Por Pau Turina Especial para El Ciudadano
Sandra Siemens nació en 1965 y vive en Wheelwright, un pequeño pueblo del sur de Santa Fe. Cursó estudios de Letras en la UNR y asistió durante varios años al taller literario Julio Cortázar, de la escritora Alma Maritano. Sandra es más bien diurna. Lee de día porque de noche se duerme enseguida. Escribe narrativa pero dice que le encanta la poesía y que estos dos últimos años escribió mucho. Acaba de publicar Cocodrilo con flor rosa con Norma Editorial y de ganar el prestigioso premio Barco de Vapor 2018, con su libro Bombay, editado por SM Ediciones. No es su primer reconocimiento; ha recibido diversas distinciones, que la colocan como una voz de referencia en la iteratura infantil y juvenil.
Experiencia decisiva
Dice que le gusta el trabajo con la palabra y que puede estar horas con un fragmento para encontrarle la música. Escribe desde que se acuerda. Empezó a pensar en este oficio, en hacerlo de una manera más profesional, cuando ganó un concurso de Literatura juvenil en Colihue, con el libro Un tren a Cartagena, y también a partir del trabajo en el taller de Alma Maritano. “Para mí esa experiencia fue decisiva. Alma me dejó la inquietud de la escritura, porque siempre podemos discutir qué se puede aprender en un taller o qué no o si se puede aprender a escribir o no. Lo que me dejó Alma fue la inquietud y las ganas de seguir buscando. Para mí escribir es una búsqueda constante de todo, es siempre estar colocándote en un lugar vulnerable, porque no sabés lo que viene. Alma fue siempre mi maestra. Una persona súper generosa con lo que sabía y con lo que te daba”, dice.
El tema es un “tema”
Sandra sentía un vacío y se anotó en la carrera de Letras para ver si lo llenaba, pero lo único que le generaba satisfacción era escribir. El momento clave llegó en una charla con Alma, en donde la incentivó a que se dedicara por completo a la escritura. “Desde ese momento, me enfoqué más en escribir sin preguntarme tanto por qué lo hacía, porque antes sentía que me tenía que preparar para empezar a escribir, pero después me di cuenta que uno no termina nunca de aprender y que escribir es un camino”.
En relación a qué opinión tiene sobre lo políticamente correcto en la literatura infantil, la autora respondió: “El “tema” es un tema. Es lo que discutimos en los talleres y por eso mi postura es no escribir literatura de temas. De hecho, me pasó con la última novela que escribí, Cocodrilo con flor rosa, que transita el tema del abuso infantil. Me doy cuenta que es un momento ideal para que salga la novela porque hay una escucha sobre temas de género que no era la misma que hace diez años. Pero por otro lado, hace siete años que estoy trabajando en esta novela, y la verdad no quisiera que el tema tape la novela. Siempre hay que contar algo, lo que pasa es que hay que ver de dónde viene o cómo surge. Por ejemplo, con Bombay empecé a escribir porque tenía unos apuntes con una imagen de una nena que hablaba con un gato. El gato no le hablaba pero ella se imaginaba la respuesta del gato. Uno se va metiendo en la voz de ese personaje y te va llevando a un lugar desconocido. En la historia apareció un hermano adoptivo, y terminé hablando de adopción. Cuando surgió ese tema me sorprendí, porque no había pensado en escribir algo sobre eso”.
Territorio permeable
Sobre cómo surge lo que quiere escribir, Siemens apunta: “Es de las maneras más diversas y cada vez es diferente. Después termino contando algo que cuenta un tema pero me refiero a que el tema no condicione. En cuanto a lo juvenil, trato de desmarcarme un poco, porque muchas veces tiene que ver con una cuestión del mercado editorial, porque una novela marcada como juvenil puede ser leída por adultos y también hay novelas para adultos que los jóvenes leen en las escuelas. Es justamente un territorio muy permeable”.
