Las instituciones educativas, como cualquiera de la sociedad, son atravesadas por factores internos y externos que complejizan sus estructuras. El hecho educativo y los actores que intervienen requieren de nuevas herramientas para enfrentar los cambios que los determinan.
El currículum rígido, el rol pasivo de los estudiantes y la verticalidad de las decisiones institucionales van dejando paso a escuelas más democráticas donde la comunidad educativa queda involucrada en la toma de decisiones, definiendo políticas pedagógicas desde procesos de participación y compromiso institucional.
Esta perspectiva permite no sólo la producción social de los conocimientos, sino también la apropiación grupal de los resultados. El trabajo ya no es enajenado, pertenece a un “nosotros” que admite elaborar un proyecto educativo que involucra a todos los que hacen la escuela. Carlos Cullen sostiene que la escuela deja de ser un “lugar de trabajo”, para transformarse en un “modo de enfocar y de realizar el trabajo”.
De esta manera el aprendizaje se pone en tensión, porque implica otra alternativa de los conceptos adquiridos. Lo rígido se hace más flexible y las escuelas se involucran con decisiones que desafían lo jerárquico, lo vertical y lo prescripto, para convertirse en instituciones más democráticas.
Una de las formas por las cuales los conocimientos se ponen en juego de manera participativa, es a través de la experiencia de “Comunidades de aprendizaje”. Es un concepto que puede ser definido como un conjunto de individuos que aprenden en común, con herramientas conceptuales, culturales y sociales que aporta la propia comunidad. En esta experiencia, las condiciones concretas de existencia juega un papel fundamental.
“Comunidades de aprendizaje” es un proyecto que surge como iniciativa del Centro de Investigación en Teorías y Prácticas Superadoras de Desigualdades (Crea) de la Universidad de Barcelona. En el año 2015 llega a la Argentina y comienza a desarrollarse de manera experimental en las provincias de Santa Fe y Salta. También se despliega en fase inicial en Brasil, Colombia, México y Perú.
En Santa Fe la ciudad de Rosario fue la pionera en acercar la experiencia a escuelas del nivel primario, entre ellas: la N° 1254 “Tomás Espora”, la N° 77 “Pedro Goyena”, la N° 1314 “Olga Cossettini” y la N° 153 “General Las Heras”, de la localidad de Alvear.
Participan más de 2 mil personas entre alumnos, docentes, directivos, asistentes escolares, familiares y vecinos. Durante este año, 20 escuelas se sumarán a la experiencia en toda la provincia de Santa Fe.
Raquel Davi es directora titular de la escuela primaria N° 1254 “Tomás Espora”. Es profesora para la enseñanza primaria con posgrado universitario en actualización académica de jóvenes y adultos, y docente en escuelas primarias nocturnas.
La escuela Espora fue una de las seleccionadas por el Ministerio de Educación para desarrollar la experiencia de “Comunidades de aprendizaje”.
La profesora Davi sostiene que desde hace varios años, la escuela viene trabajando jornadas de reflexión pedagógica sobre prácticas educativas inclusivas. “Comunidades de aprendizaje –dice– nos dio el marco que necesitábamos. Las «tertulias pedagógicas» nos ofrecieron analizar documentos basados en el diálogo igualitario, donde los distintos actores institucionales tienen la misma oportunidad de hablar y de ser escuchados. Las tertulias literarias nos brindaron la posibilidad de escuchar a los chicos y conocer más sus realidades sociales, sus intereses, sus preocupaciones y necesidades. Los grupos interactivos nos permitieron atender a la diversidad desde la diferencia, estos grupos suponen una forma inclusiva de agrupamiento en la cual todos los estudiantes participan en el proceso de aprendizaje dentro del aula con la ayuda del maestro, familiares o voluntarios, sin que ninguno de ellos quede segregado”.
Davi sostiene que “la Escuela como comunidad de aprendizaje es una propuesta que supone la transformación, no sólo de la institución sino también de su entorno. En ella se involucra a todas las personas que influyen en el aprendizaje y en el desarrollo de todos los niños y niñas, desde las familias, hasta vecinos, organizaciones barriales, otras instituciones educativas y centros de salud”. Agrega que el objetivo “es muy ambicioso, pero posible” y explica: “Se trata de construir la mejor escuela para esta comunidad”.
—¿Cuál es el rasgo distintivo de la propuesta de “Comunidades de aprendizaje”?
—Esta propuesta se distingue, por sobre todas las cosas, por basarse en la perspectiva dialógica del aprendizaje, donde el diálogo igualitario asegura el respeto por la inteligencia cultural de cada persona. Entrar en diálogo con los alumnos y alumnas incrementa el aprendizaje de conocimientos para todos. Una de las cosas que más impresión causa cuando entrás a la escuela es la libertad con la que los chicos se animan a hablar, a expresar sus ideas, a preguntar, a interactuar con los mayores y con sus pares. Por otro lado, el hecho de que las familias implicadas en el proceso educativo puedan decir lo que piensan, lo que necesitan y tengan el derecho a participar, es una cuestión que marca el compromiso de que la educación es responsabilidad de todos. Los docentes transforman sus prácticas, invitan a los familiares a trabajar con ellos, atendiendo a esa cultura que las familias traen y de las cuales se puede aprender.
—¿Cómo fueron los primeros pasos hacia la conformación de estos aprendizajes participativos?
—Para transformarnos en una comunidad de aprendizaje, tuvimos que planificar diferentes etapas. Primero la sensibilización, para esto se nos ofreció una capacitación desde el Ministerio de Educación a todas las escuelas involucradas, donde se nos dio a conocer las bases científicas del proyecto y pudimos identificar fortalezas y desafíos de la escuela. Convencidos de que podíamos llevarlo a cabo, tomamos la decisión de enfrentar el reto y presentarlo a las familias. Aquí entramos en una etapa que se llama toma de decisión: para esto preparamos diferentes talleres donde pedimos la participación de todas las familias y de la comunidad con sus organizaciones barriales. En esta etapa la escuela, las familias y la comunidad decidimos ser una comunidad de aprendizaje. La tercera etapa es la del sueño, en la que todos estuvimos invitados a soñar, soñamos con la escuela que queríamos, surgieron sueños a corto, mediano y largo plazo. Luego seleccionamos las prioridades en comisiones mixtas, formadas con docentes, alumnos, padres, voluntarios e integrantes de otras instituciones. A partir de esto entramos en la etapa de la planificación para poner en marcha las distintas actuaciones.
La profesora Davi sostiene que uno de los “sueños” de la comunidad educativa de la “Espora” es el de la Biblioteca Tutorizada: “Aún está en formación –dice– pero confiamos en lograr esta actuación para ampliar el tiempo de aprendizaje y la práctica de inclusión. Al respecto organizamos una nueva biblioteca abierta y contamos con el apoyo de voluntarias de la carrera de bibliotecología del Iset 18 para llevarla a cabo”.
“Lo más importante –remarca la directora– es que estamos haciendo realidad un sueño, que es pensar la escuela como la mejor que podemos tener para esta comunidad, pensarla y sentirla como la escuela para nuestros hijos, transformar nuestras prácticas para que den respuesta al estudiante de hoy, que quiera habitar la escuela con entusiasmo y con interés, asegurándoles no sólo la calidad educativa sino también una infancia feliz”.