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“La filosofía debería parecerse a la literatura”

El filósofo belga Pierre De Roo presentó en Buenos Aires su libro “¿A dónde va la verdad?”

Los genocidios, las ocupaciones coloniales y las inquisiciones invocan con demasiada facilidad el nombre de la verdad; bajo esta premisa, el filósofo Pierre De Roo escribió ¿A dónde va la verdad? Artimaña, filosofía y violencia y de paso por Buenos Aires habló de la connivencia de la razón y la violencia, la manipulación, la virtud y la política y el nuevo paradigma de la filosofía.

El filósofo de origen belga que vive entre Lisboa y París llegó a la Argentina para presentar este libro que, escrito hace cinco años, recién ahora ve la luz en español gracias al sello Waldhuter.

Con un lenguaje ameno, De Roo deshace la verdad como una lógica formal y la pone en el banquillo de los acusados: el juicio final lo da el encuentro entre la historia y la filosofía donde en casi 250 páginas comprueba su hipótesis central: la violencia contra el otro, a lo largo de 25 siglos, se escuda tras un marco legítimo.

En su ensayo analiza “la verdad como excusa de monstruosas fantasmagorías; se trata de dilucidar la artimaña mediante la cual la razón sirve de pretexto para la violencia: el verdugo mata simplemente porque el otro es el otro”.

De Roo dio sus primeros pasos en la física y no olvidó la materia para embarcarse en la filosofía: “Mi forma no es abstracta y en esa medida no soy un intelectual; todo de lo que escribo forma parte de mi vida”.

“Nací y me crié en Portugal durante una dictadura; conocí la mentira, la violencia, la manipulación”, dijo en una entrevista este investigador de la Universidad de Lisboa.

El libro se inicia con el debate entre Platón y los sofistas, donde el griego manifestaba que “el hombre habita sus ideas”, esas ideas forman parte de la realidad, entonces, sostiene De Roo: “Matar en nombre de una idea, de una representación del mundo, se vuelve posible, incluso justificable”.

—¿Cuál es el origen de esa connivencia entre razón y crimen?

—Es una razón histórica, que viene del pensamiento en Grecia. Los griegos tienen dos aspectos en su inteligencia una es práctica y la otra más oculta, la de la artimaña. Esa otra cara invisible, es una inteligencia política y maquiavélica, la que Platón utiliza para definir la verdad. Y por eso –de forma no oficial– la verdad termina siendo peligrosa. Platón dijo: “Lo verdadero son las ideas, no el mundo”; entonces el mundo queda atrapado en esa red de las ideas. Durante 23 siglos imperó esa noción, pero el mundo se reveló; por eso, la historia de los últimos 200 años y sobre todo la del último siglo es muy agitada.

—Usted dice que la verdad con su artimaña nos ha descarriado; ¿en qué punto de ese proceso se encuentra la humanidad?

—Estamos viviendo un momento crucial: es el final de una historia y tenemos que inventar su continuación. Terminan 25 siglos de relaciones muy fuertes entre razón y violencia, lo cual no quiere decir que esas relaciones no vayan a continuar; lo que cambió es que podemos comprender mejor esas relaciones.

—Entonces si los filósofos son los que instalaron las verdades y sus artimañas, ¿son en parte ideólogos de los crímenes?

—Los filósofos hacen algo que ignoran, en principio no meten las manos en el crimen; en todos los regímenes hay ideólogos de la verdad pero no son filósofos. En cierta medida, Platón es el sospechoso de haber introducido esta modificación. Pero fue superado por su propio invento: no se puede decir que el exterminio de los judíos fue su responsabilidad.

—¿La política y la virtud son irreconciliables bajo su premisa?

—Platón creó esa idea de verdad para introducir la virtud en la vida política y, finalmente, es ahí cuando la virtud es destruida por él mismo. Porque si la verdad es un artimaña que atrapa al mundo, es una verdad que va a estar al servicio del poder y la virtud queda en suspenso. Si queremos que la virtud reaparezca en el mundo político tenemos que olvidar todo este linaje y esta tradición filosófica tiene que aparecer de otra manera.

—¿Cómo se puede pensar de nuevo la política como algo virtuoso?

—Habría que abandonar las teorías de Platón porque dificultó las relaciones entre las personas. Si cada vez que estoy con alguien me está atrapando con la artimaña en nombre de la verdad, la historia no va a terminar bien.

—El poner en tela de juicio este paradigma clásico es echar luz sobre una nueva mirada de la razón…

—Se debería escribir una filosofía que facilite la comprensión del otro y de la comunicación en lugar de una filosofía basada en la verdad lógica, tendría que estar basada en la metáfora, algo más amplio.

—¿Cuál es la clave de este cambio?

—Que en lugar de poner etiquetas como “el africano es primitivo o el árabe es fundamentalista”, que encajan a las personas, habría que tener un medio de comunicación donde se contaran historias más interesantes. La filosofía debería parecerse más a la literatura con historias argumentadas, donde uno pueda defender su punto de vista, que vaya en el sentido del diálogo y no en la separación de las personas, ni tampoco en un discurso que más allá de nuestra voluntad ya es perverso.

—¿Cuál es el rol de los medios de comunicación frente a esta noción de la verdad como artimaña?

—La manipulación de los medios es un problema constante. Pero yo hablo de algo que empieza antes, de una manera oculta y perversa. Una cosa es censurar un artículo y otra cosa es tener pensamiento y conceptos que en sí mismos son perversos. Hay una diferencia de grado. Esta perversión en los medios es deseada y consciente, es censura social, económica y política, pero es una manipulación visible, que se puede denunciar; otra cosa es la manera en que las mentalidades y el espíritu se van estructurando de forma invisible. Hay una metis (artimaña) cotidiana, pero también hay otra más arriba y ambas están vinculadas.

—¿Qué es para usted la verdad?

—Confucio decía: “Hay que darle a las palabras su sentido exacto”, y me basé en eso. Traté de darle a la verdad su sentido exacto. Es una estratagema, por eso la razón está vinculada a la violencia. Cuando hay mucha confusión hay que parar, ver qué es lo que hay adelante.

—¿A dónde va la verdad?

—Creo que tiene unos días muy lindos por venir, pero le va a ser difícil. Lo importante es el papel del filósofo: dar herramientas para ver las cosas de otra forma.

—¿Y el rol del bien y el mal en la historia de la humanidad?

—El mal es algo concreto y palpable, lo vemos en la vida cotidiana con personas que están habitadas por el mal. Ver personas habitadas por el bien es más difícil porque el bien y el mal no son simétricos. El bien es difuso y simbólico, es un acto preciso, reparador.

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