En los próximos meses, la Justicia, tanto provincial como federal, empezará a resolver la situación de la ex Mahle, la fábrica rosarina de aros que en 2009 valía millones de dólares y terminó con sus máquinas rematadas como chatarra y abandonadas en un predio a la vera de la Circunvalación. La empresa que adquirió la planta en 2010, de capitales argentinos y brasileños, reclamó un resarcimiento de entre 6 y 15 millones de dólares, y denunció penalmente a dos ejecutivos de la multinacional alemana, Salvador Fornieles e Ivan Piacenzotto, por retener y permitir que se vandalizaran los bienes de la empresa.
Durante más de una década se desarrolló en Rosario una historia de violencia económica que vuelve a contradecir a los manuales del liberalismo rancio que por estos días quiere volver a conducir el país. En los últimos siete de esos trece años, el poder y la impunidad de una multinacional que da empleo a 72.000 personas en todo el mundo se enfrentó a un empresario argentino para dirimir una disputa en los tribunales de Rosario y de la Capital Federal. El trasfondo de todo este proceso fue la intención de la empresa de dar de baja a la producción en Argentina para favorecer un negocio basado en la importación, objetivo que le valió las demandas judiciales que están a punto de resolverse.
Todo el proceso se inició en 2009, cuando la empresa alemana controlante de la industria que había fundado el rosarino Esteban Daneri decidió trasladar la planta a Brasil, tras un conflicto con sus 550 empleados, a quienes despidió e indemnizó.
Por decisión del gobierno nacional, Mahle no pudo trasladar en aquel momento su planta a Brasil, como pretendía, y la vendió a un empresario argentino, Jorge Basualdo, que fabricaba aros en Capital Federal desde 1978, y a sus socios brasileños.
Basualdo y sus socios invirtieron 2 millones de dólares para poner en marcha la planta y obtuvieron un crédito del Banco Nación por un millón. El monto de la compra fue de 3.400.000 dólares. La nueva empresa se comprometió a recuperar parte de los puestos de trabajo que se habían perdido y llegó a tener más de 100 de ellos operativos.
Los primeros tiempos fueron muy buenos para Aros Kim SA, con ventas cercanas a los 4 millones de dólares anuales. “No hay muchas fábricas que se pongan en marcha y en el primer año facturen 4 millones de dólares. Para nosotros fue un éxito”, resumió el empresario argentino.
Pero desde 2014, devaluación mediante, las cosas se complicaron y empezaron los atrasos con la deuda que exigía la multinacional alemana. Todo se complicó aún más cuando en 2016 asumió la presidencia del país Mauricio Macri y las facturas de la energía se multiplicaron por diez, además del aluvión de importaciones que tuvieron que soportar.
En ese marco, Basualdo y sus socios brasileños decidieron presentarse en concurso de acreedores, en 2016, para regularizar principalmente la deuda que todavía tenían con la multinacional alemana. El acuerdo alcanzado en el concurso era bueno y contemplaba pagos a 15 años, con dos años de gracia. La empresa planeaba mudarse a un predio de menor extensión, donde iniciaría una nueva etapa.
Como un requisito para poder homologar el concurso, y tras un pedido de desalojo avalado por el juez, Basualdo devolvió, por lo que entendía que sería un corto plazo, las instalaciones de la empresa a su dueño original. Pero nunca más recuperó las instalaciones y tampoco las máquinas, que con el tiempo fueron vandalizadas y robadas, sin que él pudiera intervenir para evitarlo.
Para Basualdo fue un error del proceso otorgar el desalojo a una empresa en pleno concurso, pero aceptó porque pensaban mudarse rápidamente a un edificio de 4.000 metros cuadrados, frente a la planta ubicada en la zona oeste de la ciudad. “Con esto proponíamos a Mahle que nos aprobara el concurso y entregamos el edificio. Ellos firmaron el convenio como depositarios, que se homologó en sede judicial del desalojo, pero no cumplieron”, explicó.
Como Basualdo no pudo cumplir con las condiciones del concurso, fundamentalmente porque nunca pudo recuperar las máquinas, la empresa Mahle pidió la quiebra y la Justicia falló a su favor. Tras esa medida, las máquinas fueron rematadas por 30.000 dólares, cuando la empresa en 2010 había sido vendida por más de 3 millones de dólares y las 150 máquinas que tenían valían muy por encima de esa cifra.
Basualdo a esa altura ya había iniciado una demanda en la Justicia provincial contra los directivos de Mahle por “retención indebida de bienes” y otra en el marco de la quiebra, que se tramita en la Justicia porteña, por un monto que va desde los 6 a los 15 millones de dólares, por la destrucción de las máquinas. El empresario argentino espera por estos días que se inicie el juicio oral en Santa Fe (la fecha anunciada es el 22 de abril de 2024) y que el juez de la quiebra tome una decisión en cuanto al resarcimiento económico.