María Teresa Andruetto habla en un texto sobre escribir a demanda. Siemens tiene su propia opinión sobre el asunto. “Uno puede plegarse a eso o usarlo como recurso. Vos podés escribir lo que te piden, si querés. O preguntarte qué te genera eso, si es que te genera algo. De hecho, a mí me pidieron una novela, que fue Lucía no tardes y me dijeron que tenía que ser una novela sobre la inmigración, y el tema no me generaba nada. De a poco me fui metiendo en el tema, porque me sedujo una imagen y el trabajo de las voces. Empecé a hablar con la mamá de una amiga que había venido de Italia, y me contó que tenía cuatro años cuando vino de Italia y que su abuelo la acompañó a tomar el barco y que ella tenía sed. Entonces su abuelo juntó agua del mar para darle de tomar. Y ella la tomó. Esa imagen me empezó a dar vueltas y por eso comencé a trabajar la novela a partir de esa voz. La literatura infantil está muy asociada a la escuela, en algún punto está bien que tengan esa experiencia porque a lo mejor hay chicos que no tienen la oportunidad de acercarse a los libros. Pero también lo que sucede es que los docentes tienen que usarla para “algo”, y eso es una cuestión utilitaria de la lectura y ahí se complica. Una cuestión es la lectura por placer y otra porque hay que hacer una tarea. Igual hay docentes que generan instancias de lecturas muy interesantes con los chicos e incluso me sorprende lo que encuentran en los libros”.
¿Cuándo Siemens se dio cuenta que le interesaba escribir para niños, niñas, adolescentes y jóvenes? La autora dice: “En el taller de Alma escribía de todo. Y ahí fue como si uno tuviera que tomar una decisión sobre escribir para grandes o para chicos. Decidí escribir y listo. Creo que esto se aprende cuando podés relajarte y te das cuenta que lo que buscás es escribir un buen libro. Después no me importa si es para chicos o para grandes. De hecho me pasa con el libro La tortilla de papas, que está en una colección para los primeros lectores, y me escribieron de centros de jubilados para contarme que los adultos mayores habían hecho una obra de teatro con el libro. Y la verdad que esas son las cosas más lindas”.
Los premios
Acerca de cómo toma los premios, la escritora señala: “Son estímulos. Pero no estoy pensando en los premios. De hecho hacía mucho que no mandaba un libro a algún concurso, porque tuve una época de abocarme a escribir mucho. Los premios son siempre una vidriera, porque hay lectores que se acercan por ese motivo. Pero no es más que eso. Los jurados son personas, tienen sus subjetividades, no significa que lo que eligen sea lo mejor. De hecho, me tocó estar del otro lado siendo jurado. Y fue una experiencia interesante porque es tener un abanico de una parte importante de lo que se publica. Y ahí te das cuenta que tenés que elegir entre tres libros que son buenos por igual y termina dependiendo de la subjetividad de cada jurado”.
Diferentes lecturas
¿La escritura para niños y adolescentes es más difícil que la de adultos? Para Siemens lo “dificultoso, tiene sus zonas. En cuanto a los temas tabú, se van rompiendo esos límites. Está bueno intentar escribir desde el lugar que no es políticamente correcto, que el lector pueda poner la mirada ahí y piense sobre cada cosa. Me pasó con una parte de Lucía no tardes, que cuenta que una chica queda embarazada, en el año 44 en Italia y la verdad que no lo pensé con una mirada sobre el tema del aborto. Y el año pasado tuve una charla con chicos en Bragado y habían hecho una lectura a partir de lo que había pasado con la Ley de Interrupción del Aborto que yo no había pensado en el momento en el que la escribí. Pero de alguna manera algo en la escritura habilitó a pensarlo desde ahí”. Se dice que a causa de los dispositivos electrónicos los niños y las niñas parecen leer menos o no leer. Para la autora parece no ser así. “Creo que es mentira porque voy a las escuelas y hay chicos que leen más que sus padres. Y con los dispositivos es verdad que se lee diferente, pero no creo que haya un “versus”. Otra cosa es la competencia con lo visual, que nos pasa a todos, las películas, las series, que es más inmediato. En cambio, la lectura necesita de otro tiempo, de otro esfuerzo, y mirar una serie implica menos concentración”.