El Goethe-Institut se prepara para dar cierre al exitoso ciclo online –que fue visto desde todo el país–, Lecciones de sofá, dedicado a debatir el potencial, los desafíos y los riesgos asociados a la Inteligencia Artificial (IA), una herramienta que “todavía está en su infancia pero dará forma a nuestra sociedad, para bien o para mal”, dice la alemana Jeannette Neustadt, curadora del evento.
“La pandemia –advierte– está actuando como un acelerador de los desarrollos que podrían haber tenido lugar de todos modos, sólo que a un ritmo diferente”.
La salud, la creatividad, el futuro del trabajo, la inteligencia o el cambio climático –siempre en relación a la IA– son algunos de los tópicos tratados en cada episodio semanal del ciclo realizado vía Zoom, con expertos invitados de todo el mundo con un debate dedicado a la privacidad y los sistemas algorítmicos de toma de decisiones.
¿Un mundo ideal o un gran problema?
“Muchas actividades del Goethe están destinadas a pensar en el futuro. Este ciclo sobre IA –organizado desde la sede central en Munich– busca reflexionar sobre un tema muy importante para los próximos años, algo que parece muy útil pero que a la vez trae amenazas.
La pregunta es con qué valores los seres humanos vamos a programar a las máquinas», señala Uwe Mohr, director del Goethe-Institut de Buenos Aires. Autos conducidos de manera automática, una App que te indica en el mapa si te cruzaste con alguien que contrajo Covid-19 –y que en Alemania ya descargaron 15 millones de personas– o una IA que controla tu pulso, son algunos ejemplos que enumera Mohr, que “a algunos les parecerán un mundo ideal pero para otros serán un gran problema”.
“Siempre que hay avances surge naturalmente una contra-reacción. La IA es un tema muy complejo y habrá reacciones en contra. Lo importante es encontrar un balance, un modo de regular.
La IA no tiene sentimientos, conciencia, recuerdos o moral. Es sólo un cálculo matemático. Es muy interesante, como todo avance, pero hay que observar bien los pro y los contra”, advierte el director del Goethe.
¿La IA puede ser creativa?
Los encuentros transitaron desde la manera en que la inteligencia artificial ya forma parte de nuestra vida cotidiana –lo sepamos o no– hasta la proyección de que el 40 por ciento de los trabajos actuales desaparecerán en los próximos 15 años, mientras la digitalización creará empleos completamente nuevos.
El ciclo, curado por Jeannette Neustadt junto con Martin Thörnkvist, fue moldeado en base a interrogantes como ¿Qué tan inteligentes pueden ser las máquinas?, ¿Serán capaces de tomar decisiones justas? o ¿Habilidades humanas como la creación artística serán informatizadas?
Una pregunta clave para el éxito de la inteligencia artificial es si es capaz de ser creativa: en el último tiempo las máquinas han sido entrenadas con materiales existentes para producir desde música hasta obras de arte, e incluso se han realizado trabajos creativos con ayuda de la AI.
Diseñar pulmones para trasplante
Una de las invitadas al debate, la artista y programadora estadounidense Jessica Rosenkrantz, mostró imágenes del vestido Kinematics Dress (obra emblemática de la moda, el arte, la ciencia y la tecnología) inspirado en patrones inherentes a formas de la naturaleza, compuesto por más de tres mil piezas únicas y realizado con una impresora 3-D. Rosenkrantz es una de las fundadoras de Nervous System, que ella misma definió como “una rara mezcla de estudio de diseño, laboratorio de investigación, colectivo de artistas y consultoría de software”, en donde realizan joyas, indumentaria, muebles o lámparas, también inspiradas en las complejas formas que observan en la naturaleza.
“Con el software que desarrollamos es muy fácil generar cientos de diseños y experimentar con los parámetros haciendo modificaciones en el algoritmo”, explicó la diseñadora sobre la herramienta que le ha permitido crear, por ejemplo, más de cinco mil collares de acero inoxidable diferentes.
Del mismo modo han diseñado su famoso vestido, que se imprime en 3D todo en una sola pieza, sin cortar, coser o ensamblar sino que emerge de la máquina completamente formado.
Uno de sus más recientes proyectos surgió cuando fue convocada por Jordan Miller, un bioingeniero que desarrolló una nueva técnica de impresión 3D para células vivas, ya que el objetivo de su laboratorio es diseñar a futuro órganos de reemplazo para trasplantes.
“Cuando Miller vio las estructuras ramificadas que habíamos estado generando nos desafió a colaborar con él en el diseño de pulmones y nuestro objetivo ahora es crear un software que permita crear estructuras personalizadas para órganos de reemplazo para seres humanos impresos en 3D”, cerró su presentación la diseñadora.
La AI sólo imita géneros y estilos
“La inteligencia artificial está todavía en su infancia. Ya que dará forma a nuestra sociedad, para bien o para mal. Depende de todos nosotros dirigirla en una dirección que sirva a la humanidad, y no a la inversa”, sostuvo Jeannette Neustadt.
En relación a lo artístico, explicó: “Hay que hacer una estricta distinción entre los artistas que utilizan la inteligencia artificial para crear obras de arte y la IA utilizada para crear obras artísticas por sí misma.
Si observamos el arte creado por la Inteligencia Artificial, no ha sido muy convincente hasta ahora. Imita estilos y géneros, pero no crea nada propio, nada nuevo y, sobre todo, no puede crear arte que sea capaz de cuestionar nada.
Artistas como Anne Ridler trabajan con la inteligencia artificial para señalar esas fricciones y demostrar cuán profunda es la influencia humana en el aprendizaje de las máquinas, por ejemplo, asignando categorías a un conjunto de datos de 10 mil imágenes de tulipanes fotografiados por ella misma para su obra Mosaic Virus.
Las máquinas pueden producir algo nuevo y útil, reformatean la información. El arte no conoce ningún uso ni propósito. Siempre debe responder a la pregunta para qué fue creado; y por lo tanto funciona como una interrogante de la comunicación social y el arte mismo.
Siempre opera en un meta-nivel. El arte creado sólo por una IA no puede hacer esto. Pero el código puede hacer a la gente más creativa. Puede mostrarnos nuevos caminos más allá de lo que hemos conocido hasta ahora.
Las máquinas hacen cosas que los humanos nunca han considerado antes. Pero el arte en el verdadero sentido de la palabra sólo emerge cuando el código se observa a sí mismo, cuando la atención del espectador se dirige al proceso de toma de decisiones algorítmicas.
Hasta ahora esto sólo ha ocurrido en colaboración con artistas, es decir, con humanos”.