Por: Elisa Bearzotti
Esta semana, la celebración del día de la creación de la bandera patria – una fecha muy querida por los rosarinos- no contó con el brillo acostumbrado ya que estuvo teñida de reclamos. “Esta ciudad no recibe lo que da”, dijo el intendente Pablo Javkin en su alocución frente al Monumento nacional, donde también aprovechó para quejarse del presidente Alberto Fernández por no asistir a ninguno de los actos que se hicieron para conmemorar este día en los cuatro años de su mandato. “Este no es el día de la bandera de Rosario, es el Día de la Bandera Nacional”, subrayó Javkin, y agregó: “Belgrano nos enseñó a amar, defender y respetar a la bandera que nos unió, esa bandera hoy está rasgada por la mafia que mata a la gente buena, pero en las paredes de este Monumento se lee un llamado: ‘ser dignamente hijos de la patria’ y la dignidad es cumplir con nuestro deber”. Las palabras del responsable político de la ciudad, impregnadas de tristeza y desilusión por la falta de empatía de las autoridades nacionales y provinciales frente a la grave problemática local, expresan el dolor escondido en cada corazón rosarino, donde desde hace un tiempo el orgullo de “ser de acá” fue reemplazado por la angustia de las balaceras que arrasan escuelas, y el temor por nuestros seres queridos y por nosotros mismos cada vez que salimos a la calle.
Pero también en estos días el renovado ciclo del calendario marcó la aparición del solsticio de invierno, es decir, el momento del año donde ocurre el día más corto y la noche más larga. Y, aunque parezca no tener nada que ver con lo dicho en el párrafo anterior, algunas reflexiones encontradas en el muro de mi amiga la artista plástica Silke –a quien no conozco pero no puedo menos de considerar “amiga” debido a la cercanía de su obra con mis convicciones y sentimientos más íntimos- me llevaron a pensar que, quizás la oscuridad que estamos atravesando nos ayude a encontrar el camino. Dice Silke: “momento de honrar la noche, de contactar con nuestra propia oscuridad y de aprender a ver en las tinieblas. Momento de desapego, de dejar que se caiga lo ilusorio, lo perecedero, lo que no estaba demasiado sólido ni fuerte ni bien construido en nuestra vida. Momento de purificación, de limpieza profunda, para dar lugar a la renovación. Momento de cerrar los ojos para comenzar a ver. Momento de comenzar a pensar qué queremos sembrar, elegir las semillas, seleccionar. Momento de avivar el fuego, de renacer, junto al sol, poco a poco, día a día, de conectarnos con la fuente de energía, de calor, de vida, de encender el fuego vital, el principio activo y creador dentro de nosotros”.
Entonces, ¿por qué no explorar nuevos caminos? esos que se ubican lejos de la violencia y la agresión permanente, tanto a nivel individual como colectivo. Así parecen entenderlo también las autoridades globales quienes, reunidas esta semana en Viena con motivo de la séptima edición de la Conferencia de Ciencia y Tecnología de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, dependiente de la ONU, indicaron que “una de las grandes cuestiones morales de nuestro tiempo es acabar con las explosiones nucleares”. En la apertura del evento que convocó a más de 1000 científicos, políticos y diplomáticos de todo el mundo, Robert Floyd, Secretario Ejecutivo de esa organización, dijo en referencia al trabajo que realizan (gracias al cual también se proveen datos para usos científicos tan diversos como el cambio climático o la detección temprana de tsunamis) que “nuestro planeta hace mucho ruido, está constantemente crujiendo, gimiendo y suspirando. Y tenemos que seguir todo ese ruido para detectar cualquier cosa en él que pueda ser una explosión nuclear”. Ya el año pasado el secretario general de la ONU, António Guterres evitó todas las sutilezas diplomáticas al lanzar una dura advertencia: “La humanidad está a solo un malentendido, un error de cálculo, de la aniquilación nuclear”. Por eso, el argentino Rafael Grossi, Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), también orador del encuentro, no dudó en aseverar que la actual situación de tensión geopolítica se encuentra a niveles que no se vivían desde la Guerra Fría, y agregó: “Acabo de volver de una zona de combate donde el OIEA está intentando evitar un accidente nuclear en la central de Zaporizia”, la planta atómica más grande de Europa, bajo control ruso desde el inicio de la guerra en Ucrania.
Sin embargo, a contrapelo de las grandes potencias, en Myanmar, en la antigua Birmania, un rincón del planeta donde el exotismo de las “Mil y una noches” se une a playas paradisíacas para conformar uno de los destinos turísticos más sorprendentes del mundo, un grupo de mujeres optó por salir a las calles con un estandarte de paz entre sus manos: una flor. La protesta ocurrió el día del cumpleaños de su líder, la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, detenida el año pasado por la Junta Militar que gobierna el país desde el 1° de febrero de 2021, momento en que fue derrocada bajo acusaciones de fraude electoral. Según lo consignado por Europa Press, las mujeres fueron detenidas en el mercado central de Kale, reportándose además que las fuerzas de seguridad persiguieron a los vendedores de flores para evitar estas muestras de respaldo más de dos años después del golpe de Estado que desplazó a Suu Kyi del poder. La Huelga de las Flores, como se conoce popularmente a los paros convocados los días 19 de junio en homenaje a la fecha de nacimiento de Suu Kyi, un símbolo histórico de las luchas prodemocráticas, se organizan para fortalecer el llamado a una huelga general contra el régimen militar que ya produjo más de 6.000 muertes civiles y unos 20.000 encarcelados desde que tomó el poder.
Estas formas de manifestar simbolizan una nueva manera de entender la resistencia, una manera más ligada a la sensibilidad femenina, no casualmente en alza desde la aparición del “mundo líquido” expuesto por Zygmunt Bauman. “Hoy la cultura no consiste en prohibiciones sino en ofertas, no consiste en normas sino en propuestas. Tal como señaló antes Bourdieu, la cultura hoy se ocupa de ofrecer tentaciones y establecer atracciones, con seducción y señuelos en lugar de reglamentos, con relaciones públicas en lugar de supervisión policial”, aseguró el famoso filósofo. Un estado de cosas que a menudo nos abruma, pero esperamos traiga consigo el final de los tiempos violentos, esos que permanecen vigentes como estertores agónicos del viejo régimen y que, más temprano que tarde, “pasarán a retiro” sin pena ni gloria.