Silvana Comba y Edgardo Toledo*
En la actual sociedad de plataformas observamos que, a mayor escala del capitalismo, mayor es la influencia de la comunicación mediada. Muestra de esto es el fenómeno de un nuevo tipo de consumo y producción de información mucho más fragmentado y, a la vez, en un flujo continuo, donde se pierde contexto y se gana impacto.
Los dispositivos clásicos para el consumo de información –TV, radio, prensa gráfica, portales de noticias– están siendo reemplazados cada vez más por el dispositivo paradigmático de nuestra época, el celular en su versión smartphone. El celular es la puerta de entrada al consumo incidental de contenidos informativos: ya no vamos en busca de información, sino que nos encontramos con ella mientras surfeamos la pantalla del celular, inmersos en las redes, en cualquier momento y lugar.
La noticia incidental le da otra perspectiva al consumo de información. Como lo describen los investigadores Pablo Boczkowski, Eugenia Mitchelstein y Mora Matassi, la incidentalización del consumo de noticias genera una pérdida de contexto y jerarquía del contenido periodístico. Un artículo de Yenibel Ruiz (2016) publicado por el Knight Center for Journalism in the Americas señala que “la mayoría de las respuestas del estudio indicaron que los jóvenes consumen noticias de manera fortuita, por medios digitales, predominantemente a través de los celulares.
Es decir, que los jóvenes no entran en contacto con el universo digital para buscar noticias, sino que se encuentran con ellas en los feeds de sus redes, entremezcladas con anécdotas graciosas de amigos, pedidos de ayuda y fotos de viajes, animales y comidas”. Este comportamiento lo podríamos hacer extensivo a toda la población adulta, dado el uso intensivo de las redes sociales en los celulares.
Las y los jóvenes, como audiencias interactivas, son difusores selectivos y expansivos de los contenidos informativos: en Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, Tik Tok extienden constantemente la circulación de la información, son orientadores de preferencias y convocan a sus seguidores/amigos/fans a consumir esos contenidos bajo el formato de videos, podcasts, memes, textos, fotos, etc.
De este modo, estamos transitando el pasaje de un período donde el consumo de información se concebía en forma lineal, a través de información empaquetada provista por los medios masivos, a otro escenario en el cual el consumo y la producción son parte de un mismo proceso, a través del manejo creativo de contenido informativo preexistente. Ahora, tanto la gestación como la comunicación y la recepción se entremezclan en los medios sociales sin un orden secuencial.
El consumo de información se ha plataformizado
Llegados a este punto, es necesario preguntarnos qué es información hoy. ¿Cómo podríamos elaborar una taxonomía de contenidos informativos vinculados, por ejemplo, a la actualidad y a cuestiones prácticas para la toma de decisiones, a consumos culturales, a la coordinación de acciones, etc.?
El consumo de información, como vemos, se ha plataformizado. El término plataforma, como expone Tarlton Gillespie (2010), tiene múltiples significados: las plataformas son conceptos computacionales y arquitectónicos, pero pueden también entenderse de manera figurativa, en un sentido sociocultural, como espacios políticos e infraestructuras performativas. Según la teoría del actor-red (Latour, 2008), una plataforma, antes que un intermediario, es un mediador: moldea la performance de los actos sociales, no sólo los facilita (Van Dijck, 2016).
En términos tecnológicos, las plataformas son proveedores de software (en algunos casos), hardware y servicios que ayudan a codificar actividades sociales en una arquitectura computacional. A la vez, las plataformas procesan (meta)datos mediante algoritmos y protocolos, para luego presentar su lógica en forma de interfaces amigables con el usuario, ofreciendo configuraciones por default que reflejan las elecciones estratégicas de los propietarios de la plataforma. Una revisión crítica de estas plataformas nos permite entender las tensiones que se producen hoy cuando intentamos abordarlas como espacios ampliados de expresión que, a la vez, nos condicionan a través de su arquitectura. Tomemos, por ejemplo, el fenómeno de las fake news que, aunque no es nuevo, en las redes se amplifica por la capacidad de viralización que privilegia el impacto emocional.
Es indispensable una exploración de las distintas dimensiones –técnicas, sociales, económicas y culturales– de los medios sociales que nos ayude a dilucidar de qué manera los cambios producidos están modificando sustancialmente la experiencia de vincularnos con la información y la participación política y ciudadana. David Harvey advierte que tenemos otras alternativas posibles y necesarias que, desde una perspectiva crítica, pueden fijarse como estrategia o alternativa a la hora de pensar la ciudadanía, la comunicación y la cultura.
Las nuevas formas de dependencia y emancipación suscitadas por el capitalismo conectivo de plataformas actúan como estímulos para repensar el concepto de participación, estrechamente vinculado al consumo y la producción de contenidos informativos. En otras palabras, cómo hoy, en esa continuidad online-offline, pantalla-calle, ejercemos la ciudadanía comunicacional conectiva y ensayamos formas renovadas de hacer política que nos ayuden a transformar nuestras realidades.
*Docentes Facultad de Ciencia Política y RRII – UNR