“Pensar al cuerpo desde las artes escénicas pero sin estar reñidos a ninguna disciplina nos permite trabajar desde la frontalidad; y es fascinante ese encuentro con el público porque allí las máscaras se caen”, dice contundente Alejandra Valdés, bailarina, coreógrafa e investigadora del movimiento, oriunda de Santiago del Estero pero radicada en Rosario desde 2003, acerca de Ensayo sobre la perdida, un nuevo material de investigación sobre los límites del cuerpo en escena, entendiéndolo como un campo poético y político, que se conocerá este sábado en La Sonrisa de Beckett y que se revela como el primer proyecto del grupo Eppur Si Muove, frase en italiano que se traduce como “sin embargo se mueve” y que se le atribuye a Galileo Galilei.
En ciernes, se trata de “una obra abstracta, visceral, dramática y ridícula”, compuesta por un lenguaje hibrido y frontal de la que participan en escena Romina Bozzini, Yanina Giuva, Silvina Leto, Ernesto Remedi y la propia Valdés, con asesoramiento coreográfico y dramatúrgico de la talentosa Marina Sarmiento, música de Alexis Perepelycia, vestuario de Cristian Ayala, luces de Diego Quillici, instalación de Francisco Nakayama, asistencia técnica de Gonzalo Dieguez y fotografía de Ernesto Remedi y Nano Pruzzo, bajo la dirección general de Alejandra Valdés.
La obra se construyó desde un taller y espacio de investigación que arrancó en 2016, a partir de la premisa de ensayo sobre el contagio, la acumulación y la pérdida, donde los cuerpos son arrojados a la intensidad que provoca, en la experiencia humana, el cambio drástico de lo inesperado.
“Una pizca de silencio brilla en medio de una población en llamas. Nuestra inocencia nos muestra el nacimiento de un sonido convertido en tiempo, un vuelo de aves nos lleva en un abrazo hacia un final posible: un cielo de soles entre montañas nocturnas”, escribe el equipo en tono poético acerca de la propuesta que lejos de abordar una respuesta, desde la idea de ensayo, se llena de preguntas.
“El grupo se creó en un taller acerca de micro exploraciones montado en 2016; si bien es un laboratorio de danza, el cuerpo está visto como potencia, como de lo que es capaz, de todos sus posibles. Es un trabajo en el que exploramos a través de esa materia que somos para encontrar finalmente la propia fuerza poética y expresiva, porque todos los cuerpos tienen capacidades que desconocen”, expresó Valdés en diálogo con El Ciudadano.
El potencial oculto
“No me interesaba si venían de la danza o no, lo que sí me interesaba era darle prioridad a lo que cada uno de esos cuerpos tenía ganas de explorar; por eso que mi posicionamiento no tuvo que ver con mirar a esos cuerpos desde una disciplina específica, aunque sí buscamos producir movimiento y observar qué hay a partir de eso”, expresó Valdés. Y continuó: “El grupo que se armó es híbrido, porque hay gente del yoga, del teatro, de la danza, la fotografía, las artes visuales; fue un proceso en el que empezamos a indagar a partir de diferentes ejercicios de movimiento e improvisación para ver qué aparecía. Y una vez que se armó el grupo abordamos lo que era o representaba la idea de la pérdida para cada uno, poder hacer una traducción de los estados que generaba en cada uno ese acontecimiento a través del cuerpo”.
Perder, dejar, comenzar
“El tema de la pérdida apareció de forma intuitiva: es un tema universal siempre presente que tiene su peso, que cada cultura lo ve y analiza de una forma diferente; es un hilo en común que nos atraviesa a todos los seres humanos”, expresó la bailarina y directora. Y profundizó: “Empezamos a observar la pérdida como un acontecimiento de la vida, como algo que, también, produce algo nuevo, que genera distintas posibilidades en relación con el curso de la vida como si fuera el de un río; la pérdida siempre genera un estallido y algo cambia. Pensamos la pérdida como encuentro y posibilidad y no como punto final o algo tajante, no como algo inerte. Por el contrario, los seres humanos somos pura continuidad. Es a partir de allí que me interesó ver qué proponían esos cuerpos, a qué estados llegábamos y qué era lo que aparecía. El resultado es un borde entre la presentación y la representación”.
Partir de la pérdida
“Nos planteamos por dónde mirar el contexto en el que producimos este material y eso fue cambiando a lo largo del proceso”, analizó la directora en relación con un contexto de pérdidas cotidianas.
“Nuestro punto de vista para crear esta obra hace que podamos profundizar en cómo miramos este acontecimiento de la pérdida, de ese cambio continuo. En medio de este contexto en el que estamos viviendo, decidimos virar nuestra mirada para un costado que no sea denso. Justamente, la posibilidad de crear nuevos puntos de vista acerca de lo que estamos viviendo es parte de la evolución, es algo propio del devenir creativo ante algo que pueda echarnos para atrás. Es por eso que la obra tiene momentos bizarros que se corren de lo dramático. La idea es poder saltar por encima de todo eso e inaugurar cosas nuevas. Lo que nos genera este contexto es activar, salir, no dejarse aplastar, y en ese sentido buscamos echar un poco de luz en la escena, reírnos y generar contagio, ése es el posicionamiento en el que nos ponemos desde lo ideológico”, detalló la también intérprete de Semilla del aire.
Cuerpo como paradigma
“Siempre el cuerpo es un gran interrogante, es una pregunta que encuentra sus respuestas a lo largo del tiempo, pero en principio esta vuelta al cuerpo, su recuperación, es algo propio de esta época”, dijo la directora.
“Cada época pensó al cuerpo de una forma diferente y lo ha encorsetado y puesto en un lugar determinado. En este momento, frente a este gran cambio de paradigma en todos los niveles, la vuelta al cuerpo tiene que ver con que es lo único que tenemos, es el medio por el cual experimentamos el mundo y ha sido reprimido durante mucho tiempo. Todos los movimientos que se están dando en el presente encuentran en el cuerpo la llave para todo: para sanar, para poder experimentar la libertad, que es uno de los grandes movimientos del presente; nuestra carne nos permite reconocer que estamos en este plano, de todos modos se ha vuelto algo complejo estar despiertos y es un ejercicio cotidiano. Los movimientos feministas estamos en este trabajo de poder visibilizar al cuerpo dado que no se experimenta sólo a través de la ideas, lo vivimos en carne propia y eso tiene un valor”, analizó Valdés en relación con el cuerpo revelado como el gran paradigma del nuevo milenio.
“Lo que empieza a pasar dentro de las artes escénicas –expresó finalmente–, y es algo que se da desde las segundas vanguardias donde en la performance aparece el cuerpo como territorio, como arte y vida sin separación, es que el cuerpo ha vuelto a decir presente; somos sujetos históricos y políticos, la historia de la humanidad y la del arte está condensada en cada subjetividad, cada cuerpo tiene algo para decir, sólo es necesario hacerlo hablar y el resultado siempre es una gran sorpresa”.
Para agendar
Ensayo sobre la pérdida se conocerá este sábado, a partir de las 21.30, y por siete únicas funciones, los sábados de mayo y junio, a partir de las 21.30, en La Sonrisa de Beckett, de Entre Ríos 1051