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La historia del florista que hace 20 años está en la esquina de Alvear y Córdoba

Es uno de los "históricos" de la ciudad. Dice que al rosarino le gustan las rosas, pero admite que hoy están muy caras. Y que quienes le compran en autos del alta gama "son los más pijoteros".

Desde hace 20 años Hugo Romero es el florista de la esquina de Córdoba y Alvear. Todos los días, de 12 a 21 (menos los domingos), viste el piso con su puesto. Es conocido por vecinos, comerciantes y cientos de ciudadanos de a pie que pasan por allí. Se podría decir que esa vereda le pertenece. El oficio se lo enseñó “el gordo Nino”, un colega que tenía un puesto en Córdoba y bulevar Oroño. Pero como la “paga” solo le alcanzaba para el alquiler y no le cerraban los números, Nino decidió abrirse y tomar otro camino. Él siguió adelante.

Hugo “Flores”, como lo llama su clientela, se levanta todos los días a la mañana para comprarle a su proveedor lo que le hace falta.

Antes de “abrir el boliche”, pasa por una cochera donde guarda los tachos para poner las flores en remojo. Y también su bolso. Acomoda todo, es puntilloso con el equilibrio de colores, aromas y formas. Al mediodía comienza su jornada laboral.

Entre fresas y lirium despacha a sus clientes. Les recomienda qué elegir, les hace precio, les indica cómo cuidarlas. “La mayoría de los floristas no adornan los ramos como yo, con papel y moño, para que todo sea presentable”, explica.

Un larga historia

No todo fue color de rosa en la vida de Hugo. En esa esquina céntrica siempre hubo varios comercios importantes. Apenas se instaló, había un conocido banco. Después llegó una importante casa de computación que, con un fanatismo desmedido, lo “corrían” de la esquina por ser hincha de Newell´s.

“Eran mal llevados. Un día llamaron a Control Urbano. Vinieron y les dijeron que no me podían sacar porque yo hacía muchos años que trabajaba y no molestaba a nadie”, recuerda.

Ahora, siempre en Córdoba y Alvear, hay un laboratorio de análisis clínicos. Cuando abrió, Hugo se ofreció a ambientarles el lugar con arreglos florales. Le dijo que lo haría sin cobrarles. Le respondieron que no. Pero al menos no se meten él y lo dejan trabajar tranquilo.

Mientras espera a su clientela siempre se sienta en el umbral del laboratorio con los auriculares: escucha música, programas de fútbol y noticias. “Me gusta la música de los ´80. Soy fanático de Pink Floyd, AC/DC, Pappo y Riff. Y de Newell´s, por supuesto”, señala.

Hugo cuenta que con las ventas hay días buenos y malos. Tiene clientes fijos. Muchos son automovilistas que hacen una parada para comprarle flores.

“Algunos son muy pijoteros. Sobre todos los que vienen con autos de alta gama. Se gastan una fortuna en la casa de vinos y después pichulean un ramo de flores por 30 pesos. Les contesto que con esa plata vayan a ver si les alcanza para comprar una aspirina”, cuenta con ironía.

Hugo también recordó que hace unos años tuvo que convertirse en una especie de “policía”. Una mañana en la agencia de lotería que está a pasitos de su lugar hubo un atraco. “Un malviviente quiso robar en la agencia y salí a correrlo. Lo atrapé hasta que llegó la policía”, recuerda.

Rosas y espinas

Romero contó que las rosas son las flores que más le gustan a los rosarinos. Aunque hoy están muy caras. “La media docena de rosas colombianas o de ecuador salen 800 pesos. Y la fresia en Buenos Aires sale 400 pesos, pero cuando llega a Rosario el costo ya es de 800”, lamenta.

“Lo más económico para ofrecer cuesta alrededor de 100 pesos. Mientras que los paquetes de 20 rosas salen cerca de 1300”, cuenta.

Hugo cuenta que la mayoría de los viejos cultivadores de flores de la región ya murieron. “Los gringos ya no están más y los herederos vendieron los campos para cultivar soja, que está de moda”, dice.

El florista siempre “pateó” la calle. Antes de dedicarse a la venta de flores hacía murales de fotos familiares. “Recorría los barrios. Caminaba varias cuadras por día. Anotaba la dirección donde hacía las imágenes y después pasaba a ofrecerles lo retratado: sacaba fotos de chicos, de perros y de gatos. Fue una linda experiencia”, rememora.

Para Hugo el verano es tan duro como el invierno. Pero pese a estar a la intemperie prefiere esta última estación. Todos dicen que es educado. Saluda siempre a los vecinos del barrio.

Dice que solo se “mantiene” con la venta de flores, aunque asegura que “antes se consumía más”. Mientras tenga salud seguirá en el rubro. Regalar flores habla de la personalidad de cada uno de nosotros. A veces, dice más que cualquier palabra. Es una forma de manifestar interés.

Para el que quiera regalar flores en una primera cita, un aniversario o el que se haya “pasado de la raya”, allí estará Hugo, en la esquina de Córdoba y Alvear. Para los clientes habituales, y los de paso es una de las pocas costumbres que aún no se perdió.

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