40 AÑOS DE DEMOCRACIA

ENTREVISTA / Rubén Palumbo*

“La esencia de la democracia es dar las mismas posibilidades, las mismas condiciones de igualdad a todas y todos, vengan de donde vengan”


—¿Cuál fue la mayor transformación urbana en Rosario desde 1983?

—A lo largo de estos 40 años de democracia no tengo dudas de que la llegada de la ciudad hacia el río y sobre todo el disfrute de los ciudadanos y ciudadanas de este acercamiento es una de las mayores transformaciones. No solo urbana sino también cultural, porque cambió esencialmente la mirada de la ciudadanía en relación a la ciudad.

Dejó de ser esa ciudad gris donde no teníamos qué mostrarles a quienes querían venir, pasamos a tener este orgullo que hoy podemos caminar desde Pellegrini hasta donde están las piletas de aguas. Son siete kilómetros de espacio público donde la ciudad tiene esta relación con el río en distintas condiciones. Hay cosas muy acabadas y otras que están como colonizadas, ese fue el objetivo: ir conquistando estos lugares, apropiándoselos. Y una vez que estaban apropiados por la ciudadanía, empezar a intervenir sobre ellos.

Hoy tenemos visualmente una gran heterogeneidad en cómo se presentan estos espacios pero todos son de un uso superintensivo. La esencia de la democracia es dar las mismas posibilidades, las mismas condiciones de igualdad a todas y todos, vengan de donde vengan. Los fines de semana uno ve llegar alguien con un carrito en una bicicleta, baja sus cosas y se tira en el pasto y el que viene en un último modelo hace lo mismo.

En ese momento ese espacio público sobre el río da la posibilidad de iguales condiciones de disfrute. Después cada uno vuelve a su realidad pero el uso y la apropiación de los ciudadanos hacen que la recuperación de esta relación de la ciudad con el río sea una de las mayores transformaciones en estas cuatro décadas.

—¿Cuánto tiempo llevó el proceso de apertura de la costa?

—Fue enorme. La ciudad tiene planes reguladores desde 1935, que ya hablaban de la necesidad de buscar esta relación con el río. En el 67 el plan regulador no tenía las características de los nuevos planes pero ya preveía el levantamiento toda el área portuaria, de todo lo que es Puerto Norte hasta Avenida Pellegrini, para que el puerto operativo fuera desde Pellegrini hacia el sur.

Desde el 83 en adelante la continuidad democrática le hizo súper bien a la ciudad porque todas las gestiones trabajaron en este sentido. En los ochenta con Usandizaga se convirtió el túnel ferroviario cerca del Parque España y después empezó la construcción de ese parque.

La gestión de Cavallero tiró todo el muro de ladrillos, hizo la parte de las escalinatas del Parque España hacia el lado de calle San Martín, también la Rambla Catalunya y mejoró La Florida.

Luego en la gestión de Binner se hizo el Parque Sunchales, se abrió la avenida de la costa y el parque Scalabrini Ortiz, se hizo el Paseo del Caminante en el otro extremo

Así fue sucesivamente, no es un momento determinado, es una historia. Lo fundamental es que se decidió que sea público y que todo lo que hubiera, ya sea una concesión y demás, es algo que en la vida y en los tiempos de la ciudad, si mañana se quiere sacar se saca, pero el carácter sigue siendo público.

En la época de Lifschitz con el programa de la costa se hizo un convenio con vías navegables y se hicieron los muelles nuevos, es decir una cosa más segura y los clubes quedaron ahí. Hoy son como un oasis para mucha gente que no tiene dónde ir y encuentra ahí un lugar de recreación. Por más que uno tenga que pagar entrada sigue siendo de uso público.

—¿Qué otros procesos resaltarías?

—Además de la costa mencionaría la forestación del área central, el Programa Hábitat, la descentralización, el patrimonio y su puesta en valor y el Tríptico de la Infancia.

Soy de Venado Tuerto, vine a estudiar hace 50 años atrás. En ese entonces la ciudad y todo el centro eran un páramo absoluto. Me tocó participar de un equipo en la primera gestión de Binner donde se hizo el plan de arbolado del área central. Fue una transformación súper consistente.

