En Lengua del ultraje, el sociólogo y director de la Biblioteca Nacional (BN), Horacio González, estudia una serie de debates clásicos de la historiografía argentina, que si bien ponen en discusión problemas de época, se han saldado también por medio de la injuria o un llamado al honor donde tampoco podían faltar los nombres de Jorge Luis Borges y de David Viñas.
En conversación con Télam, González recuerda que “Borges escribe Historia de la eternidad, y uno de sus textos se llama «El arte de injuriar», donde ensaya un modo de resguardar el honor o mejor, teoriza sobre la vituperación y la burla como género literario”.
Y agrega: “Ese arte, que puede desembocar en el duelo, no deja de tener actualidad, si pensamos en la política mediática local, donde no faltan escarnios, insultos o cosas peores”.
En el libro, que tiene como subtítulo De la generación del 37 a David Viñas, González recorre y desmenuza los debates entre Esteban Echeverría y Pedro de Angelis, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, y Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, antes de estudiar la pericia de Borges y la de Viñas en ese campo.
González nació en 1944; es sociólogo, docente y ensayista. Está doctorado en la Universidad de San Pablo (Brasil). Es uno de los principales animadores del Espacio Carta Abierta. Junto con Christian Ferrer, María Pía López y Guillermo Korn, entre otros, editó durante los 90 la revista El Ojo Mocho, que ahora conoce otra versión, con otra dirección.
Publicó, entre otros libros, La ética picaresca, Arlt, política y locura, El filósofo cesante, Restos pampeanos, La crisálida, metamorfosis y dialéctica, Historia crítica de la sociología argentina, El arte de viajar en taxi, Retórica y locura, para una teoría crítica de la cultura argentina, Kirchnerismo, una controversia cultural y Los asaltantes del cielo.
Ejercitado en el debate más o menos diario, como director de la BN, González promueve la publicación, el rescate y la circulación de clásicos argentinos y latinoamericanos perdidos u olvidados. Las versiones facsimilares de la revista Literal, Los Libros, Proa, Lulú y Contorno se destacan, casi tanto como la colección de libros “Los raros”.
¿Alcanza el tiempo para escribir? “El tiempo nunca alcanza –dice–. Así que escribo con cierta desesperación, que si se la tomara en cuenta debería dar un gran escritor, pero sólo es una desesperación por encontrar un par de minutos para escribir”.
“Los libros que escribo, de alguna manera, los tengo escritos. Pero no son refritos, o artículos que ya escribí. Sino que más bien son esbozos, anotaciones, siempre en la computadora.
Escribo de madrugada, desvelado, en una suerte de serena angustia”.
Lengua…, publicado por Colihue, “es un libro que pivotea acerca de la idea del honor y del escarnio. Un modo de debatir clásico en la cultura argentina, que como puede verse en la actualidad mediática, no parece haber perdido vigencia”, sostiene.
El concepto de honor “es bastante indefinible, o tiene demasiadas definiciones: desde la ética de Kant, la teoría del estado en Hegel, la antropología francesa de principios del siglo XX, Marcel Mauss, Georges Bataille, donde en el honor hay una parte de intercambio”.
“Ese intercambio es el don. El honor es un gasto simbólico que se pregunta cómo se repara cuando se pierde. En Mauss, lo que aparece como don no tiene retribución. Es un gesto de cierta gratuidad existencial, que introduce un principio de angustia y que traducido, implica un ofrecimiento que es ultrajado, injuriado, despreciado. La discusión política argentina tiene mucho de eso”, concede el sociólogo.
Decidió entonces revisar discusiones clásicas: “La polémica entre Echeverría y De Angelis, mediada por Sarmiento. De Angelis plantea el tema argentino por excelencia: que pensar es una actividad sociohistórica; que se piensa a partir de las coordenadas y del tejido cultural del país”.
Por cierto, “Echeverría acepta eso, pero desde un pensamiento estético-político, a través del romanticismo alemán, francés. De Angelis lo ataca. Y de alguna manera, esa injuria aparece como la manifestación de un tipo de duelo”.
“Inmediatamente, tomo la discusión entre Alberdi y Sarmiento, que es profundamente destructiva. Y que trata, entre otras cosas, del papel de la prensa en la construcción de la república. La relación entre las armas y las letras, que ambos leen en el Quijote”, dice.
Pero “Alberdi acusa a Sarmiento de creer en el periodismo antes que en las armas, y Sarmiento lo rebate llamándolo cobarde… Hay muchos planos divergentes, pero la acusación de cobardía en medio de una suerte de teoría sobre si la historia avanza por los ejércitos o por los órganos de prensa, que es clásica del siglo XIX, enardece los espíritus”, apunta González.
“Es un punto de inflexión: todo se tiñe de injurias personales, y la discusión nunca se clausura. La tercera polémica que estudio es la que enfrenta a Mitre con Vicente Fidel López sobre cómo escribir la historia. Mitre había escrito sobre Belgrano, y Vicente Fidel López cuestiona el enfoque documental”.
“Pero el fondo de la discusión encubre una teoría de la historia. Mitre se afinca en el documento y López en la tradición oral. Pero después cada uno va cambiando y toma la posición del otro. Esta, creo, es la más importante polémica historiográfica argentina, tal vez por el arsenal de recursos para el escarnio en juego”, anota el ensayista.
¿Por qué? “Porque está sobre el tapete la idea de que el escarnio tiene algo para decirle a los historiadores, a los que se refutan con o sin documentos, a los que vulgarizan, etcétera. Y después voy a Borges, que es el maestro de la injuria. Y lo analizo como si fuera un crítico literario de madrugada, analizo algunos de sus cuentos, los que vinculan al honor con la muerte”, añade.
“Pero ahí se me acaba el tiempo, cunde el sueño, y termino con Viñas. Estudio Tartabul, o en rigor, lo que hago es meterme adentro como un incómodo visitante –desliza–. Es una novela ilegible porque es la suma del honor de las personas puesto en estado de dolor y opereta”.
Finalmente, González reconoce que su libro “es una teoría del escarnio como historia social argentina, o una historia social del ultraje, el honor y el duelo”, y que le debe mucho a la historiadora Sandra Gayol. “En su texto se luce Mansilla. La herencia de Mansilla en Viñas es evidente a su figura de duelista, sólo que Viñas convierte al honor en un monólogo dolorido”, finalizó.