Montaraz es el último trabajo discográfico de Federico Leites, que presentará este domingo en vivo junto a Mauricio Vieiro en el Anfiteatro Parque de España. Es el resultado de varias experiencias intensas que se le presentaron (y también salió a buscar) el propio autor. Es un disco hondo, sensible y hasta nostálgico, de múltiples escuchas, que invita a ser espectador privilegiado y protagonista de ese viaje al corazón de la montaña. Un horizonte repleto de historias silvestres, climas, aromas, texturas, sonidos y sensaciones que el propio cantautor experimentó en primera persona durante los cuatro meses en los que decidió que era momento de alcanzar la libertad plena y salir de la comodidad urbana para ser un montaraz contemporáneo.
“Suena la cascadita en la mañana, al despertar”, comienza describiendo Leites en la segunda canción del disco que abre con una obertura instrumental. La descripción es minuciosa y detallista. Es honesta. Y ese pulso no se detiene en el devenir musical de las once canciones que crean una etiqueta propia. Los colores del folclore se encuentran con matices del rock nacional o la trova y la canción de autor. Son todos esos géneros pero ninguno. El acompañamiento musical de la guitarra se acomoda cerca del Litoral pero la búsqueda vocal de su autor se vuelve ecléctica y por momentos impredecible.
“Me sentía rayado acá así que junté unos pesos y me fui a la casa de un amigo que está en el medio de la nada y no tiene electricidad. Ubicada en el norte de Valle de Punilla, ahí me quedé cuatro meses y volví con las canciones”, comenzó contando Leites en diálogo con El Ciudadano.
El músico, que sabe conjugar su necesidad vocal con otras búsquedas más ligadas a las artes visuales, se transformó por varios meses en un montaraz contemporáneo. Y la experiencia le sirvió para aprender a leer el mundo actual “de otra manera” y ser “mucho más libre”. En ese terreno nacieron las historias.
La voz en el corazón
“Uno carga con sus influencias y con sus improntas estéticas”, resume Federico Leites. Y por si quedan dudas define: “Desde que nací me siento cantor”.
De chico, Leites comenzó a cantar en su Entre Ríos natal y cuando de más grande se vino a vivir a Rosario para estudiar Bellas Artes sintió el instinto de profundizar su expresión vocal y comenzó a estudiar con Ethel Kofman. “Tres años tomé clases con ella y hacerlo fue revelador. A pesar que ya había tenido seminarios y había acudido a academias, con ella nació la necesidad de hacer nacer al cantor. Y esa necesidad la ensayé en un disco anterior que se llama No forma que ahora noto tibia la intención del cantante”.
Montaraz fue la bisagra en su camino artístico, donde se manifestaron las condiciones para que termine de nacer esa voz que declama, que interpreta, que tiene multiplicidad de tonos, de matices. “Es algo de lo que estoy contento que haya pasado porque era una búsqueda que venía una y otra vez. Hacía rato que quería que la voz fuese algo a recordar, que la gente escuchase mis canciones y le quede una huellita en el corazón”.
Canción telúrica
Leites definió su nueva obra como una suerte de “canción telúrica contemporánea”. Ahondando en esa definición confió que al escuchar las canciones junto a algunos amigos pensaron de qué manera se podía nombrar algo que estaba emparentado con el folclore pero que no pertenecía a la tradición sino que era, según opinó, “como la inmersión de un artista en un paisaje y lo que su corazón espejó en un determinado momento viendo el arroyito y la montañita, en ese tipo de práctica que permitió el silencio”.
“Me junté con mi hermano que es un guitarrista eximio –continuó Leites–, y él terminó de darle una ajustada general al disco. Cuando empezamos a tocar en el formato de canción melódica y las empezamos a querer nombrar, algunos amigos nos decían que era «telúrica», «música contemporánea». Nosotros la terminamos nombrando «canción paisaje» porque creemos que es el nombre que más justicia le hace. Es una cancioncita que tiene un olorcito a tierra pero básicamente es como un espíritu que ha espejado el entorno”.
Atahualpa, el “lama tibetano”
El flamante trabajo de este autor radicado desde hace años en Rosario es visual y por momentos cinematográfico. En sus temáticas dibuja ese paisaje de naturaleza silvestre que fue su hogar por cuatro meses, donde se percibe la energía del agua que fluye, el color de la tierra, el verde de la vegetación, el movimiento y el paso del hombre que puede ser parte de ese hábitat si sigue las leyes que marca el entorno.
Cuando llegó a la casa que sería su hogar, Federico encontró un pendrive. Más tarde descubrió que contenía unos videos que le había dejado el dueño de la casa con cuatro especiales de Atahualpa Yupanqui. Fue lo único que vio durante su estadía. “Todas las noches, en el silencio de la noche del monte, en una espesura absoluta, escuchaba el aullido de los zorros que es algo tremendo, y veía los videos de Atahualpa”, dijo.