Pudo haber algún error en algunas especies que se eligieron y demás pero hoy la ciudad y el área central es absolutamente diferente en esa condición de sombra, de verde, de tener estos espacios que la ciudad no tenía.

Por otra parte, con Ángel Sciara como secretario de Hacienda y Marisa García como directora de Servicio Público de la Vivienda, fuimos a presentar al Banco Interamericano de Desarrollo de Washington lo que después fue el programa Hábitat. No fue un programa para hacer vivienda o relocalizar asentamientos, sino que se dio a partir de contar cuál era el proyecto de ciudad que teníamos sobre cinco proyectos fundamentales.

¿Por qué era importante trabajar en la integración socio urbana? Un poco lo toma el Renabap a través de la Secretaría de Integración Sociourbana: convertir en ciudad lugares vulnerables. Esta política fue absolutamente superior porque intervino desde todos los campos: social, cultural, urbano. También incluyó la cuestión de la infraestructura, lo que permitió dar condiciones de ciudadanía.

Que alguien pueda estar en un lote propio y tener agua, cloaca y gas supone la posibilidad de sentirse un ciudadano, de tener derechos y servicios básicos elementales.

Todas las grandes transformaciones en la ciudad se hicieron desde el municipio, que entonces no coincidía con el color político que tenía la provincia ni la nación, pero la enorme diferencia con lo que viene pasando en los últimos años es que había un proyecto de ciudad sustentable. Cuando hay un proyecto de ciudad la otra herramienta fundamental es la gestión.

Nadie puede transformar nada si no tiene proyecto, podés tener muchas ideas pero si no tenés el proyecto que las sustente ni capacidad gestión no hay posibilidades de que las cosas ocurran. En estos últimos años se hizo mucho más evidente, siempre ponemos el problema afuera: no podemos por… O hacemos el Mc Donalds para mantener el hipódromo.  La municipalidad lo hizo en su momento, transformó todo el Parque Independencia, se hizo el Jardín de los Niños, las veredas y bicisendas, se remodeló todo el palomar y el laguito, se hicieron las aguas danzantes. Todo fue con recursos de los rosarinos. Hay que tener proyecto y manejar bien los recursos.

 

—¿Qué se hizo en relación al patrimonio?

—Se hizo un enorme esfuerzo desde el municipio, primero en su reconocimiento. Desde el 83 empezó a trabajar la comisión de preservación, creada para analizar cuáles eran los valores y los edificios de valor patrimonial cada vez que se querían intervenir. Se creó el programa de preservación y se hicieron muchas intervenciones desde el municipio dando el puntapié a la pregunta de por qué es importante cuidar el patrimonio.

Así se compró y restauró Villa Hortensia, todo el Pasaje de Celedonio Escalada, que era el lugar de las pintadas políticas y tenía hasta cuatro centímetros de capas de pintura. Se limpió, se dejó en ladrillo, se protegió y durante mucho tiempo estuvo intacto.

En los últimos años hubo un descuido porque una cosa es pensar el arte libre de los grafiteros y otra es no cuidar el patrimonio. Es una cuestión de equilibrio. En la ciudad existe un reconocimiento de lo que es el patrimonio, hay que volver a trabajar sobre esto para seguir protegiéndolo.

En esta última gestión el patrimonio se ha demolido como nunca en toda el área central. Puede ser que el catálogo que había esté excedido, entonces hay que revisarlo y ponerlo en condiciones, porque había cosas que no se podían demoler. Hay cosas que se han tirado y nadie sabe decir por qué.

—Decís que algo cambió en los últimos años, ¿desde cuándo creés que sucede?

—No pasó solo en el último tiempo, viene de hace unos cuantos años. No se discute más sobre la ciudad. Las últimas ordenanzas sobre la transformación del área central fueron en 2008. Se hicieron muchísimos cambios y no fueron para bien porque permitieron fomentar la posibilidad de demoliciones.

