Hay algo peor que ser un ciudadano sometido a aumentos generalizados en los precios, tanto en bienes como en servicios. Y es ser un ciudadano que además alquila. La realidad no cambia y los inquilinos siguen estando a merced de las frías reglas del mercado, abandonados a su suerte por un Estado que no genera condiciones para evitar abusos y condenados a tener que negociar condiciones muchas veces leoninas por el simple hecho de que “no queda otra”, con salarios que impiden siquiera soñar con llegar a tener una vivienda propia o acceder a un crédito hipotecario donde se suelen exigir condiciones inalcanzables. Así las cosas, desde Inquilinos Autoconvocados de Rosario (IRA) sostienen que el panorama para el que esté obligado a pagar un alquiler “es desesperante”. Por su parte, los corredores inmobiliarios remarcan que están actuando como elemento de equilibrio entre la presión de los propietarios por aumentar el valor de la renta y los reclamos que vienen de aquellos que ocupan un inmueble y ven sus ingresos cercenados mes a mes.
El presidente de la Cámara de Empresas Inmobiliarias de Rosario (Cadeiros), Javier Grandinetti, señaló a este diario que “la inflación no afecta directamente sobre los precios de los alquileres”. “Lo que nosotros notamos es que los mismos han crecido mucho menos que los índices, que son de público conocimiento. El tema es que en el mercado inmobiliario no hay un patrón de precios prefijado, es una actividad que está muy segmentada. Los que generalmente fijan el precio son los propietarios, quienes en muchas ocasiones tienen comportamientos muy disímiles”, comentó.
“La demanda de alquileres está muy activa. Igualmente no estamos como en 2003, cuando llegábamos a atender veinte personas a la vez para alquilar un departamento y había gente que, por desesperación, proponía pagar más que el precio establecido para conseguir el inmueble. Hoy el tiempo en que se ofrece un departamento está dentro de los parámetros normales que son los 30 días, más o menos”, continuó.
Las subas que se vienen registrando han tenido una repercusión inmediata en los actores que participan del mercado inmobiliario. “Lo que se nota con el tema de la inflación es que el locatario está con un límite de capacidad de pago muy acotado y el propietario suele presionar para subir el costo del alquiler. La inflación erosiona de esta manera a las dos partes. Por un lado está el inquilino que, por ejemplo, gana 3 mil pesos y ve que los aumentos en alimentos, indumentaria e impuestos disminuye su poder adquisitivo de manera importante. Por el otro está el propietario, que también sufre aumentos y busca compensar esos incrementos aumentando el alquiler”, añadió Grandinetti.
“Las inmobiliarias estamos actuando como un punto de equilibrio entre las partes. Nosotros estamos muy orgullosos de nuestros corredores inmobiliarios, ya que en general no hay conflictos importantes y de esta manera se logra mantener el mercado en funcionamiento. El tema es que si privilegiamos la posición del inquilino baja la oferta porque hay muchos propietarios que se retiran del mercado. Lo paradójico es que al haber menos oferta los precios se disparan. Si nos ponemos del lado del propietario la gente directamente no va a poder pagar más los alquileres. Lo que hacemos es una fina negociación entre las partes para mantener el mercado”, subrayó el empresario.
De modo gráfico, el presidente de la cámara que nuclea a las inmobiliarias de la ciudad echó mano a un ejemplo médico para explicar la situación. “Estamos ante la presencia de un enfermo hipersensibilizado y cualquier movimiento brusco que hagamos o cualquier dato que hagamos público genera un efecto negativo que afecta al mercado. Acá no hay que hablar tanto sino buscar soluciones reales, porque en definitiva esto se trata de una negociación entre Doña Josefa, que con algunos ahorros pudo comprar una propiedad y la alquila, y Don José, que apenas llega a fin de mes y es el inquilino”, destacó.
“La solución pasa por incentivar la construcción para que haya mayor oferta, que no haya inmuebles ociosos por la misma razón, que se establezcan pautas confiables para que haya inversiones con seguridad por lo menos a mediano plazo, que se generen las condiciones necesarias para que los inquilinos pasen a ser propietarios mediante créditos hipotecarios razonables y que estén a su alcance”, explicó.
Desde el lado de los inquilinos, la titular de IRA, Adela López, informó que “la situación de los inquilinos es desesperante”. “Ya no se puede cumplir más con los requisitos que solicitan tanto las inmobiliarias como algunos dueños. Hoy reunir dos garantías propietarias es complicadísimo, casi imposible. Además, seguimos pagando con indexación algo que no está permitido y que ellos ocultan bajo el nombre de bonificación. Aparte, cuando se habla del aumento en el costo de vida, en la canasta familiar no aparece el costo de los alquileres, que en definitiva es el costo fijo más alto que paga cualquier familia o persona que está en esa situación. Ellos hacen los cálculos basados en una canasta familiar que en definitiva es para propietarios”, puntualizó.
“Lo que nosotros venimos solicitando desde hace muchísimo tiempo es la puesta en marcha del Servicio Público del Alquiler, que fue propuesto en su oportunidad por el ex concejal (Nire) Roldán y quedo prácticamente en la nada. Que esto se ponga en marcha es fundamental porque generaría un espacio mixto y de mediación donde tendrían su lugar las distintas partes, el sector locador y locatario, y de esa forma se evitarían los abusos y la desprotección a la que estamos acostumbrados aquellos que alquilamos. El tema es solucionar el conflicto que se genera a la hora de alquilar en la ciudad, algo que afecta a muchísima gente”, prosiguió.
Sobre la situación que enfrentan muchos estudiantes a nivel ocupacional a la hora de venir a radicarse en la ciudad, López explicó: “Hay dos tipos de estudiantes, uno es el hijo o familiar del propietario, que generalmente cuenta con recursos para estudiar y asiste a la universidad pública y no tiene problemas para enfrentar económicamente su educación. Por el otro está el hijo del obrero, el empleado o el desocupado que viene a la ciudad y termina alquilando departamentos de pasillo en condiciones paupérrimas para poder asistir a la universidad. Lamentablemente, a este último se le hace muy difícil afrontar los gastos que genera estudiar y termina yéndose o abandonando la carrera porque termina trabajando diez horas por día y no puede a la vez estudiar”.