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La escena Ballroom estalló en Rosario para mostrar la militancia de cuerpos con orgullo

Organizado por el Movimiento Kiki Rosario, el evento tuvo lugar el domingo 1 de agosto en el Galpón de la Música. La competencia busca visibilizar la lucha de las disidencias desde el desfile y el baile

Gala se arrodilla en el centro de la pasarela y dibuja círculos con su larga melena. Tiene una cola de caballo tirante que le llega a las caderas. Camina y la mueve como dando latigazos sobre su torso apenas cubierto por un chaleco abierto y dos pezoneras rojas. Está lookeada como bombera porque la fantasía de la Kiki Ballroom es “Dame Travajo” y ella eligió un oficio tradicionalmente negado a las disidencias. Cuando se acerca al jurado se levanta la pollera y se agarra los genitales con un orgullo furioso que hace estallar al público. Gala muestra su cuerpo, ese espacio donde explota su militancia trava. Atrás quedó la época de ocultarlo. Hoy aparece ostentoso sobre la pasarela, entre brillos y transparencias, para lucirse con pasos de baile y sacarse chispas al roce de los tacos. El Ballroom es más que un desfile, un baile y una competencia. Es mostrarse y reivindicarse. Es luchar con todas las identidades por los mismos derechos. Es un espacio político para disputar sentido. Una excusa para seguir la lucha. Es militar con el cuerpo para dejar de esconderlo.

“Manifestamos nuestra disidencia y militancia a través del baile. No es un show. Es nuestra resistencia y lucha. Militamos desde la cuerpa y las identidades, poniéndolas en lugares públicos para que tengan la visibilidad que merecen”, explica La Lucero, presentadora del primer Kiki Ballroom organizado íntegramente en Rosario. El evento tuvo lugar el domingo 1º de agosto y contó con participantes de otras ciudades del país, como Buenos Aires, Córdoba y Mendoza.

Una red disidente

A finales de los ’70, la artista drag Paris Duprée sacó de su cartera una revista Vogue y comenzó a imitar las poses de modelos mientras bailaba. El estilo denominado voguing copó los salones de baile de los barrios marginales de Nueva York y fue la forma que las comunidades LGBTIQ+ afroamericanas y latinas encontraron para expresarse. Con movimientos geométricos y exagerados, que imitaban las poses de modelos de alta costura, transformaron la pista de baile en una pasarela por donde desfilaban al ritmo de la música. Trasladaron las tradicionales disputas de la escena del hip hop a un duelo de baile puntuado por un jurado. En los comienzos, se hacían en salones de baile denominados Drag Balls y luego fueron incorporados por clubes. La pasarela se convirtió en un espacio de exhibición y disputa política de las minorías que luchaban desde los cuerpos por el reconocimiento de sus derechos.

En 1990 Madonna lanzó el sencillo Vogue y la escena Ballroom salió de los suburbios de Nueva York para ganar visibilidad mundial. Tras la gira de la artista, las disidencias recuperaron la escena que bajó a México y a toda Latinoamérica hasta llegar a Argentina hace cuatro años.

En Rosario el movimiento es incipiente y llegó de la mano de las agrupaciones, denominadas “casas”, nucleadas en el Movimiento Kiki de Rosario. Nacieron de los encuentros que las disidencias tienen los domingos en la Plaza Libertad y los miércoles en el Parque España para entrenar los movimientos que aprendieron de forma autodidacta y que desplegarán en la pasarela de los Ballrooms.

El primero lo organizaron en abril junto con “casas” de Buenos Aires, donde el movimiento se inició a nivel nacional. Fue en la Plaza Libertad, el último fin de semana santo, y asistieron cerca de 150 personas. El 1º de agosto fue el segundo en Rosario y el primero íntegramente organizado por la agrupación local. La premisa fue “Dame TraVajo” en reclamo por el cumplimiento del cupo laboral travesti trans, sancionado en junio de este año. “La idea del Kiki Ballroom fue reforzar al Movimiento que agrupa a todas las casas y a las prácticas que iniciamos en abril cuando se hizo el primer desfile. Quedamos impactadas porque no pensábamos que iba a tomar esa magnitud”, dijo Lucero a La Cazadora.

Las actividades empezaron, en realidad, una semana antes: entre el 26 y el 30 de julio hubo clases y actividades de todas las categorías del Ballroom en Plataforma Lavardén, la Plaza Libertad y en el centro cultural cuir Casa Kaos, que la semana pasada tuvo que abandonar el espacio en el que funcionaba por problemas en la renovación del contrato de alquiler y ahora funciona de modo itinerante.

La competencia

“Mostrame tu carita. ¿Cuánto te costó?”, pregunta Lucero en el arranque del desfile del 1º de agosto en el Galpón de la Música (Estévez Boero 980). Ella es la presentadora y le pone el cuerpo y la voz al evento. Face (rostro) es la primera categoría de la competencia. El objetivo es mostrar la cara y resaltar sus rasgos. Le siguen: Runway (pasarela) donde se evalúa la caminata; Ota Runway (abierta a todas) en la que participan todas las identidades de género; Old Way (viejo camino) donde el objetivo es imitar las poses de las tapas de la revista Vogue de los ‘80, acompañadas de una caminata militar y de movimientos geométricos; Vogue Femme, replica los movimientos de una persona travestis trans, exagerando la contorsión de caderas y manos de forma delicada pero con “furia travesti”; y Femme Queen Runway, una pasarela exclusiva para travestis. “La escena Ballroom fue creada por trans y esta categoría busca reivindicarlas y darles el espacio para competir entre ellas”, explica Lucero a La Cazadora.

