Esteban Guida
Fundación Pueblos del Sur (*)
Especial para El Ciudadano
Nos acercamos a las elecciones por cargos ejecutivos en los tres niveles de gobierno del país. De hecho, ya hay varias personas que se han pre-candidateado, y numerosos movimientos y agrupaciones que se preparan para cerrar sus alianzas y definir postulantes.
Mientras tanto, la Nación Argentina se encuentra a la deriva como un barco averiado que no tiene un rumbo establecido. En materia económica, el desorden y la falta de organización son asombrosas; de allí la inestabilidad de las variables que manifiestan la sintomatología de este problema. Una situación semejante se observa en otros aspectos cruciales de nuestra Nación.
Las críticas dentro del propio frente gobernante son cada vez más consistentes y se hacen públicas en los medios, las redes sociales y en la calle. Desde el seno del oficialismo se profundiza el descontento con su propio gobierno. Entienden que hubo que enfrentar la “pesada herencia” que dejó el gobierno macrista, los efectos de la pandemia sobre la economía nacional e internacional, y el impacto de la guerra entre Rusia y la Otán sobre los precios de la energía. Pero a poco de cumplir su mandato presidencial, no hay vestigios de un programa económico que permita mirar el futuro desde el interés nacional para, a más no ser, dar la disputa política con un mínimo de esperanza (y algo nuevo para decir…). Finalmente, se ha confirmado la razón de quienes afirmábamos que este gobierno mantuvo el rumbo económico que dejó su predecesor.
No viene al caso señalar quién se equivocó; si el dedo de la vicepresidenta, o la lapicera del elegido. Este armado electoral fue efectivo para ganar las elecciones de 2019, pero no supo, no pufo o no quiso gobernar para el pueblo argentino y el interés nacional. Nuestra historia lo enseña, sólo que algunos se niegan a reconocer las verdades que hay en ella: no hay alternativa de solución posible y sostenible para nuestro país si no se enfrenta decididamente la injusticia social y se busca quebrar los lazos de dominación que nos someten.
Mientras el desenlace evidente de este fracaso se desarrolla como una película en cámara lenta, la oposición repite sus artimañas, con un total desprecio por la verdad y el interés profundo de la Patria. Para confirmar esto no hace falta escuchar sus declaraciones, que siguen las pautas de una estrategia discursiva profesionalmente digitada; como ya gobernaron ciudad, provincia y Nación, sabemos perfectamente lo que va a hacer un nuevo gobierno de Juntos por el Cambio, macrista, larretista, bullrichista, frentista, aliancista o lo que sea que de allí provenga.
Efectivamente, la cosa está complicada; pero esto no es ninguna novedad. Esta falta de ideas, propuestas, soluciones, programas, planes, etcétera, es lo que a su vez genera gran incertidumbre en el campo social y económico. Estos falsos representantes han utilizado la desesperanza del pueblo para consolidar sus acciones impunes en el Estado, a través de una democracia trucha que sólo sirve a sus intereses.
Porque los gobiernos de turno no sólo han agudizado el problema, sino que además han obstruido los mecanismos para que el pueblo participe, se involucre, y genere propuestas de solución efectivas. Y esta es la crítica que se desea puntualizar con este artículo. Es cierto que resulta extremadamente complejo administrar un Estado cooptado por intereses extraños, sin un pueblo organizado que pueda expresar con claridad y efectividad las pretensiones que tiene de quienes representan, dirigen y gobiernan. Pero también es cierto que no hay deseo ni voluntad de generar instancias de organización y participación política que permitan mirar al futuro con esperanza. Existen claramente las excepciones, y cada uno se pondrá el sayo que le toque. Pero quién puede negar que la dirigencia en su conjunto ha preferido encerrarse en sus núcleos de interés, ya sea por ideología, por negocios o porque tienen las manos sucias de corrupción e inmoralidad; tal vez sea por eso que se esconden para no mirar de frente a un pueblo que siempre está, tal vez cansado y con la moral por el piso, pero dispuesto a dar la batalla nuevamente.
Los superministros han fracasado. Los “mejores equipos” también. Es en realidad la soberbia y la falta de amor al pueblo lo que ya no va más. No hay salida subestimando la capacidad, la creatividad y el poder de la organización popular. Por eso no se ha convocado al pueblo para decidir qué país queremos ser. No se quiere generar instancias para discutir nuestras propias prioridades; más bien se traen las agendas internacionales impuestas y aceptadas por funcionarios cipayos, que saben perfectamente que el pueblo ni las conoce, ni las quiere. No se informa de la verdadera riqueza nacional, no vaya a ser que eso “espante” el jugoso negocio que ya está preparado y reservado para intereses afines…
Hay que dejar bien en claro que la Argentina es un gran país, que tiene un gran Pueblo y que tiene ampliar chances y oportunidades para salir de su encierro. Pero también que tiene una dirigencia que ha renunciado a encarar una solución a la medida de los deseos y aspiraciones del pueblo.
Lejos de ahondar nuestra desesperanza, esta realidad debe motivarnos a la participación; a la generación de ideas, al encuentro con el otro, al establecimiento de objetivos comunes y de acciones posibles. Claramente esto no implica en lo inmediato generar una alternativa electoral para evitar lo desgastado y lo ya fracasado. Esta tarea se da en todo ámbito de participación en la que existan personas de bien, con ganas de transformar la realidad desde donde resulta posible. Lo más importante del cambio es que surja del corazón del pueblo argentino, que renuncia a bajar los brazos y se acerca a la Verdad con un espíritu renovado.
No vamos a renunciar en la lucha por una Patria Justa, Libre y Soberana.
(*) fundacion@pueblosdelsur.org