“Todo el tiempo lloraba por lo que contaba Atahualpa. Él era un ser totalmente ajeno a mi realidad y a mis influencias, completamente ajeno a mi rango referencial. Pero empecé a ver en él a un lama tibetano, a alguien que bajó de la montaña para decir una verdad y su espíritu se diluyó en ese discurso y se fue de este plano”, continuó contando el músico.
El viaje en sí mismo había nacido para Leites como una aventura y lo que devenía cada día, a cada momento, se lo ratificaba. En la pequeña motocicleta en la que llegó a Punilla, un día viajó hasta Cerro Colorado (cercano a San Marcos Sierra). El motivo tenía una urgencia emocional propia. Ir a conocer la casa de Atahualpa. “Llegué, hablé con la gente de su fundación y me quedé dos días en la Cuesta del Silencio donde él compuso, hice todo el camino aquél, me subí al cerro. Fueron dos días de mucha emoción”.
Chavela, Caetano y… Japón
A poco de volver de la casa de Atahualpa, a Leites se le aparecieron en su horizonte dos nuevas figuras referenciales: Chavela Vargas y Caetano Veloso. “Llegaron como una imagen a mi mente porque yo no escuchaba a Chavela y muy poco a Caetano. Me llegaron como fotos, venían una y otra vez”, recordó el cantautor quien no dudó en seguir su intuición al momento de componer su disco. Con ese espíritu fueron naciendo estas canciones que tuvieron una influencia inesperada e intercontinental.
“Hace años hice un viaje a Japón donde pude conocer su interior, visitar la parte tradicional, el campesino, el que cultiva el arroz y las flores, y me volví loco con la mitología y entendiendo el zen y el haiku, esa unidad poética mínima que tiene una máxima potencia emocional”.
Leites contó que esos paisajes nipones se hicieron figura mientras escribía canciones como “Cerro Azul”, “Yang” y “Cascadita”. “Sentía que algo de lo que había vivido y de sensaciones que me había traído de ese Japón tradicional, se había filtrado en la poesía y en la melodía y estaba como enlazando nuestro criollismo con ese campesinado japonés”, expresó.
Un estudio de campaña
Lo visual es una constante en la vida de Federico Leites. En Montaraz, las imágenes y los paisajes sonoros se conjugan y se nutren de su experiencia y formación como artista visual. Lo estético, a la hora de narrar, le abre puertas a múltiples lenguajes. El diseño de la tapa del disco incluye obras de Laura Glusman y Carlos Aguirre. Además hay un libro y un documental. El libro tendrá en su interior el disco con el audio de las canciones y las poesías. Y salió hace dos meses un documental.
“Cuando volví de Punilla, las canciones quedaron guardadas seis meses en una libretita y mi hermano un día me preguntó y las empezó a tocar. Las canciones tenían un cuerpo, eran como ochomesinas. Él, que es un guitarrista excelso, comenzó a agregarle intros, hacerle arreglitos, coros, y entre los dos entendimos que eran lindas pero necesitaban un empujoncito para nacer”, dijo el músico que a poco de empezar a tocarlas descubrió que a la gente le gustaban y por eso pensó en grabarlas.
La grabación estuvo, como no podía ser de otro modo, a la altura de la gestación. Leites habló con el productor Ezequiel Fructuoso y le dijo: “En esta ciudad donde vivimos no podemos retratar ni insuflarle a cada canción el espíritu y la emotividad que nació de ese paisaje simplemente por los avatares de la vida cotidiana”.
Acto seguido junto a Mauricio Vieiro viajaron quince días al monte para montar un estudio de campaña. “Subimos todos los equipos a un Renault 12 que en el camino nos dejó a pata pero llegamos, armamos todo allá y grabamos”, rememoró.
El Día “D”
Este domingo será finalmente la presentación del disco. El concierto será rodado por Fango Films para la producción de un DVD. El estreno, además, tendrá una puesta escenográfica a gran escala de Sol Pipkin y Carlos Aguirre. “Quería que fuera en un balcón al río, al monte, que fuese especial para la ciudad, un lugar cuya arquitectura le rindiese tributo a la naturaleza y me encontré con la posibilidad de presentar el disco en el Anfiteatro del Parque España (al aire libre). Sol y Carlos crearon una especie de tapiz gigante con un dibujo donde el cantor y guitarrista ingresan para darle vida. La puesta de luces será de Fernanda Weber y el sonido de Franco Mascotti. Me gusta mucho el acto del vivo”.
Para agendar
Federico Leites presentará «Montaraz» este domingo, a partir de las 20, en el Anfiteatro del Parque de España (Mitre y el río), con entrada libre y gratuita.