Laura Villagra salió de la Iglesia Evangélica cuando salió del clóset. Tenía 30 años y la fe intacta. “Me fui porque para las iglesias sos heterosexual o sos heterosexual”, explica a los 53. La salida de la institución fue la entrada a la defensa de los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI. En el garaje de su casa armó un templo con la bandera de la diversidad sexual de fondo. Alberga a gays, lesbianas, mujeres y varones trans, heteros y quien quiera conectarse con la fe sin discriminar ni ser discriminado. El grupo de creyentes le dio el título de pastora que ninguna religión le reconocería y ella les lee e interpreta los textos bíblicos de un modo inclusivo.
“La iglesia no quiere educación sexual porque les da pánico que los chicos se conozcan a sí mismos y descubran su propio deseo”, dice la pastora a contramano de la postura mayoritaria en las instituciones católicas y evangelistas que se oponen al tratamiento en el Congreso Nacional de las modificaciones de la ley de Educación Sexual Integral (ESI). Villagra no es la única. Después del lanzamiento de la campaña “Con mis hijos no te metas”, que tiene al sector evangélico a la cabeza, la Comunión de Iglesias de la Reforma (CIR) de despegó con una declaración pública a favor de la implementación de la ley en la currícula escolar. En sintonía con la posición manifestada por la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE), de la cual forman parte, dijeron que ninguna organización puede arrogarse ser la voz de las iglesias evangélicas en el país ni de sus instituciones educativas.
El debate de la legalización y despenalización del aborto en el Congreso Nacional puso en discusión la aplicación de la ley de Educación Sexual Integral (ESI) en Argentina. La 26.150 fue sancionada en 2006 pero sólo 9 de las 24 provincias la implementan. Desde la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito planteaban entre las consignas y patas fundamentales del proyecto la “educación sexual para decidir”. Del lado de quienes se oponían, con un fuerte lobby de las iglesias Católica y Evangélica, argumentaban que para evitar los abortos había que educar. Tras el rechazo en el Senado, diputados y diputadas impulsaron la modificación y actualización del texto. El principal cambio es que sea declarada de orden público para que todas provincias la apliquen de manera obligatoria en las escuelas públicas y privadas. También elimina el artículo 5 que dice que cada institución puede dar educación sexual según su ideario. Y actualiza conceptos incluyendo las leyes de ampliación de derechos sancionadas en la última década, como identidad de género, matrimonio igualitario y protección integral de niños, niñas y adolescentes.
El primer día de tratamiento en comisiones, llegó con los pañuelos celestes en contra. Se oponían a que en las escuelas se dé educación sexual desde una perspectiva de derechos, con enfoque de género y de diversidad sexual. Mientras se firmaba el dictamen, acusaron a las y los legisladores de destruir la familia y fomentar la homosexualidad. Desde las iglesias Católica y Evangélica emitieron comunicados para rechazar el tratamiento. En paralelo, empezó la campaña en las redes sociales. Una de las más fuertes sigue la línea de una organización peruana que inició la consigna “Con mis hijos no te metas” para impedir que se avance en la educación sexual en el país andino.
Villagra cree en una religión que entienda a la diversidad sexual como algo natural. “El tema no es introducir la diversidad dentro de la creencia o de la fe, sino pensar que la diversidad es parte de la fe. Las religiones tienen que dejar de vernos como algo tabú. Como grupo cristiano trabajamos en que dejemos de ser vistos como endemoniados, anormales y gente que quiere destruir el orden natural de la familia. La diversidad es parte de nuestra naturaleza humana”, explica.
—¿Por qué es necesaria la aplicación de la ESI?
—Es fundamental para la vida de todos los seres humanos tener conocimiento de sí mismos y del entorno. Fui a una escuela pública y no había nada de educación sexual. Se hablaba en la secundaria de lo reproductivo nada más. Por eso estos cambios generan tantas resistencias: porque implica pensarnos. Somos seres sexuales y necesitamos tener información. El artículo 5 que se quiere modificar es fundamental. Hay gente que no tiene acceso a la información y la contención porque las escuelas religiosas son las que más se oponen.
—¿Qué opinás de la campaña “Con mis hijos no te metas” y otras que surgieron en contra de la ESI?
—La religión plantea a la sexualidad como pecadora. Todo es binario y apunta a la reproducción, con un lugar de la mujer como incubadora. Todo lo que ayude a que los chicos piensen su sexualidad les da terror. Estos grupos no quieren que los niños puedan identificarse con un género y con su propio deseo. Hablan de ideología de género y nos acusan de querer arruinar la familia. Pasó también con la ley de matrimonio igualitario. El interés de las iglesias Católica y Evangélica siempre fue ayudar a la gente, pero les ganó el miedo. Con la ESI entraron en pánico de que se caigan las estanterías de conceptos retrógrados en relación a la sexualidad. Y muchas familias creyeron en ese discurso que les dice que sus hijos corren peligro, que van a caer en la promiscuidad y que van a ser personas enfermas. Los fundamentalistas, o como se llaman ahora los antiderechos, están en todas partes. Crecieron en Latinoamérica en contra de los derechos del colectivo LGTBI y como reacción a los movimientos sociales y políticos feministas que se han levantado en defensa de la libertad.
