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La historia de Tania, la legendaria espía argentina que acompañó al Che en Bolivia

Apenas vivió 29 agitados años, pero más de medio siglo después de su muerte durante una emboscada en la selva, la espía alemana nacida en Buenos Aires que se entusiasmó con Ernesto Guevara y participó de la incursión en Bolivia sigue siendo un ícono universal de las mujeres que buscan empoderarse

De la redacción

Apenas vivió 29 agitadísimos años, pero más de medio siglo después de su muerte durante una emboscada en la selva, la espía alemana nacida en Buenos Aires que se entusiasmó con el Che Guevara y lo acompañó en su incursión en Bolivia sigue siendo un ícono universal de las mujeres que buscan empoderarse, salvo en la Argentina.

El personaje, que ha sido objeto de más de una veintena de investigaciones periodísticas y films documentales tuvo al menos cuatro alias para moverse por el mundo pero un solo nombre de guerra, Tania, murió en Ñancahuazú, Bolivia, el 31 de agosto de 1967, durante una emboscada en la que se precipitó la columna que iba a la retaguardia del grupo guerrillero que comandaba el Che, quien sería capturado y asesinado 39 días después, cuando ya su arriesgado intento revolucionario sudamericano hacia aguas por todas partes.

Aquel día, con su grupo completamente cercado en un paraje inhóspito, la argentina fue la penúltima en sumergirse en la corriente de un río, delante de Joaquín, quien cubría las espaldas de sus compañeros, y cuando se aprestaba a disparar recibió una bala que le atravesó un pulmón, por lo que fue arrastrada cauce abajo, hacia un sitio en que la encontraron una semana más tarde.

Pero a diferencia de lo que indican algunos de los relatos en los que parecen hacer pie en su personalidad combativa, Tania, que era dueña de un riguroso entrenamiento militar, terminó en la selva casi por accidente, ya que lo suyo era el fino trabajo del espionaje, para el que parecía haberse preparado desde su adolescencia.

La controversia central sobre su vida es que en la ex Alemania Oriental y en Cuba, así como en el amplio campo de la izquierda universal, su figura fue reverenciada como la de una guerrillera heroica que ofrendó su vida a la causa, y los historiadores sin simpatías por el socialismo afirman que en realidad fue una espía preparada por la KGB que terminó en la selva boliviana porque cometió errores que la llevaron a ser descubierta.

Cambio de rumbo: encuentro con el Che en Berlín

Los padres de la futura Tania, Erich Bunke, alemán y Nadia Bider, polaca, llegaron a la Argentina en 1935, huyendo del nazismo, y se instalaron en el barrio de Once, donde ella cursó la primaria en la Cangallo Schule, en unos años formativos en que se destacó por su aspecto físico, su amor por la música –tocaba el piano, la guitarra y el acordeón– y su pasión por las danzas folklóricas.

Cuando sus padres decidieron el regreso a la ya República Democrática Alemana, en 1952, Tamara, que hablaba a la perfección el alemán y había militado en la Federación Juvenil Comunista en su secundario ingresó a la Facultad de Letras de Berlín Oriental y empezó a trabajar como instructora de tiro, mientras estudiaba ruso, francés e inglés. Tamara era una mujer físicamente atractiva, culta, desenvuelta e independiente, que tuvo gran éxito con los hombres tanto en Buenos Aires, aunque era todavía muy joven, como en Alemania, Cuba y Bolivia.

Todo indica que cuando se casó con un joven de la aristocracia de La Paz que le permitió, ante todo, convertirse en ciudadana del país, lo hizo por un determinado interés. Al cumplir 18 años, en Berlín, ya se había afiliado al Partido Socialista Unificado de Alemania y era una admiradora de la Unión Soviética, y su proyecto era regresar a Buenos Aires para seguir militando las ideas revolucionarias con sus amigos y amigas de la adolescencia, con algunos de los cuales se carteaba.

Pero todo cambió cuando al año siguiente del inicio de la Revolución Cubana conoció en Berlín al Che y a la famosa bailarina Alicia Alonso, quién en nombre del Ballet Nacional de Cuba, invitó a aquella gentil y emotiva traductora a trasladarse a La Habana, donde empezaría a estudiar periodismo, mientras trabajaba en diversas instituciones estatales, con un cambio importante en sus prioridades de militancia.

A instancias del Che, en 1962 ingresó a un área de la Inteligencia cubana dedicada a promover movimientos insurreccionales en América del Sur (Argentina, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela), luego de haber pasado por un filtro que la prefirió antes que otras dos mujeres argentinas, Isabel Leguía y Lidia Guerberoff, tan dispuestas como ella a ser parte de la que sería conocida como “Operación Fantasma”.

Durante 1963 comenzó a entrenarse en tareas militares, de inteligencia y contrainteligencia en la ciudad de Cienfuegos, momento en el cual adoptó su nombre de guerra, en homenaje a Zoya Kosmodemiánskaya, una partisana soviética que durante la Segunda Guerra Mundial utilizaba el nombre de guerra Tania en la clandestinidad.

A fines de 1964 llegó a La Paz con un pasaporte que la identificaba como la ciudadana argentina Laura Gutiérrez Bauer, con el objetivo de infiltrarse en la clase alta boliviana y su élite política –daba clases de alemán a los hijos de varias familias del establishment– para poder colaborar desde un lugar de influencia en la futura formación de un frente armado revolucionario.

