Hernani Natale, Télam
Hace 40 años, en medio de los primeros resquebrajamientos internos y externos de la dictadura militar, comenzaba a gestarse de manera subterránea un movimiento que significaría una bisagra en el rock argentino con propuestas que invitando al baile, con letras cargadas de humor y cinismo, actuaciones performáticas y la mirada puesta en el individualismo, configuraron de manera radical al movimiento local.
Bandas como Los Twist, Los Abuelos de la Nada y Suéter, apadrinadas por Charly García, Virus, Soda Stereo, Sumo y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, entre otras, fueron algunas de las caras visibles de este movimiento, que se hicieron familiares a nivel popular en medio de la Guerra de Malvinas, con las restricciones oficiales a la difusión de música en inglés, y tuvo su gran explosión durante la llamada «primavera democrática», iniciada en 1983.
Sin renunciar a la crítica social y política, esta generación se diferenció de sus antecesores al renunciar el tono «panfletario» en las líricas y al proponer ritmos bailables en lugar de la trova de las canciones de protesta o las complejas composiciones que daban cuenta de la influencia del rock progresivo inglés.
«Hay que salir del agujero interior» de Virus, «Pensé que se trataba de cieguitos» de Los Twist, «Sin porteros» o «Mamá planchame la camisa» de Suéter, «Te hacen falta vitaminas» de Soda Stereo, o «No te enamores nunca de aquel marinero bengalí» de Los Abuelos de la Nada, son algunos ejemplos claros del cambio de época impulsado por una camada que se movía con nuevos modelos.
«La dictadura fue devastadora pero creó una especie de año cero. Dejó un huevo de serpiente y apareció una generación más pragmática, que veía que las ideas utópicas de sus hermanos mayores se habían encontrado con la represión y la muerte. Así nació el «yo primero» que crea un arte muy interesante», graficó ante Télam el periodista especializado Alfredo Rosso.
En tal sentido, definió al homónimo primer disco de Soda Stereo, con canciones como «Sobredosis de TV», «¿Por qué no puedo ser del Jet Set?», «Dietético» y «Un misil en mi placard», como «la representación más clara del cinismo y el hedonismo» de la década del 80.
«La idea era cambiar el paradigma de lo que se escuchaba en ese momento que era, por ejemplo, el rock sinfónico. Se había dejado de bailar y se había desvirtuado un poco el origen de lo que el rock había propuesto en sus inicios. Entonces fuimos a algo más visceral, algo que entrara por los pies y por el cuerpo, más que por la cabeza», explicó al ser consultado por esta agencia el músico Daniel Melingo, pieza clave de Los Twist e integrante de Los Abuelos de la Nada.
Respecto a las letras puntualizó: «Es cierto que queríamos diferenciarnos pero también teníamos como parámetro a Charly García y Luis Alberto Spinetta. Pero elegimos no movernos por el terreno testimonial sino por el poético. Para lo social estaban los diarios. Eso lo aprendí de Miguel Abuelo».
«Yo creo que lo que nos diferenció de la generación anterior fue el humor, que hasta entonces no era parte del rock, salvo un poco en el caso de Charly García. Éramos una generación linda, colorida, que se metió en la alegría. La mesa estaba servida», dijo, por su parte, Miguel Zavaleta, líder de Suéter.
Y añadió: «Fuimos las personas justas en el momento justo. Era la época en que la gente empezaba a respirar. Sin ánimos de comparar talentos o virtudes, yo sentía que vivíamos un Montmartre. Incluso, ellos eran más desgraciados, porque nosotros nos divertíamos».
«A mí no me gustaba la canción de protesta. Estaba hinchado las pelotas de eso y del rock sinfónico y decidí empezar a componer en otro formato», explicó Pipo Cipolatti, líder de Los Twist.
Y amplió: «Por ejemplo, escribí «Pensé que se trataba de cieguitos» porque lo que era de protesta o denuncia era muy obvio, muy directo. Entonces se me ocurrió una versión más inocente, como una acuarela».
Aunque no con la fuerza con la que ocurrió en estos últimos años, esa generación también significó una importante irrupción de mujeres en el rock, que desde sus inicios sólo había tenido a unos pocos nombres como Gabriela y María Rosa Yorio, en los primeros planos.
Celeste Carballo, Las Viuda e Hijas de Roque Enroll, Fabiana Cantilo, Hilda Lizarazu, Leonor Marchesi, Patricia Sosa en el rock más duro, e Isabel de Sebastián y Celsa Mel Gowland en el pop, son algunos ejemplos.
En tal sentido, Isabel de Sebastián, cantante y líder de Metrópoli, e integrante del performático grupo femenino Las Bay Biscuits, señaló a Charly García como uno de los grandes artífices para que esto ocurra.
«Ha sido muy importante en eso. Tiene otro derrotero que no han tenido otros músicos. Siempre tuvo cantantes femeninas. Sus fotógrafas han sido siempre mujeres. De todos, Charly aparece como el que más ha incluido a las mujeres en la historia», destacó la artista que pisó por primera vez un gran escenario al ser invitada con Las Bay Biscuits a abrir un show de Serú Girán en Obras.