Cualquiera puede anotarse en las categorías y caminar la pasarela, pero sólo quienes obtengan los “10’s” (diez) de las juradas entran a la competencia. Un solo “chop” (eliminación) te deja afuera. Desfilan en dúos o tríos, respetando las identidades, y quien supere todas las rondas se alza con el “Grand Price” (premio mayor).

Las juradas evalúan todos los aspectos: la cara, el maquillaje, el vestuario y la caminata. Están en todos los detalles: si tenés la media rota, te descalifican. En esta edición las elegidas para integrar el jurado son Laly Krupp, Ayelén Beker, Galadriel Dunros, Beige Brooklyn y Tatiana Exilia; seis travesti/trans que representan militancia y comunidad.

Alrededor de la pasarela el público arenga con el brazo en alto y un chasquido de dedos. Cada casa corea su cántico, una especie de himno que las identifica y representa. Las melodías se mezclan y superponen con la música del DJ que llega desde el escenario montado en un costado del salón. Las madres de cada casa son las celebrities de la pasarela y cuando desfilan una ovación las alienta. “Somos mujeres del espectáculo”, repite Lucero.

La fantasía

Sobre la pasarela cada quien puede ser quien quiera ser. Montarse con vestidos, tacos y brillos o con corbata y traje. Mostrar el cuerpo o intervenirlo. La fantasía es transformarse.

“Dame TraVajo” dicen decenas de papelitos pegados sobre el mameluco que luce una de las personas que desfila. Es la fantasía de la Kiki Ballroom 2021. El reclamo se repite en las corporalidades que se muestran por la pasarela con uniformes de empleos que excluyeron a las disidencias: hay oficinistas, enfermeras, bomberas. “Está buena la ley de cupo laboral pero falta mucho recorrido. Hicimos ruido para manifestarnos y exigirle a un Estado que siempre fue ausente que se cumpla la ley y que beneficie a todes”, dice Lucero.

En abril, la fantasía fue la emergencia cultural. “Nos montamos con vestuarios apocalípticos, por la pandemia, para embellecer la crisis que atravesamos como artistas y que se agrava por ser disidencias”, recuerda.

Las casas

Laly Krupp recorre la pasarela durante los intervalos de la competencia. Luce un vestido de leopardo pegado al cuerpo que estilizan unos tacos de 10 centímetros y un gran rodete en el pelo. La madre de casa Mostricia, y una de las juradas, atrae todas las miradas y aplausos con su andar. Al igual que sus compañeras, lleva la militancia en el cuerpo. A varias de ellas se les cerraron puertas, incluso las de su hogar. Para contenerse y acompañarse, organizaron sus propias houses  con roles análogos a los de la familia tradicional: madres, hijas, hijos, hijes. Además de dar contención afectiva, organizan reuniones y actividades. En Rosario hay cuatro casas: Mostricia, Kaos, Ferocity y Disidentra.

“Reivindicamos la militancia de las disidencias, contra la vulnerabilidad, la precarización y la discriminación. Queremos matar los tabúes de las violencias y discriminaciones de los colectivos, por eso juntamos a las disidencias gay, no binarie, trava, trans, lesbianas y también incluimos a heterosexuales”, explica Laly.

Casa Mostricia nació el 3 de abril a partir del primer Ballroom. “Es un grupo de contención con una imagen representativa de madre que lleva a cargo la casa y la convivencia con les compañeres”, cuenta Laly. Y agrega Lucero: “Con Manuela teníamos ganas de hacer una casa y creíamos que Laly tenía que ser la madre. Después se sumaron Luba, Sofi, Tinkerbell y Yago. Hoy somos cerca de 9. Nos inspiramos en Laly para inventar el nombre de casa Mostrica y enseguida se me ocurrió el canto de aliento: «10, 10, 10, Casa Mostricia 10»”.

Casa Kaos se originó como centro cultural y quienes la integran se denominan hermanas. Ferocity está integrada por travestis/trans que son trabajadoras sexuales y buscan simbolizar su lucha en la pasarela. Disidentra es la última que se formó y la integran su madre Evan, no binarie, junto a sus hijas.

El grand price

Para el final de la competencia, Lucero cambia el look y elige un vestido negro con brillos. El último trofeo está en juego y las cuatro horas que pasaron desde que empezó el desfile parecen no sentirse en las corporalidades que entregan sus mejores movimientos para ganarse la aprobación de las juradas. “Lo diste todo”, alienta Lucero a quienes salen de competencia. El ritmo de la música se acelera al compás de los aplausos de las hinchadas. En la pasarela, hay caminata, pasos de baile y piruetas. El calor de las ovaciones hace olvidar el frío que trajo la puesta del sol. El Kiki Ballroom llega a su fin. Las disidencias ganadoras alzan sus trofeos y el Galpón es una fiesta. La escena Ballroom desembarcó para quedarse en Rosario y los cuerpos militantes lo saben.

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