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La educación: un bien supremo

Por: Liliana Nartallo

El futuro de miles de chicos está en peligro. La educación, base primordial para la formación, que capacita para el desarrollo de la vida y que debería ser un bien supremo, pasó a ser un tema conflictivo. De los salarios de los docentes depende el comienzo de las clases, que nuestros niños reciban de parte del maestro y de todo el sistema educativo la atención, los conceptos necesarios, la contención que brinda la escuela durante las horas que el educando transcurre en la misma y toda una serie de factores que pasan por la conducta y el conocimiento.

Es lamentable que se siga postergando una decisión que corresponde a los gobernantes en cuanto a mejora salarial, y que a menos de tres semanas del comienzo del ciclo lectivo en la mayoría de las provincias haya dudas sobre el comienzo de clases.

De esta forma el perjudicado es el alumno. Por supuesto que el docente tiene todo el derecho a reclamar un haber justo, pero mientras estas cuestiones se dirimen, el más afectado sigue siendo el educando que no adquiere los contenidos estipulados.

Lo mejor y más aconsejable es que toda esta problemática se resuelva antes del inicio del ciclo, y que se fijen las pautas claras para que una vez comenzado a transitar el nuevo año no se desencadene una serie de paros sucesivos, que no hacen más que entorpecer la labor del docente y ocasiona, a su vez, perjuicios al alumno y a los padres.

Ya el año pasado se planteó, en reiterados comentarios y cartas en los diarios, la problemática que representa para el papá y la mamá que trabajan, mientras su hijo está en la escuela, el tema de los días sin clase. Salir a buscar a alguien que los cuide y pagar es una erogación no prevista y que pesa. En su defecto, la mamá debe faltar a su trabajo para quedarse en casa y perder días de pago.

Pero el enfoque tiene que estar puesto en el futuro de estas generaciones, que desde hace años vienen soportando este trayecto escabroso y escarpado, mientras una sociedad observa cómo se menguan sus derechos. Se están cercenando los derechos del trabajador al no pagarles un sueldo digno, los derechos de los niños al no brindarle una educación adecuada. Si a esto se le suman las malas condiciones en que se encuentran algunas escuelas; la falta de elementos primordiales para asistir a los alumnos de bajos recursos, se está ante un panorama educativo desolador.

El sueño de Sarmiento era un país desarrollado con la base de la educación, bregó para que en cada rincón de la Argentina se crearan escuelas, siguieron sus pasos muchos maestros que trabajaron sin descanso, sobretodo en escuelas rurales, para prodigar contenidos y lograr que el pueblo se alfabetizara. Claro, eran otras épocas, un tiempo de personas más comprometidas con todo lo que emprendían en el marco del bien común. Tiempo de gobernantes más honestos que anteponían el bienestar de la comunidad al propio, todo ha cambiado y han quedado en el olvido aquellas palabras del gran maestro: “Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización”.

Mucho más adelante en el tiempo, el escritor Jorge Luis Borges, analizando el panorama general de la sociedad expresaba: “No sé si la instrucción puede salvarnos, pero no sé de nada mejor”. Una gran verdad, pues un pueblo sin educación no avanza, se pierde irremediablemente y queda sometido al poder de un grupo minúsculo que sin ningún tipo de contemplación lo somete.

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