un punto de vista amable, que cuesta contarlo, porque hay vericuetos de su personalidad que son muy jorobados; de todos modos, estos personajes con ese grado de oscuridad son los que terminan dando las mayores satisfacciones”, dijo el actor acerca de este proyecto que pareciera partir de ese final irremediable de la obra donde se escucha la frase “…el resto es silencio”, sobre todo si se toma en cuenta la cantidad de libros, ensayos, puestas en escena y demás representaciones en diferentes ramas del arte que se han producido desde hace 400 años inspirados en este clásico de clásicos.
Con traducción y adaptación del director porteño Patricio Orozco, gran conocedor de la obra de Shakespeare (entre otros cargos, es el presidente de la Asociación Latinoamericana William Shakespeare, y director del Festival Shakespeare Buenos), con una actitud marcadamente revisionista respecto de los personajes, vínculos y situaciones que proponen otros enfoques, esta versión, que implica poner a Gertrudis, la reina y madre de Hamlet, en una posición diferente a la que impone la tradición dramática, está protagonizada por Alberto Ajaka, a quien acompañan, además de Grimau, Leonor Benedetto (Gertrudis), Patricio Contreras (Polonio), Paloma Contreras (Ofelia), Sebastián Pajoni (Laertes), Pablo Mariuzzi (Horacio), Hernán Jiménez (Osric), David Masajnik (Rosencrantz) y Sebastián Dartayete (Guildenstern).
“Este espectáculo propone una nueva mirada hacia los personajes femeninos que a lo largo de los años han sido presentados al público desde un punto de vista machista y prejuicioso. Gertrudis le pide a Hamlet que trate bien a su padre y señala al Rey Claudio; este es nuestro punto de partida. Una puesta audaz que acompaña los tiempos que corren, apoyada en la calidad artística de quienes componen el elenco y equipo creativo”, adelanta Orozco, poniendo en escena una especie de campo minado, y confirmando que en Shakespeare cada uno encuentra lo que busca o quiere ver.
“Ese camino alejado de cierta tradición en la lectura de la obra es por el que nos ha llevado a todos el director; fue un camino abrazado con placer por todos nosotros porque no queríamos repetir la historia desde el lugar de lo ya conocido. Por el contrario, la intención era poder sacudir al espectador con personajes de una carnadura lo más humana posible, sacarlos de cierta retórica que tiene Shakespeare y volverlos más sanguíneos; en esta versión prevalece una mirada feminista del tema, que es también una originalidad de Orozco que además dialoga con este tiempo: tanto Ofelia como Gertrudis tienen un tratamiento diferente al modo en el que históricamente fueron tratados estos personajes y la mujer en general, ninguneada en los roles que plantea Shakespeare; allí hay un punto que la vuelve muy actual más allá de sus 400 años, y también transita todos los recovecos de una sociedad carcomida por la corrupción que la vuelven de una vigencia absoluta”, expresó Grimau.
Y agregó: “Es más que interesante transitar esta obra en esta versión porque hay un abanico de conflictos que están más que vigentes más allá del tiempo transcurrido; y lo más impresionante de ver es lo poco que ha cambiado la sociedad en cuatro siglos, porque en Hamlet parece estar todo lo que pueda pasar en un relato”.
Respecto de la búsqueda de identidad del personaje protagónico y de las situaciones extremas a nivel emocional que atraviesa, el actor destacó el trabajo de su colega Alberto Ajaka, el protagonista. “Es un relato extremadamente atractivo, con una estructura teatral majestuosa; en la obra hay muy buenos trabajos, pero Ajaka hace algo muy grande, porque implica un esfuerzo enorme cargarse ese personaje y él lo materializa con un rigor y profesionalidad extraordinarios, sobre todo pensando que en el teatro es donde el actor está más expuesto porque es la madre de todas las otras formas donde se involucre a la actuación”, evaluó Grimau.
Ponerle el cuerpo a otro mito
“Amé y sigo amando profundamente a Sandro como artista, dejó una huella muy profunda en mí desde mi juventud. Y que muchísimos años después haya sido convocado para hacerlo, fue tan fuerte que estuve a punto de sacarle el cuerpo, y no porque no me gustara el desafío, todo lo contrario; en realidad temía no poder estar a la altura de semejante personaje. Por suerte fueron más fuertes las ganas de atreverme”, expresó Grimau acerca de su elogiado trabajo en Sandro de América, la serie en formato biopic del Gitano que a comienzos de este año se estrenó por Telefé bajo la dirección de Adrián Caetano.
“Dar con el perfil de una persona tan popular, universalmente colocado en la cabeza de la gente, fue el desafío mayor, quizás el más complejo salto al vacío, porque no me hubiese permitido fallar; incluso si hubiese sido un prócer o personaje histórico, como cuando me tocó interpretar a Urquiza, no me hubiera preocupado tanto, más allá de que siempre hay una preocupación por el trabajo, pero no me hubiera permitido fallar en el intento de ser Roberto Sánchez”, expresó finalmente el actor, quien una vez más volvió a rescatar al teatro.
“Son disciplinas completamente distintas y no estoy diciendo ninguna originalidad; la televisión, más allá de las miniseries, tiene menos profundidad, es un trabajo más epidérmico, porque uno apela más al oficio que a la profundidad que se adquiere con los sucesivos ensayos, porque a diferencia del teatro no suele haber mucho tiempo para elaborar un personaje. Pero esos son los tiempos de la televisión, y por suerte los del teatro son otros, donde se pueden probar cosas, corregir en el tiempo. En el teatro siempre se puede volver del camino equivocado y hacer algo completamente opuesto; algo de eso me pasa con el Rey Claudio en este Hamlet: es un personaje de una profundidad y una riqueza impensadas; en una sola frase, Shakespeare dice muchas más cosas de las que se escuchan o leen la primera vez”.
Para agendar
«Hamlet», con dirección de Patricio Orozco, se presenta este domingo, a partir de las 19.30, en La Comedia, de Mitre y Ricardone, con entradas que van de los 250 a los 500 pesos