Un grupito de chicos corría sin rumbo: aprovechaban el espacio amplio que tenían para ellos entre pabellón y pabellón. Por otro lado una mujer pedía un poco de yerba para preparar unos mates, mientras otra estaba sacudiendo su teléfono celular, con la esperanza de que el aparato volviera a tener señal. Al fondo, la gran olla de los ex combatientes de Malvinas largaba vapor, señal que indicaba que la comida estaba en proceso, y dos colectivos llegaban a la entrada de bulevar Oroño. “Ahí vienen más; pobre gente: esta lluvia nos mató”, dijo Inés mientras llevaba a su hijito al consultorio móvil del Sies, con la boca ensangrentada por haber caído al piso en plena corrida. La lluvia volvió a hacer de las suyas y los casi 400 evacuados que se contaban al mediodía de ayer esperaban que el agua bajara de su hogar para volver a empezar de cero. “Perdimos todo; el agua nos llegaba a la rodilla”, recordaron algunos evacuados en la ex Sociedad Rural, centro de encuentro donde se les brindó alimento, colchones, ropa y atención médica hasta que Defensa Civil diera el visto bueno para el regreso a casa. Anoche el número de alojados se había reducido sustancialmente.
“A las siete de la tarde la lluvia fue muy fuerte y se empezó a meter el agua en casa. La verdad que nos asustamos mucho y se nos mojó absolutamente todo. Recién a las 2 de la mañana nos avisaron los vecinos que estaban los colectivos para rescatarnos y ahí salí con los chicos a upa, ni les pude poner unas ojotitas”. Norma, una de las tantas mujeres que estaba expectante sobre la situación del barrio en las próximas horas, advirtió también que su esposo fue, como tantos otros hombres del barrio, quien se quedó cuidando “los pocos bienes que nos quedan. Bah, si es que la lluvia nos dejó una ropita o un juguete sano”.
Inés, al igual que Norma y Jaquelina, tiene su casa en el barrio La Palmera. Ella era la única del grupo que tenía crédito en su celular y estaba en comunicación con su esposo a través de mensajitos de texto. “Me quedan unos pesos así que mando sólo mensajes. Él me dijo que el agua de casa está bajando, pero ahora voy a averiguar si me dicen si puedo volverme o no”, expresó.
Por su parte, Gina, de Empalme, recorría el lugar preguntando por noticias del barrio: “Mi marido me dijo que había desbordado el arroyo Ludueña, y mi casa está cerquita; ¿alguien sabe qué pasó?”.
Al rato llegaron integrantes del Centro Audiovisual Rosario (CAR) y de Artes Urbanas, con algunos monociclos, sombreros y material para entretener a los chicos en su estadía en los pabellones. Y los chiquitos que estaban corriendo frenaron su curso para ver a aquel joven de sombrero verde y nariz de payaso que pedaleaba al lado de la ambulancia. “Vinimos a dar una mano. Es fundamental la asistencia médica y de alimentos, pero también consideramos que los chicos deben distraerse un poco, así que haremos unos números para que la pasen un poquito mejor”, compartió el actor Roberto Moyano.
La organización en el centro de asistencia
Susana Bartolomé, responsable de la Dirección de Economía Solidaria municipal, llevó adelante la coordinación general de la asistencia a los evacuados. “El plan de trabajo fue armado desde las 23 de ayer y el grueso de la evacuación de vecinos fue entre la 1 y 2 de la mañana. De todas maneras, ante la experiencia que tenemos en inundaciones, podemos contar con este espacio como un lugar seco y amplio y diferentes organismos se sumaron de inmediato a la ayuda, así que estamos muy bien organizados”, confió.
La funcionaria también detalló que hasta las 12 de ayer había casi 400 evacuados: 300 desde la madrugada y media mañana, que llegaron en colectivos de la línea urbana de transporte, específicamente destinados a este traslado, y otros 80 provenientes de dos colectivos más, sobre el mediodía.
A la noche, cuando las aguas empezaron a escurrirse, más de la mitad de los evacuados estaban de regreso a sus hogares.
Los responsables del centro de evacuados hicieron una extensión eléctrica para la recarga de teléfonos celulares.
Los evacuados recibieron las cuatro comidas y, cerca de las 12, el puesto móvil del Sies contabilizaba ya unas 50 atenciones, donde primaron los casos de heridas por cortes, en especial en los pies.
“La gente salió de su casa y no tuvo tiempo de ponerse siquiera algo de ropa o calzado; esto es típico de las inundaciones. Los broncoespasmo y los cortes en los pies son una fija”, relató Silvia Díaz, médica responsable del consultorio móvil, donde también se atendieron adultos y niños con fiebre, dolores de muelas, hipertensión y se derivó un bebé con hipoglucemia al hospital de Niños Víctor J. Vilela. “Hay personas que no comieron nada desde ayer a la tarde, o al mediodía, y entre la angustia de la situación, el frío al haberse mojado, el mal dormir, y la desesperación por saber qué ha sido de su casa y de sus cosas, integran una combinación peligrosa que debemos atender”, mencionó.