En el 95 se discutió un plan estratégico, se hizo un plan urbano que se fue consolidando y tuvo una enorme participación de la ciudadanía. El proceso de centralización se discutía en los barrios con jornadas de trabajo urbano donde se discutía con la gente cuáles eran los proyectos transformadores.

El mismo signo político del cual yo participé también dejó de hacer esas cosas, pero en este último tiempo hay un mayor descuido. Una cosa es promover que se construya, de hecho desde el Colegio de Arquitectura tenemos que tratar de que haya mucho trabajo, pero la prioridad siempre es la ciudad. Nunca se debe resolver una situación que pueda ir en desmedro del patrimonio de la ciudad o de las condiciones de la ciudad.

—¿Por qué es importante preservar el patrimonio?

—Es la historia y la identidad de la ciudad. Nuestro patrimonio arquitectónico tal vez no tenga nada que ver con el de ciudades de otros países o incluso Buenos Aires. Nosotros tenemos un patrimonio diferente, mucho más anónimo tal vez pero relacionado a cómo se construyó nuestra ciudad. Rosario, una ciudad de trabajo sin fundador, tiene un patrimonio que no es solo el valor del objeto arquitectónico sino el valor del contexto urbano, del ambiente, del paisaje. Un lugar donde se hayan producido hechos que culturalmente sirvieron para transformar las ciudades, aunque no tengan valor arquitectónico son parte del patrimonio.

—¿Qué pensás del tema de las construcciones?

—No se puede seguir en estas condiciones. Hay una ecuación que no cierra y esa es la que hay que discutir. Hay muchos más metros cuadrados construidos de lo que realmente se necesitan y no están ocupados por los que lo necesitan. Hay una enorme cantidad de cosas que se construyen solo para especulación. Hay casos que hay que investigar, lo que no quiere decir que todo lo que se construya sea de dudoso origen, pero evidentemente no hay una planificación conectada con la problemática de la gente que no puede acceder a una vivienda. De hecho cada vez es más difícil, está cada vez más lejana la posibilidad que eso ocurra y las posibilidades de alquiler, con las condiciones de hoy, está muy difícil.

—¿Qué te parece que quedó pendiente de este proceso, qué pasó con la integración de todos los barrios?

—La enorme deuda es el desequilibrio, porque lo que falta precisamente es integrar todo el resto de la ciudad. Trabajar sobre todos los barrios populares, las villas, los asentamientos. Terminar con la infraestructura, con cloaca, agua y gas para toda la ciudad. Si bien hay grandes porcentajes donde se ha avanzado, me parece que es la mayor deuda.

Todo lo que es centro y costa hay que ir manteniéndolo porque son los lugares donde la gente viene de visita. No hay nada nuevo para descubrir, el municipio ha hecho mucho esfuerzo y obra, pero por ahí le cuesta mantener todo lo que tiene. El enorme desafío es trabajar en los más de 120 asentamientos que hay.

Es muy difícil pensar que a partir del 10 de diciembre estas cosas sean priorizadas, por lo tanto habrá que ver cuál es la acción de la provincia también. Porque en eso sí se necesita una enorme coordinación. Aunque primero se necesita una decisión política desde el municipio de hacerse parte.

La municipalidad solo trabajó en 4 o 5 de los 120 asentamientos y la provincia también. Es muy poquito. El déficit que tienen todos estos sectores requiere de una decisión política y una coordinación. Supuestamente ahora el municipio tiene coordinación con la provincia, y no queda claro, pero supongo que con la nación también.

Habrá que ver cuál es la actitud, qué es lo que va a hacer la nación con respecto a esto. No soy demasiado optimista, está difícil serlo.

La gran deuda desde la mirada de la disciplina es volver a discutir la ciudad que queremos y la que nos merecemos. No es una ciudad donde valga todo, donde el que más tiene pueda hacer más cosas porque tiene recursos. Está abierta la puerta a seguir haciendo, hay que dar una enorme discusión y ojalá la ciudad y la municipalidad se abran a ese tipo de discusiones.

*Arquitecto, urbanista, presidente del Colegio de Arquitectura y Urbanismo / Especialista en Control y Gestión de Políticas Públicas Municipales

 

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