Miguel Passarini
La vida no admite cercos ni certezas o en todo caso la única certeza es que termina con la muerte. La vida, vista desde la cercanía del final, como en el poderoso relato Los Muertos de James Joyce y en la película homónima de John Huston, es una nevada que se ve caer por la ventana y que lo cubre todo. “La nieve cae lánguidamente sobre todos los vivos y sobre todos los muertos”, remata el autor de Ulises, como metáfora de que la muerte es universal y nadie se salva de ella.
En La habitación de al lado, estrenada en los cines locales el jueves último (se puede ver en Showcase, Hoyts, Cinepolis, Monumental y Del Centro) y que parte precisamente de esa poderosa metáfora, el siempre inquietante cineasta español Pedro Almodóvar, dueño de una carrera de cuarenta años en la que siempre fue fiel a sí mismo y donde la muerte aparece como uno de sus grandes intereses, acerca otra película notable, actuada con maestría por Tilda Swinton y Julianne Moore, que pone en discusión la eutanasia pero también la atrocidad de las derechas en el mundo y la necesidad imperiosa de empatía, entre otros temas que aparecen como relámpagos dentro de la trama central pero que, sin embargo, dialogan de manera directa con esa problemática: la de ayudar a morir a otro cuando ya no queda otro camino.
Todo lo vivo morirá alguna vez; es un par dialectico inseparable. Pero elegir cómo morir, por cuestiones éticas, religiosas o por el motivo que sea, sigue siendo un tema tabú, incómodo, poco tratado, políticamente incorrecto para la gran mayoría, y es ahí donde el realizador pone atención, con su mirada poética y disidente de la vida, con su amor por lo corrido de la norma, con esa incorrección política que lo hizo tan enorme, acompañado de una fotografía deslumbrante que hace honor a su paleta de colores, esta vez en la profundidad de los rojos y los verdes, sumada la música original de Alberto Iglesias y una serie de homenajes al cine clásico estadounidense que se refleja en infinidad de detalles.
El guión del film, tan almodovariano que duele, es una adaptación bastante libre de What Are You Going Through, novela publicada en 2020 de la escritora estadounidense Sigrid Nunez, y parte del reencuentro, después de un largo tiempo, de dos amigas y colegas en medio de un momento crítico de la vida de una de ellas. Ingrid, la majestuosa Julianne Moore, y Martha, la camaleónica y siempre inquietante Tilda Swinton, que pareciera llevar la muerte en ella, fueron muy cercanas en sus años de juventud y hoy rondan los 60 años. El tiempo hizo lo suyo, y más allá de muchas cosas compartidas, Ingrid se convirtió en novelista y Martha en reportera de guerra y de este modo se alejaron por un largo tiempo. Un hecho fortuito hace que se reencuentren cuando Martha transita internaciones y tratamientos diversos por un cáncer terminal.
En principio, el film hace foco en la idea de un vínculo, el de la amistad verdadera, que se sostiene intacto a lo largo del tiempo y más allá de los intersticios y las distancias. Ese encuentro donde lo no dicho aparece a modo de preguntas, despliega una serie de flashbacks que hacen posible que algunas cosas adquieran sentido y profundidad. Desde una hija que poco conoce de su madre pero que mucho se le parece, pasando por un hombre que alguna vez fue amante de ambas y que vuelve en un momento clave, hasta una mirada latente de lo diverso en cada uno de los detalles.
Pero hay más y mucho más allá de lo que supone la novela de Sigrid Nunez. La habitación de al lado, en cuyo elenco también se lucen, entre otros, John Turturro y el argentino radicado en España Juan Diego Botto, es una película de Almodóvar, donde las lógicas del melodrama se sumen, como ha pasado con otras de sus películas, a las del drama más rotundo, pero donde aparecen como marcas indelebles una serie de homenajes y autohomenajes que van desde la evocación en algunas escenas a Hable con ella, pasando por el afiche de esa película e incluso por el homenaje a Persona de Bergman, uno de sus clásicos favoritos.
En el mismo sentido, el realizador, que en un gran momento de una carrera llena de logros, viene de ganar el León de Oro del 81° Festival de Venecia y seguramente estará nominado, entre más, al Oscar, ofrece las coordenadas para acercarse al tema de la eutanasia de una forma donde la solidaridad y la empatía con los seres amados trasciende todo e incluso deja en claro que no debería tener límites, como pasa con el amor verdadero, como acontece con la nevada que todo lo cubre en el atronador final de Los Muertos, de Joyce.
Pero en un mundo deliberadamente odiante, donde los supuestos grandes líderes dirimen sus cuestiones a través de mensajes amenazantes en las redes sociales, el film pone en discusión la ausencia de empatía en contextos políticos cada vez más amplios donde las derechas extremas han llevado a los seres humanos a un individualismo atroz que se ha naturalizado, y es precisamente allí donde el drama clásico se corre para dar lugar al mensaje político a partir, también, de un poder inusual que le es propio a las mujeres. Es ése universo que este realizador tanto conoce e incluso con la muerte como gran protagonista casi tanto como la vida, y por lo mismo materia de discusión y de debate a lo largo de toda su obra.
Con esta película, Pedro Almodóvar dice (nos dice) que el amor e incluso el sexo hoy son un acto de rebeldía, y que hay que estar cerca del otro cuando el otro lo necesita, tan cerca y con la capacidad de escucha y contención como se pueda, incluso, de ser posible, muy atentos y expectantes, dispuestos al abrazo, compartiendo el deseo y esperando el momento preciso de la partida, en la habitación de al lado.