Pero los medios de comunicación también fueron un factor clave en esta explosión del nuevo rock argentino en la primera mitad de los 80, según el análisis de Rosso, quien recordó la proliferación de espacios en la radio y la televisión destinados a la música joven, algo que «no había ocurrido nunca hasta entonces y no volvió a ocurrir después de ese período».
Según Zavaleta, hubo una «futbolización del rock que apuntó al «feísmo» musical», mientras que Melingo consideró: “Todo se volvió más comercial, por decirlo de alguna manera».
«No sé bien cuándo cambió la cosa porque jamás hice un seguimiento de lo que iba pasando. Son fenómenos culturales que involucran un montón de cosas, pero la música perdió originalidad cuando empezaron a aparecer grupos que querían parecerse a otros. Empezó a haber más gente con instrumentos que músicos», sintetizó Cipolatti.
El inicio de una nueva era política en 1989, marcada por el neoliberalismo, fue la estocada final de este movimiento, que fue desplazado por propuestas que comenzaron a sentar las bases de lo que se conoció como «rock barrial». El cambio de época era un hecho.
Postales de la pérdida de solemnidad
Más allá de las letras humorísticas y los ritmos bailables, las actuaciones performáticas, que incluyeron además la creación de diversos subgrupos, fueron otras de las características del gran cambio ocurrido en el rock argentino en la década del 80.
En los primeros años, llamó la atención la inclusión del grupo Caviar, de Jean Francois Casanova, en los conciertos de Virus; la aparición de estrafalarios personajes en esas especies de happenings que resultaban los shows de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, o los subgrupos que conformaban integrantes de Los Twist, Los Abuelos de la Nada y Suéter.
Las Bay Biscuits, conformado por Fabiana Cantilo, Vivi Tellas, Isabel de Sebastián y Diana Nylon; las obras del Ring Club, de las que participaban Daniel Melingo, Miguel Abuelo y Miguel Zavaleta, entre otros; y Los Viejos Chotos, La Agrupación Parisi, Los Parroquia y La Ray Milland Band, surgidas del seno de Los Twist, son algunos ejemplos de esto.
La invitación a Las Bay Biscuits a abrir un show de Serú Girán en Obras y la obra Juicio oral al Doctor Moreau, del Ring Club, son dos hitos que marcarían el andar de ese grupo de artistas que apostaba a un humor paródico y absurdo.
De esa manera, era moneda corriente que en los shows de Los Twist aparecieran los distintos subgrupos que, de una manera u otra, operaban como una lectura humorística de fenómenos que ocurrían en la sociedad argentina.
«Los Parroquia surgió cuando empezaron a aparecer los primeros pastores en Plaza Once. Se juntaban un par vestidos de blazer a cantar canciones pedorras de iglesia», recordó Pipo Cipolatti.
Por su parte, Daniel Melingo contó: «La Agrupación Parisi era un grupo de jazz, formada por músicos que sólo tocaban si tenían una partitura delante, y había sido creado por un imaginario periodista especializado que armaba encuentros de ese tipo».
En ese mismo tono estaban Los Viejos Chotos, que presentaba a los integrantes de Los Twist caracterizados como ancianos, «con sueros, que eran llevados al escenario por enfermeras en camillas y con sus piyamas meados», según describieron Cipolatti y Melingo.
«Teníamos hígados de vaca debajo del piyama y, en un momento, nos lo arrancábamos y lo tirábamos al público», contó Melingo al rememorar la performance llevada a cabo en la presentación de Cachetazo al vicio, el segundo disco de Los Twist.
Por esas cosas, Cipolatti no duda en calificar a Los Viejos Chotos como «una de las primeras agrupaciones punks, porque hacía cosas muy repulsivas».
Muchas de esas subformaciones pasaron por el recordado programa ómnibus Badía y Compañía, conducido por Juan Alberto Badía, que se emitía los sábado a la tarde por Canal 13.
Así, en el cierre del último envío del año 1986, se presentó la Ray Milland Band, grupo integrado por Cipolatti, Melingo, Zavaleta, Andrés Calamaro y Camilo Iezzi; que entre sus músicos, camuflados como artistas negros, contó con Charly García y Pedro Aznar.
«En esa época veíamos muchas películas clase B, el cine de Roger Corman, entonces creamos una banda que era un homenaje a Ray Milland, el actor que protagonizó El hombre con rayos X en los ojos. Justo había salido una canción de esa agrupación en el disco de Los Twist La máquina del tiempo y Badía nos invitó a hacerla en el programa, así que ensayamos una vez y fuimos», rememoró Melingo.
Cipolatti aseguró: “No había un plan, sino que simplemente sucedían cosas así, porque había muchas canciones que no entraban en la onda de Los Twist, entonces había que crear otra agrupaciones para hacerlas».
«Cuando nos juntábamos con Pipo a hacer canciones era por diversión. Había un código interno, a veces demasiado críptico. Primero creábamos el concepto del grupo, el nombre y luego hacíamos dos o tres canciones como si fueran ellos», detalló Melingo.
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