Por: Gastón Marote/ NA
Francisco García Escalero, conocido como «el matamendigos» acechó en España a personas indigentes y fue condenado por matar a 11 de ellas, aunque se estima que fueron 15, pero de todas maneras al ser inimputable por la esquizofrenia que padecía terminó internado en el psiquiátrico penitenciario de Alicante.
Nacido en Madrid el 24 de mayo de 1954, García Escalero, quien practicaba la necrofilia y el canibalismo, era un niño reservado y solitario, que le gustaba pasearse de noche por los nichos, ya que vivía a unos 200 metros del cementerio.
Además, se empezaron a notar en este chico impulsos suicidas, ya que se lanzaba a los automóviles, algo que irritaba a su padre, quien le daba brutales palizas.
En 1970, con apenas 16 años este hombre fue internado en el psiquiátrico, donde empieza a cometer los primeros delitos (pequeños hurtos), al tiempo que exploraba casas abandonadas y espiaba a mujeres y parejas por la ventana mientras se masturbaba.
A los 19 años robó una moto y fue internado en un reformatorio, pero al salir de allí su situación empeoró: junto a unos amigos atacó a una pareja en las inmediaciones del cementerio de la Almudena, donde violaron a la joven en presencia de su novio, por lo que fue condenado a 12 años de prisión. En la cárcel se hizo algunos tatuajes, algunos con frases llamativas como «Naciste para sufrir».
Al salir de prisión se hizo alcohólico y empezó a tomar pastillas, por lo que se tornó agresivo y muy violento. Además, empezó a tener alucinaciones auditivas, una serie de voces que le piden que cometa nuevos crímenes y que profane cementerios.
Fue así que su primera víctima fue Paula Martínez, una prostituta adicta con la que contacta en la calle Capitán Haya, de Madrid. Esta mujer apareció decapitada y carbonizada en agosto de 1987 en las afueras de Madrid.
Desde ese momento, este sujeto elevaría el nivel de brutalidad de sus homicidios: cuchilladas en cantidad por la espalda, golpes en el cráneo en forma violenta con grandes piedras o directamente decapita y a algunos les saca las vísceras o el corazón con una navaja (a veces incluso probando un bocado de estas partes mutiladas).
Posteriormente, para borrar el rastro, quemaba lo que quedaba de los cadáveres y les cortaba las yemas de los dedos, e incluso practicaba actos de necrofilia con sus víctimas.
Además, para profanar las tumbas saltaba las tapias de la Almudena, rompía algún nicho, sacaba un cuerpo de la fosa y abusaba sexualmente de él.
Los crímenes continuaron y en marzo de 1989, un mendigo llamado Ángel, apareció semidecapitado y con las yemas de los dedos amputadas.
Dos meses después, en mayo, un indigente de 65 años llamado e Julio, fue hallado todo apuñalado, el pene amputado y su cuerpo carbonizado. Asimismo, sus siguientes cinco víctimas aparecen también mutiladas, quemadas y decapitadas.
La investigación policial no hallaba pistas de quién podría haber cometido estos asesinatos hasta que siete años después del primer crimen la Policía encontró una pista de cuando García Escalero y su amigo y compañero de andanzas Víctor Luis Criado se fugaron juntos del hospital psiquiátrico Alonso Vega de Madrid.
En ese sentido, los dos prófugos empezaron a beber y 48 horas más tarde, Víctor apareció muerto con el cráneo hundido, quemado entre papeles y mantas en la tapia de la iglesia de los Sagrados Corazones.
Después de otros cinco años cometiendo nuevos asesinatos, un día las voces que oía este homicida en su delirio le pidieron que se suicidara. Si bien se arrojó contra un automóvil, sólo se fracturó una pierna.
Una vez internado en el hospital, confesó sus crímenes a las enfermeras y les suplicó que lo detengan para evitar que siga matando. García Escalero fue detenido finalmente por la Policía y confesó: «Compré bastante vino, y él también bebió. Recuerdo que le di con una piedra en la cabeza y… luego lo quemé…».
En abril de 1994, en Madrid, se conoció en forma mediática que un mendigo de 39 años, Francisco García Escalero, mató a sangre fría a 11 personas.
Desde ese momento, este asesino serial relató a los efectivos uno por uno, 14 de sus crímenes sin ahorrar detalles, incluyendo la satisfacción que experimentaba cuando mantenía relaciones sexuales con los cuerpos sin vida de las víctimas, o lo que le costaba matarlos.
Este sujeto fue juzgado en febrero de 1995 y allí, el informe de todos los forenses coincidió en que su peligrosidad continuaba, pero no era responsable de sus actos.
El mendigo asesino fue absuelto por enajenación mental, producto de su alcoholismo crónico y su esquizofrenia, por lo que pasó a la prisión de Fontcalent donde los trabajadores siempre dijeron que tenía un trato amable y nunca volvió a mostrarse violento.
García Escalero falleció en la prisión de Fontcalent, el 19 de agosto de 2014, tras ir a un reservado de la sala común de la prisión con una ciruela, postre de la cena. En la autopsia no se pudo determinar si su muerte se debió a un paro cardíaco o si se atragantó con esa fruta.