—¿Cómo lo piensa desde el trabajo que hace?
—Hay religiones que se están abriendo a la diversidad sexual a la diversidad sexual, como la metodista. Pero en la mayoría no pasa. Yo no soy reconocida como pastora por las iglesias evangélicas tradicionales ni por la Católica. No aceptan a las lesbianas a cargo de las iglesias, asambleas misas. Como grupo entendemos que la fe no es privativa, le pertenece a cualquier sujeto de derecho. Y el servicio pastoral es un oficio para ayudar al prójimo. Cuando los grupos reconocen un liderazgo se les da un nombre. En asociaciones hay presidentes, en grupos religiosos le decimos pastores. Es un reconocimiento de la gente. Nuestro grupo apoya la ESI. Lo hablamos con los vecinos, los padres la discuten con sus hijos y los más jóvenes con sus amigos. Contamos lo que pensamos como cristianos protestantes y evangélicos que apoyamos la diversidad sexual. Tratamos de llevar el debate a los trabajos, las familias y los distintos lugares en los que estamos. También pensamos que la Iglesia y el Estado deben estar separados. Cada actor de la sociedad tiene un lugar. La iglesia debería ocuparse de lo espiritual y de la ayuda social. Y sabemos que es diferente porque está interfiriendo en decisiones políticas del Estado. La separación es necesaria para que la iglesia deje de meterse en lo personal, individual y familiar.
Los hijos en disputa
La campaña “Con mis hijos no te metas” surgió en Perú a fines de 2006 en contra de la implementación de la educación sexual en las escuelas y denunciando lo que llaman “ideología de género”. A la Argentina llegó después del rechazo en el Senado del aborto legal. El jueves 20 de septiembre Rosario y otras ciudades del país amanecieron empapeladas con afiches mitad celeste, mitad rosado firmados por las organizaciones evangélicas Comunidad Redentor y Consejo de Pastores y por Rosario Te Quiero Provida.
La campaña en contra generó la reacción de un sector del evangelismo que sí apoya la ley de ESI. “Desde nuestra visión de la relación entre el Estado y las diversas confesiones religiosas, afirmamos el ineludible rol del Estado en garantizar la educación de calidad y basada en los derechos de los niños, niñas y adolescentes, que incluyen la necesidad de abordar temas relativos a su sexualidad. Entendemos que la sexualidad es parte fundamental de la vida humana y que, desde la infancia, es necesario recibir una Educación Sexual Integral tanto en el ámbito familiar como en los espacios de formación escolar de nuestros niños, niñas y adolescentes”, dijo en una declaración pública la Comunión de Iglesias de la Reforma.
El documento está firmado por la pastora Wilma Rommel y el pastor Gustavo Gómez Pascua de la Iglesia Evangélica Luterana Unida; la pastora Sonia Skupch de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata; el pastor Américo Jara de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina; el pastor Álvaro Michelín Salomón de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata; el pastor Daniel Favaro de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina y el pastor Gerardo Oberman de las Iglesias Reformadas en Argentina.
El comunicado recuerda que a partir de la reglamentación de la Ley 26.150 las escuelas tienen el deber de complementar la responsabilidad de las familias, ayudando a que niños, niñas y adolescentes conozcan los aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos. Además, deben brindar la capacidad de diferenciar, por ejemplo, una caricia de un abuso. También dijeron que se trata de un tema de salud pública y que el abordaje debe darse desde una perspectiva de género. “Como iglesias herederas de la Reforma Protestante que nos ha legado el compromiso con la realidad, con la vida en plenitud para todas las personas, más allá de toda cuestión de raza, cultura, identidad religiosa u opción sexual, afirmamos que ninguna religión puede imponer sus creencias particulares a la sociedad en general y que el rol de las iglesias cristianas en particular es bregar por un Estado que trabaje en la ampliación de derechos en lugar de restringir los mismos de acuerdo a la cosmovisión de determinados sectores de la comunidad. Creemos en un Evangelio integral, que abraza la vida entera de las personas, que las hace libres para amar, para servir, para convivir, para aportar a la construcción de un mundo justo y seguro, sobre todo para quienes son más vulnerables. La Ley de ESI transita en línea con esta propuesta evangélica liberadora y que permite a niños, niñas y adolescentes trascender la vulnerabilidad en que los y las colocaría el no conocimiento de sus derechos”.