En el libro Luna Park. El estadio del pueblo, el ring del poder, editado por Sudamericana, Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón explican cómo el estadio llega a estar en manos de la Iglesia (Sociedad Salesiana de San Juan Bosco y Cáritas Argentina), y presentan a una figura central en la administración y programación del predio: Ernestina Devecchi.
Devecchi, dueña del predio y del negocio desde la muerte de su esposo, José Antonio “Pepe” Lectoure, uno de los fundadores y tío de Juan Carlos “Tito” Lectoure, es un personaje central en el libro, ya que se trata de una mujer que, con un perfil muy bajo, comandó los destinos del estadio hasta su muerte en febrero de 2013.
Desde su fundación, a cargo de José Lectoure e Ismael Pace, el Luna Park fue escenario, por ejemplo, de las peleas de boxeo hasta los años 80, del encuentro de Perón y Evita, de masivos actos políticos, del casamiento de Diego Maradona y de la despedida de Sui Generis. No estuvo cerrado nunca, y hoy congrega a 105 empleados. Esos acontecimientos, acompañados por fotos históricas, cobran vida en un libro dinámico y esclarecedor acerca del mítico estadio.
Origen y peronismo
“Nos encontramos con una trama familiar y con la historia de la propiedad del estadio siempre vinculada a la política: con el peronismo para conseguir los papeles definitivos, con la (Revolución) Libertadora, que amenaza con intervenirlo, hasta que se lo termina quedando la Iglesia”, explica Carelli Lynch sobre la génesis primera del Luna.
Acerca de cómo se establece ese vínculo con el peronismo, el mismo Carelli Lynch señala: “(Ismael) Pace es quien lleva esa relación primero, porque es peronista, pero además Perón adoptó al Luna Park como propio y eso coincide con que, en la emergencia del peronismo, Pepe Lectoure, que era el socio fundador y marido de Ernestina (Devecchi), queda un poco retirado porque queda ciego y se muere en el año 50. Pace es el que establece el vínculo con el peronismo. Dicen que era muy amigo de Juan Duarte, tenía siempre el prendedor peronista. Además para el gobierno peronista la idea de un argentino campeón mundial o figura destacada del deporte era algo realmente importante”.
En el libro se cuenta el comienzo del boxeo en Argentina y cómo esa práctica estaba permitida sólo para una élite. Al respecto Bordón expresa: “Estaban los clubes más tradicionales y los más aristocráticos. La aristocracia toma al boxeo pero diciendo que es una práctica brutal salvo que se haga según ciertas reglas, entonces marcan una línea muy clara entre las peleas que hacían los marineros y el deporte caballeresco que ellos practicaban clandestinamente. A medida que pasan los años y aparecen boxeadores de los sectores populares, como (Luis Ángel) Firpo, esto empieza a entrar en conflicto. Incluso hay disputas para conformar una asociación de boxeo. Por un lado estaban los clubes más tradicionales como el Hue-Guen de Martínez de Hoz, el mismo Buenos Aires Waiting Club, al que iba José Lectoure y al que asistían jóvenes universitarios, y por el otro empiezan a aparecer los clubes socialistas a los que asisten obreros y arman una segunda asociación”.
Ring sagrado
En términos de contrataciones, la relación de Tito Lectoure con los boxeadores siempre fue bastante compleja. “Gregorio Peralta es el primero que acusa a Lectoure de monopolio. Más allá de las asociaciones y federaciones con las que el Luna Park tuvo una relación tirante hasta el final, en la práctica ejercía como un monopolio del boxeo. El que no arreglaba en el Luna Park no peleaba en ninguna parte. Cuando muere Pepe, Ernestina comienza a funcionar como un lazarillo de Pace y empieza a ver el funcionamiento del Luna Park aunque Pace la posterga y sigue tomando las decisiones. Tampoco estaban las mujeres que pasaban con el cartel antes y durante las peleas. Estaba prohibido, porque Tito decía que el ring era sagrado. Pero también era una decisión de Ernestina, que era muy cuidadosa con las formas adentro y afuera del Luna Park. Ella en un momento se da cuenta que con el boxeo se estaba perdiendo una cantidad de público impresionante que eran las mujeres, entonces empieza a transformar el estadio para que no sea ese galpón desangelado y cambia la fachada, los baños, instala mejores sistemas de calefacción, trae otros espectáculos como el Holiday On Ice. Es un cambio en la estructura del edifico para sumar otro público”.
Trama difícil
La trama familiar atraviesa todo el libro. Acerca de cómo fueron desentrañando los vínculos, Carelli Lynch dice que no todo fue tan fácil. “En algunos casos fue difícil y llevó mucho tiempo de convencimiento. Nos pasó también con empleados del Luna que hablaban de una etapa anterior pero no del tiempo reciente. Por ejemplo para Esteban Livera, sobrino de Tito, al principio fue difícil hablar porque la historia es dolorosa, ya que pensó que se iba a quedar con el Luna Park y no lo logró. Hay de todo. Los que quedan no tienen un recuerdo muy amable. Eso sorprende a la familia Lectoure, porque su recuerdo es que él y Ernestina ayudaban a los trabajadores. Por ejemplo cuando había pocos espectáculos y los hacían pintar el estadio o una butaca para pagar horas extra. El Luna Park durante mucho tiempo no fue un gran negocio y ellos lo mantuvieron. De hecho Ernestina tenía una cantidad de otros negocios con los que sostenía el Luna. Cuando el boxeo dejó de ser un negocio y Lectoure insistió en sostenerlo, Ernestina se lo concedió hasta que esa etapa finaliza en el año 87, porque había pocos ídolos y la televisión terminó de barrer con el espectáculo. La administración continuó como en los últimos años de Ernestina. Después de idas y vueltas, la Iglesia logró comprar el cinco por ciento restante y se quedó con el estadio, trajo de nuevo a los que venían administrándolo. Hoy casi no hay producción”.