La III Conferencia Mundial de Mujeres de Nairobi, en 1985, fue el punto de partida del Encuentro Nacional de Mujeres. Muchas de las asistentes al evento entendieron la necesidad de replicar en nuestro país la experiencia internacional, que ponía el eje de debate en cuestiones de género.
Un año más tarde, mil mujeres se reunían en el Teatro San Martín de la ciudad de Buenos Aires para iniciar una experiencia de participación y organización sin precedentes en nuestro país. Desde entonces, se realizaron 31 encuentros en forma ininterrumpida donde se debaten temas como sexualidad, familia, violencia, abuso, trabajo, derechos humanos, salud y educación, entre otros.
Los talleres son el eje de las jornadas, en ellos se discute en forma democrática, plural y con impronta federalista (debido a la presencia de mujeres de todo el país) los temas que más identifican al género. Todas tienen la palabra y se elaboran conclusiones a partir de consensos.
Si bien los talleres son por definición un lugar de formación personal y colectiva, lo que Freire llamó educación popular, hay algunos que están armados específicamente para abordar temáticas educativas. Entre ellos: “Mujeres y educación”, “Mujeres y Educación Sexual Integral”, “Mujeres y Universidad” y “Mujeres, Ciencia y Tecnología”.
Muchas de las propuestas que impulsaron los talleres de educación fueron tomadas por la agenda pública y posteriormente por la agenda política, para ser transformadas en normas que se dieron a partir de duros debates. Entre ellas, la ley 25673 que crea el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación responsable, que hoy se encuentra con una aplicación dispar debido a que algunas provincias dictaron su propia normativa con desigual desarrollo de injerencia educativa.
Otra norma surgida al calor de los encuentros, fue la creación del Programa de Igualdad de Oportunidades para la Mujer en el Área Educativa (Priom), cuyo objetivo era el de “diseñar una política de equidad de género en educación”. El Priom dejó de funcionar en 1995 debido a la oposición de la Iglesia.
La ley nacional 25273, que establece la necesidad de flexibilizar la asistencia de alumnas en período de lactancia, fue otra normativa gestada en los debates de los encuentros. En este mismo sentido, se realizaron líneas de fortalecimiento con talleres y capacitación para alumnas y alumnos en condiciones de paternidad y maternidad.
Los talleres de educación, como todos, son amplios en debates. En estos espacios se abordan diversas temáticas de género vinculadas a la implementación de un currículo no sexista, que pueda abordar, entre otras cosas, la educación sexual integral en las escuelas, que a pesar de la legislación, en muchas provincias no se aplica. Se trabaja sobre la multiplicidad de las funciones del docente, las luchas de maestros y estudiantiles y el género en la elección de una carrera profesional. En los talleres se profundizan los debates acerca del acceso de las mujeres a la educación y el uso del sistema educativo como instrumento de sometimiento de género. También las imposiciones ideológicas en la escuelas y las posibilidades que tienen las mujeres, principalmente pobres y de zonas rurales, de acceso permanencia y egreso de la educación.
En relación con la educación superior, los debates van desde la situación laboral y salarial de las trabajadoras de las universidades, hasta el acceso de las mujeres a los cargos jerárquicos y la presencia femenina en la investigación básica. La democratización de la educación superior y el acceso de las mujeres a la misma son otros de los temas abordados en estos talleres. La formación de profesionales con igualdad de oportunidades laborales, es una de las preocupaciones recurrente entre las integrantes.
En vinculación con la ciencia, hay un reclamo generalizado en cuanto a garantizar el acceso con perspectiva de género y el uso de la tecnología como instrumento de dominación. También se plantea una mayor presencia de mujeres en centros de investigación y organismos científicos.
A pesar de lo que cada taller trabaje desde las particularidades de sus temas hay propuestas trasversales que, desde una perspectiva de género, apuntan a visualizar la precarización y discriminación en el ámbito laboral, la doble jornada, el embarazo y la maternidad de estudiantes y profesionales, el acoso y abuso sexual, la creación de jardines maternales en el ámbito escolar, el acceso permanencia y egreso de las mujeres en el ámbito educativo y la igualdad de oportunidades profesionales.
La educación de la mujer
Las conclusiones en educación que surgen de los Encuentros de Mujeres son muy valiosas a la luz de lo que significó la formación femenina a través de la historia. Si hoy analizamos la composición en las aulas, advertiremos que las mujeres son más numerosas. En las últimas décadas se produjo el fenómeno denominado feminilización de la matrícula escolar, donde las jóvenes, principalmente en la educación superior, tienen un cupo mayor. De hecho en nuestro país y en términos generales, se gradúan más mujeres que varones.
Pero la realidad femenina en la educación, no siempre fue así. Las brechas de género (diferencia porcentual entre las tasas de mujeres y hombres) fueron muy desfavorables a través de la historia.
En el primer censo de población que se realizó en Argentina en el año 1869, la tasa de analfabetismo de la mujer era 10 puntos superior a la de los hombres. Cien años después, el censo de 1970 todavía daba 2 puntos más de analfabetismo en la mujer. A partir de este año, la brecha se va achicando hasta alcanzar paridad a partir del año 2001.
Los primeros pasos en la instrucción de las jóvenes, que no incluía a las de menores recursos, fueron dados por la iglesia y las sociedades de beneficencia, que lejos de una educación metodológica que incorpore saberes científicos, se las formaba para quehaceres domésticos. A partir de la ley de Educación Común N° 1420 del año 1884 se comenzó a contrarrestar el poder de la iglesia en el plano pedagógico.
El problema de las mujeres en educación no solo fue el acceso, sino también la permanencia. Hasta el siglo pasado, la inasistencia de las adolescentes era un 30 por ciento mayor que la de sus pares varones. Recién a partir de la década del setenta, la inasistencia de las jóvenes era un 5 por ciento más que la de los varones. Los padres ponían más énfasis en la educación masculina porque se suponía que las mujeres debían realizar tareas en el hogar para las cuales no se necesitaba educación.
Estos registros dan cuenta, que a las mujeres les costó más alcanzar determinados estándares educativos, situación que recién se revierte a partir de las últimas décadas del siglo pasado cuando se emparejan las tasas de conclusión de la escolaridad primaria y principalmente secundaria.
A pesar del rol significativo que las mujeres tienen en el sistema educativo, los encuentros de Mujeres dan cuenta que en muchos lugares de nuestro país el acceso a la educación sigue siendo un lugar de privilegio. La licenciada Mireira Arrufat Gallardo sostiene: “Si las personas educadoras defendemos una educación democrática, en la línea de la pedagogía de la autonomía de Paulo Freire, tenemos el papel de ofrecer el máximo número de oportunidades a todas las mujeres, sobre todo a las que se encuentran en más desigualdad por no haber podido participar de su derecho a la educación con anterioridad”. Muchas mujeres en los encuentros avanzan en este sentido, pero saben que la igualdad de oportunidades, va más allá de la buena voluntad de los educadores.