El concurso, luego quiebra, se tramita en el Juzgado Civil y Comercial N°2 de la ciudad de Buenos Aires, a cargo de Fernando Pennaca. En el incidente 18 de ese expediente, Basualdo reclama el cobro por daños por 6 millones de dólares, aunque esa cifra podría trepar a 15 millones cuando finalicen los peritajes. La causa está próxima a cerrar y pasar a sentencia.
Al mismo tiempo, en los tribunales provinciales hay una causa penal por retención indebida de bienes (defraudación), que lleva adelante el juez Hernán Postma. Los dos funcionarios de Mahle imputados fueron derivados a juicio oral, lo que fue apelado y confirmado por la Corte provincial.
“La Justicia los imputó, ellos se defendieron. Fuimos a cuatro audiencias, pidieron tres de Cámara y perdieron en todas. Apelaron a la Corte, que dijo que tanto lo que resolvió el juez de primera instancia como la Cámara era correcto y que ésto se debería dirimir en un juicio oral. Los funcionarios no pueden salir del país”, explicó Basualdo.
“Hubo mil resoluciones, pero Mahle no me dejaba entrar. Al mismo tiempo iban pasando los dos años de gracia que teníamos para pagar. En abril de 2019 hicimos una presentación judicial para poder rescatar los bienes. Pero recién tuvimos una resolución favorable en diciembre de 2020. Y pudimos ingresar a la planta el 2 de marzo de 2021. En ese período de dos años tuvimos cuatro o cinco ingresos, donde observé que las máquinas habían sido vandalizadas y que ya no había stock. Quise ingresar con camiones para iniciar la mudanza, no me dejaron entrar, pero a partir de ahí ellos quedaron en mora por retención indebida de bienes”, relató Basualdo.
“Por una empresa que se vendió en 3 millones 400 mil dólares, la subasta recuperó 30.000 dólares. Las máquinas terminaron en un baldío en las afueras de Rosario, totalmente destruidas y oxidadas. Cuando los empleados vean las fotos se van a querer morir. Hubo algunas máquinas que yo logré sacar y las puse a disposición de la Justicia. En la subasta compré algunas, que no me sirven porque no las puedo poner en marcha porque no tengo la plata para hacerlo. Son máquinas que podrían llegar a ser algún día una fábrica de aros cuando pase todo ese proceso legal”, añadió Basualdo.
Trasfondo económico y político
“La idea de esta gente en 2009 era llevarse la planta a Brasil. No pudieron hacerlo porque intervino el gobierno de Cristina Kirchner y le pidió que vendan la planta para que quede en el país. Eso iba contra su proyecto y sus intereses, pero lo tuvieron que hacer. Nosotros compramos y cuando después le entregamos la planta con llave en mano con la promesa, después defraudada, de que íbamos a volver a retirar nuestros equipos, con nuestra gente, no desperdiciaron la oportunidad y permitieron dolosamente un vandalismo extremo durante meses, aprovechando para que se destruyera todo tipo de equipamiento, matrices, sistemas, a los efectos de que nunca más vuelva a haber una fábrica de aros en Argentina”, relató Basualdo a El Ciudadano. Y agregó en relación al objetivo de la maniobra: “El beneficio que les queda para ellos es ser dueños de más del 60 por ciento del mercado, trayendo los aros de importación a través de su empresa Mahle, madre de las que tienen acá en Argentina, facturando más de 10, 12 millones de dólares por año, con una ganancia neta que supera los 3 o 4 millones de dólares. Por eso destruir la planta era el gran objetivo y lo cumplieron a rajatabla”.
Una empresa con historia
La crisis de Mahle se generó en 2009 por un enfrentamiento de la multinacional con sus empleados, que terminó con 550 despidos y la intención de la empresa de mudar su planta a Brasil. En 2007, Mahle le había comprado la empresa al grupo Dana Corporation, que quebró en 2006 y, a su vez, le había adquirido el 100% de las acciones a Esteban Daneri, un empresario rosarino que empezó a fabricar aros en la década del 30 y fue quien desarrolló la empresa en una superficie de más de 10.000 metros cuadrados, de Avenida Perón al 5600.
En la década del 50, Daneri logró el asesoramiento técnico de The Perfect Circle (Indiana), el mayor fabricante de aros del mundo, a quien le reconoció una regalía durante diez años, consistente en el 5% del total de las ventas de aros, con una garantía de un mínimo anual de 10.000 dólares. A cambio, la firma norteamericana cedía la licencia, prestaba asistencia técnica y enviaba ingenieros para evaluar la calidad de la producción y sugerir mejoras. En 1956 adquirió la planta en la que funcionó hasta 2016.
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