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La escuela especial en la pandemia

“Tomar lo bueno de este contexto malo”, dice la directora de la Escuela Especial N°2010, Alejandra Marzano, acerca de cómo mirar hacia adelante. Opina que la emergencia sanitaria ha dejado “nuevos formatos” de enseñanza, que tienen que quedar

Marcela Isaías  

Los viernes de cada semana las chicas y los chicos de la Escuela Especial N°2010 eligen con quién conversar. Un viernes un niño pidió por el portero, y el portero allí estuvo, atento a la videollamada de ese alumno que quería saber del patio de la escuela, la campana… Otro viernes fue Lautaro quien eligió a la directora.

Como justo en ese momento se repartían los bolsones de comida, y su familia no podía retirarlo, la directora se lo llevó hasta su casa. Desde la ventana se saludaron, conversaron del día a día y Lautaro le compartió sus deseos de volver al aula.

Esa experiencia y otras similares orientadas a fortalecer aprendizajes se replicaron en estos meses de clases marcados por el aislamiento. “Tomar lo bueno de este contexto malo”, dice la directora de la Escuela Especial N°2010, Alejandra Marzano, de cómo mirar la educación por venir.

Parada en esa visión esperanzadora, opina que la pandemia ha dejado “nuevos formatos” de enseñanza, que tienen que quedar. Esos nuevos formatos a los que alude se fueron dando en la experiencia de la Escuela N° 2010 –igual que en muchas otras– luego de superar un “principio de desconcierto, hasta lograr organizarse a base de prueba y error”.  Claro que también apoyados en una trayectoria donde siempre “se trabaja codo a codo”.

La Escuela Especial N°2010 está ubicada en Ovidio Lagos y Salta, tiene un amplio radio de intervención hacia la zona norte de Rosario. Recibe a chicas y chicos con discapacidades intelectuales.

La directora describe cómo se organiza la enseñanza en esta modalidad, con docentes que trabajan en la propia institución o bien que ofician en el apoyo a la inclusión en las llamadas escuelas comunes. Además de los equipos interdisciplinarios que –en este caso– integran una psicóloga, una fonoaudióloga y un médico psiquiatra.

Cuando hay una consulta de ingreso de una niña o niña a la modalidad, se evalúa qué ha pasado en su vida escolar y se formula una propuesta (el proyecto pedagógico individual) que es llevada adelante por la docente de grado con la ayuda de la docente de apoyo a la inclusión.

“Mientras haya un aprendizaje –amplía la directora– y hasta diría de habilidades sociales, que en otro momento no se contemplaban, se mantiene con el grupo común (escuela común). Cuando vemos que ya requiere de otro tipo de intervención es ahí cuando entraría a la planta de nuestra escuela”.

Una tarea titánica

Esa ingeniería de trabajo está aceitada en tiempos de presencialidad. Pero, ¿qué pasa en tiempos de pandemia? Alejandra cuenta que lo primero fue ubicar a cada chica y chico, no todos tienen acceso a la virtualidad. “Fue difícil, una tarea titánica.

Hasta hemos llegado a través de los centros de salud a aquellos que no podíamos encontrar. Hoy los tenemos a todos”, celebra.

Costó arrancar, la incertidumbre les jugaba en contra. Fue clave el trabajo de las dos vicedirectoras y el vicedirector, que se repartieron las tareas de organizar la comunicación con todo el plantel escolar y consensuar proyectos.

Sobre cada paso hubo que ir y venir. Como ocurrió con la asistencia al comedor escolar, luego transformado en entrega de bolsones de alimentos, que hasta repartieron en sus propios vehículos en la casa de sus alumnos.

Ese recorrido lo repitieron con otras iniciativas impulsadas por las maestras, como en el mes de las infancias cuando les llevaron regalitos a los hogares de sus alumnos. “Es para destacarlo”, valora la directora.

De manera paralela se fueron tejiendo las ideas para seguir enseñando a la distancia. El whatsapp, la herramienta más utilizada. “Nosotras prestamos más atención a los procesos.

Quizás un niño no va a poder decirme la receta de una torta pero sí la va a poder hacer”, grafica Alejandra cómo se planifican las clases, siempre apuntando a lo que se puede.

Y dice que en este tiempo fue decisivo el papel de las familias, que median en las charlas con las chicas y los chicos. “Todo lo que hemos podido construir es gracias a su apoyo”, resalta la directora.

Todas las escuelas especiales con la misma dedicación

Alejandra lleva 31 años en la docencia, siempre en la educación especial. Nunca vivió una situación parecida a la de la pandemia de covid 19. “Esto es inédito. Desde lo que pasa en casa, en la calle y obviamente en la escuela, donde hubo que poner esfuerzo y tiempo para acomodarnos”.

Y otra vez vuelve a pararse en el terreno de las oportunidades: “A pesar de que este es un momento difícil nos dio la posibilidad de reconocernos como grupo de trabajo. Me emociona decirlo.

Hubo comunicación, reflexionar juntos con el equipo interdisciplinario, el apoyo personal y la confianza”.

Destaca el apoyo institucional de la supervisora. Igual que las nuevas directivas que llegan de la provincia propicien profundizar en la dimensión afectiva para avanzar en los proyectos.

Y pide expresamente que se subraye que todas las escuelas especiales trabajan con la misma dedicación. Lo sabe porque están siempre en contacto, intercambiando miradas.

Alejandra se abraza a la idea de que la pandemia también ofrece la oportunidad de mirar a la escuela como una sola: “Un poco nuestra misión es, cuando trabajamos en los proyectos de inclusión, ofrecer lo mismo a las escuelas comunes.

Porque eso de los chicos sentados unos detrás de otros, con la maestra adelante, no va más. Hace tiempo que se viene marcando y sin embargo sigue pasando.

Es la principal barrera de aprendizaje del niño, que no tiene que ver con sus dificultades, sino con la dificultad de la escuela de poder verlo desde otro lugar”.

 

 

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