Con lentes oscuros y  el pelo teñido de castaño para ocultar su cabello rubio arribó a La Paz procedente de Perú en noviembre de 1964, luego de un viaje previo a Europa que puso distancia elocuente con Cuba, con una primera misión: introducirse en aquellos círculos afirmando que era una etnóloga especializada en arqueología y antropología, que pensaba publicar un libro sobre la historia de la música andina.

Una vez que el Che llegó a Bolivia, las cartas de su vida estaban jugadas: los historiadores que trabajaron en la construcción de su leyenda afirman que dejó de ser una espía “dormida” durante más de dos años para incorporarse a la lucha armada porque se salía de la vaina por tomar las armas. También se cuenta que debió huir de La Paz porque estaban por detenerla, ya que había cometido errores y estaba en la mira de los servicios locales de inteligencia.

Las múltiples facetas de cuando comenzó la leyenda

La leyenda empezó con su muerte: un planeta menor descubierto en 1974 por una astrónoma soviética fue bautizado con su apellido; la militante armada estadounidense Patricia Hearst era la comandante “Tania” en el estrambótico Ejército Simbionés de Liberación. En uno de sus cuadernos de apuntes y reflexiones, encontrado tras su caída, Tamara escribió un texto de carácter premonitorio: “¿Nada será mi nombre alguna vez? / ¿Nada dejará en pos de mí en la tierra? / Al menos flores, al menos cantos…”.

Cuando participaba de tertulias en Alemania o Cuba, Tamara recordaba las zambas que había aprendido en los años cuarenta en la Argentina y solía cantar, a veces acompañándose con un instrumento, “El arriero”, un clásico del repertorio de Atahualpa Yupanqui, y “La Felipe Varela”, una zamba sobre el líder riojano de los gauchos montoneros en el siglo XIX.

En el libro Tania, la guerrillera los cubanos Marta Rojas, Mirla Rodríguez Calderón y Ulises Estrada sostienen que más allá de “calumnias y mistificaciones” se trató de una mujer excepcional “coherente con su ideal de libertad y justicia social, rigurosa con sus principios, tenaz con su voluntad, generosa y altruista con los relatos humanos y tierna con sus sentimientos”.

En otro libro Ulises Estrada cuenta que como miembro del Departamento de Operaciones Especiales del Ministerio del Interior formó a Tania en inteligencia y contrainteligencia al tiempo que se convertía en su pareja amorosa en los años 1963 y 1964, antes del viaje a Bolivia.

Entre las versiones que afectarían la estatura de su leyenda se destacan las que afirman que tuvo su lugar en la historia porque mantenía una relación amorosa clandestina con Guevara y que desde su estadía en Berlín Oriental obedecía a la KGB que le había encomendado estar cerca del revolucionario para hacer fracasar sus incursiones.

Por otro lado, el boliviano Gustavo Rodríguez Ostria cuenta en su libro Tamara, Laura, Tania que si bien Tamara cayó en una emboscada mientras cruzaba un río con su patrulla casi perdida, su condición de mujer estuvo a punto de salvarla, porque algunos militares evitaron dispararle –fue abatida por una sola bala– aunque otros se ensañaron con su cuerpo sin vida y lo exhibieron a los campesinos como un trofeo.

En paralelo a su estadía en Bolivia, la revista argentina Siete Días contó, vaya a saber en base a qué datos, algunos de los pormenores de su previa incorporación al grupo armado: “En setiembre de 1966 Tamara Bunke está preparando el foco guerrillero que comandará Guevara”, narra la revista.

“Se aloja en el hotel Oriente, y con un carnet de periodista otorgado por la presidencia de Bolivia, además de su cámara fotográfica y su grabador, puede moverse sin trabas; dispone de un jeep para sus continuos desplazamientos y propone a la radio una audición semanal de astrología”. La nota continúa: “Desde el programa radial propala mensajes secretos para orientar a los reclutas de la guerrilla que van a La Calamina, una hacienda comprada por los hermanos Peredo para adiestrar a los futuros combatientes”.

Desde su identificación en Bolivia por un trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, y el traslado de los restos a Cuba en 1998, un bloc de notas, un cuaderno escolar, una placa de bronce, fotografías, cartas y documentos encontrados entre las pertenencias de Tania, esperan a los visitantes del Museo del Memorial que en la isla honra para siempre la figura de la guerrillera.

Tania en  pantalla

Algunos de los aspectos de su asombra historia de vida están a disposición en CINE.AR., el canal de televisión del cine argentino, que estrenó esta semana “Tamara Bunke es Tania”, una película documental de Norberto Forgione, que se incorpora a una larga lista de producciones sobre su figura, que comenzó en 1990 con “Tania, la guerrillera”, de la directora suiza Heidi Specogna. Al cumplirse cuarenta años de su caída, también se estrenó en 2007 una serie documental de diez capítulos “Historia de Ita”, (de chica la llamaban Tamarita) del cubano Froilán González, que se dedicó a investigar que había de cierto en la supuesta historia de pareja con el Che Guevara, hasta concluir que “una cosa es seguir a alguien sólo por amor y otra hacerlo por sus ideas políticas”.

 

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