El naufragio en las costas de Lampedusa que dejó más de 200 muertos y otro puñado de desaparecidos originó un fuerte debate en la Unión Europea sobre la falta de políticas conjuntas de apertura e integración hacia los inmigrantes. A pesar de los pedidos desesperados de las autoridades la legendaria isla italiana, otrora famosa por su ambiente paradisíaco, los países del bloque se han desligado de la catarata de refugiados que huye de conflictos armados en sus tierras natales.
“Es un horror. No dejan de llegar barcos y descargar muertos. Los medios de comunicación tienen que venir a ver esto. Es impresionante”, afirmó la alcaldesa Giusy Nicolini tras la tragedia, ocurrida a principios de octubre. “No pueden seguir viniendo en estas condiciones. Si sigue así sería mejor que fuéramos a por ellos”, sostuvo la funcionaria, que desde hace meses denuncia el olvido de las instituciones europeas ante el drama.
Desde su elección en mayo de 2012, la alcaldesa lleva adelante una batalla para que los altos cargos tomen conciencia frente a la urgencia, y parte de esos esfuerzos fue una carta dirigida a la UE en la que pedía ayuda bajo el título: “¿Cuán grande tiene que ser el cementerio de mi isla?”. La región está 205 kilómetros al sur de Sicilia y a sólo 113 kilómetros de África, lo que la convierte en una meta fácil de alcanzar para miles de inmigrantes desesperados.
En la única necrópolis de la isla en Cala Pisana yacen decenas de de tumbas NN y el municipio sólo colocó una foto del mar en el que perdieron la vida y sobre la que está detallada su supuesta edad, sexo, origen, y la fecha en la que fueron encontrados.
De acuerdo con el último informe de la fundación Fortress Europe, desde 1990 hasta principios de 2013 ya murieron 8.000 personas al cruzar el Canal de Sicilia, de los que 2.770 lo fueron en 2011, cuando debido al conflicto en Libia, Egipto, Túnez y Etiopía cerca de 60.000 personas emprendieron la travesía en un intento de llegar a Italia.
El traslado se efectúa en condiciones infrahumanas, con barcos sobrecargados y semiderruidos que por lo general siempre naufragan antes de llegar a destino. La cantidad de casos se da por dos aristas: el negocio de tráfico de personas y la férrea política antimigratoria y leyes xenófobas por parte del viejo continente.
Sobre la última tragedia en particular, generaron estupor los testimonios de sobrevivientes que afirmaban que hubo varios pesqueros que fueron testigos de lo que ocurría y no ofrecieron ayuda. Una legislación votada en 2008 por el entonces primer ministro, Silvio Berlusconi pena con cargos de complicidad a quienes se solidaricen con los extranjeros clandestinos y legaliza el abandono de personas. Esta normativa se repite a lo largo del bloque, a la par que los partidos de ultraderecha y neonazis llegan a ocupar bancas en los Congresos. La situación ha sido calificada de “vergüenza” por el papa Francisco.
Ante las críticas, la Comisión Europea decidió dar un paso al frente para evitar nuevas tragedias. La comisaria de Interior, Cecilia Malmström, propuso a los Estados miembro la creación de un cuerpo europeo que detecte y rescate a los inmigrantes que se aproximen a las costas comunitarias por el Mediterráneo. Esa misión debería abarcar “desde Chipre hasta España”, según confirma a el portavoz de Malmström al diario El País de España.
Este proyecto, no obstante, seguramente tendrá reticencias dado su alto costo.
Por ello, la encargada europea de Ayuda Humanitaria, Kristalina Georgieva, pidió mejores oportunidades de acceso para refugiados en el bloque comunitario. “Nosotros los europeos no sólo debemos abrir los corazones y la billetera, sino también nuestras fronteras”, afirmó al diario alemán Die Welt.