Los pronósticos sobre la evolución de la economía internacional, al igual que en 2009, vuelven a oscilar entre los “brotes verdes” y los temores a un descarrilamiento imprevisto de los mercados o la política en cualquier sector de la geografía mundial.
El reciente acuerdo que, formalmente, cerró la crisis de la deuda griega la semana pasada, sumado a una incipiente recuperación del empleo en Estados Unidos, ha llevado a los analistas estadounidenses y europeos a preguntarse si no se está en presencia de un inicio de recuperación económica global.
De hecho, el aparente sosiego del tema griego y la generosa política de emisión de un billón y medio de euros por parte del Banco Central Europeo (BCE), parecería alejar cualquier colapso financiero del horizonte en el Viejo Continente.
En el mismo sentido, la creación de puestos de trabajo en Estados Unidos, en el trimestre noviembre-enero, ha sido el más importante desde 2006, mientras caen las tasas de desempleo y de subempleo, y los datos oficiales muestran un crecimiento del sector de la construcción y de la venta de viviendas.
También se registra una mejora en el crédito al consumo y se prevé un incremento del 2,5 por ciento de la economía estadounidense para este año.
Volviendo al escenario europeo, nadie duda que los países de la Unión Europea (UE) han entrado ya, en buen número, en estado de recesión y que más naciones se sumarán a esta categoría en el curso de 2012.
Pero al evitarse el colapso desordenado de la deuda griega y al concretarse la masiva emisión de liquidez por parte del BCE, se crea una sensación de haber escapado del infierno. Al menos en lo inmediato.
Y si bien esto es cierto, los análisis que desde Bruselas anticipan que Grecia irá a una tercera ronda de ayudas en algún momento del año ya que no podrá pagar los vencimientos de la deuda, están diciendo por anticipado que el problema no está cerrado.
Y no se trata sólo de Grecia, donde 40 representantes de la troika (BCE, UE, FMI) han alquilado un edificio en el centro de Atenas para vigilar durante los próximos 10 años el cumplimiento del monstruoso ajuste que le han impuesto al país para pagar su deuda de más de 300.000 millones de dólares después de la quita.
En el mismo estado de ajuste casi semanal en las áreas previsional, laboral, sanitaria, educativa y social en general, se encuentran España, Italia, Portugal, donde las medidas de resistencia sindical crecen con el paso de los meses y con el empobrecimiento y el aumento de la desocupación, y la baja de salarios.
En el caso de Europa, esta política de austeridad lleva forzosamente a una espiral recesiva que, en algún momento del ciclo iniciado en 2008, trastocará el estado general de la economía aún más y tendrá repercusiones políticas.
Y si bien desde octubre pasado el índice de acciones global ha subido un 20 por ciento, el panorama económico en los denominados emergentes, comenzando por China, India y Brasil, muestra una tendencia decreciente del crecimiento económico, como resultado de la crisis mundial.
Las últimas cifras del comercio chino indican que el coloso asiático está exportando menos. En febrero, China registró un déficit comercial de 31.500 millones de dólares, el mayor desequilibrio en mucho tiempo. El monto del rojo comercial es incluso mayor que cifras de superávits mensual importantes.
Paralelamente, la producción industrial del país creció 11,4 por ciento en los dos primeros meses del año frente al 15 por ciento del mismo período de 2011.
Con un crecimiento mundial raquítico, una Europa casi paralizada por su crisis de la deuda y Estados Unidos apenas despegando sobre la base de su producción interna, China parece haber alcanzado un tope en sus exportaciones al mundo.
Este nuevo cuadro en China, al que se suma la falta de un equilibrio interno de la inversión, el crédito, el consumo y la distribución de la riqueza, ha abierto un debate sobre si el país se apresta a realizar un “aterrizaje suave o duro” de su economía. Pero el peligro más serio que se proyecta sobre la evolución china ha sido advertido desde el corazón mismo del poder.
A mediados de la semana pasada, el primer ministro, Wen Jiabao, pidió abordar cambios políticos para hacer frente a la conflictividad social de todo tipo que, en los últimos veinte años, se ha multiplicado por diez.
Mientras en 1993 hubo 8.700 protestas sociales, en 2010 ese número se elevó a 90.000, con el importante agregado de la entrada en acción la enorme clase obrera creada por la industrialización y que puso contra las cuerdas al poder del Partido Comunista en 2010 con grandes huelgas en las principales fábricas.
Wen Jiabao no ha escatimado precisiones sobre su advertencia de que es necesaria una reforma política al señalar que China podría perder todos “los logros que hemos alcanzado”, al tiempo que apuntó que las protestas podrían derivar en “una tragedia histórica como la Revolución Cultural” de 1966-67 que desafió al gobierno comunista de Mao Tse Tung.
Mientras la política amenaza la economía china en un momento de enfriamiento de ésta, el ascenso vertiginoso del precio del petróleo agrega incertidumbre y problemas a las economías centrales y periféricas, debido al peligro de una guerra de Israel y Estados Unidos contra Irán.
En América latina, la “guerra monetaria” denunciada en su día por el ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, y que traduce la crisis comercial mundial, golpea a este país que ve descender su crecimiento que, para este año, no superaría el 2,7 por ciento, lo cual incrementa sus medidas de protección al igual que en Argentina.
De conjunto, los nuevos “brotes verdes” asemejan, al igual que en 2009 cuando se inventó este concepto, más una moción de deseos que una realidad, ya que los aspectos negativos reales y potenciales de la economía mundial superan con creces los atisbos de recuperación.