Su abuela italiana le enseñó el idioma y la pasión por las pastas; la otra abuela, francesa, le enseñó los buenos modales y el glamour. Mientras su padre luchaba para que fuera farmacéutico, Adrián Pavía ganó una beca para estudiar inglés y se fue a Inglaterra y de ahí partió a Bremen, Alemania, donde se quedó nueve años y definió su destino con una vocación por brindar servicios capacitándose en hotelería. Luego en España, Carlos Fuente Lafuente, director de la Escuela de Protocolo Internacional de Madrid, lo eligió para hacer en Rosario un módulo de Etiqueta y Comportamiento Social; además recibió las enseñanzas de la mítica maestra en Protocolo y Ceremonial Eugenia de Chikoff. Pavía, wedding planner y organizador de los acontecimientos sociales más importantes de Rosario, es docente desde hace 15 años en el Instituto Superior de Hotelería y Restauratieur (ISHyR) y afirma que “el rosarino es educado, o aprendió a ser educado; ha vuelto a la cortesía, el rosarino antes era indiferente y ahora es amable”.
A la hora de describir el look de algunos referentes de la ciudad, asegura que la intendenta Mónica Fein “tiene que hacer un cambio total, es una mujer que no tiene que usar pantalones e insiste; usa las chaquetas cortas: debería usar blusas más generosas; usa zapatos de vieja… ¡Si la agarro yo en siete minutos no sabés cómo la dejo!”. También opinó sobre la imagen de algunos comunicadores: reivindica la elegancia de Luis Novaresio, Ciro Seisas, Ariel Bulsicco y Carlos Bermejo, no así “la ropa de canje” en la que se enfundan Susana Rueda y Gachi Santone, que “en general son horribles, no sé cómo se dejan vestir con esos vestidos pretenciosos”.
—¿Cómo es el comportamiento social y etiqueta del rosarino en general?
—El rosarino es educado, o aprendió a ser educado. Siempre hay un desubicado que tira el papel por la ventanilla del auto, lo cual detesto; o como el desubicado que deja prendido el celular en el cine. Igual, el rosarino ha vuelto a la cortesía: antes era indiferente y ahora es amable.
—Hoy en los hogares con padres ocupados los buenos modales parecen una antigüedad…
—La familia tradicional con el padre en la cabecera de la mesa casi no se ve. La tele es el pater de hoy, los chicos comen parados, con la caja de la pizza en la mesa, no tienen idea qué son los cubiertos… Hoy, en muchos casos, el chico come solo porque los padres no están. A la gente grande que viene a mis cursos le digo que deben estar presentes, sentados a la mesa en el almuerzo o en la cena. Cada año voy dando cursos y cada año se suma más gente. En un principio había más mujeres que hombres, y ahora es parejo. A mis cursos, por ejemplo, viene un chico de 25 años que se recibió de abogado y no tiene la menor idea de nada. Entreno a mucha gente que tiene interés de progresar.
—¿Hay un catálogo de comportamiento y etiqueta que no debe faltar?
—Cuando hablo de etiqueta y comportamiento social trato de que la gente sepa qué es etiqueta –que lo relaciona sólo con la ropa–, y es una especie de marbete, de rótulo, de cómo se tiene que mover. Si le hablás de moda, tiene que saber lo que es un corte inglés; traje francés, dos botones, tres botones. La gente alucina y quiere más. Después le explicás cómo el cuerpo habla sin haber hablado y cómo puede decir un montón de cosas. Es decir, la elegancia por un lado; y ahora, cómo hablamos, qué decimos con la mirada. La gente va entendiendo cómo un simple gesto, cómo te paraste, cómo te cruzaste de brazos, también transmite. Después de que aprendieron lo básico, que es cómo me visto, cómo hablo, hay que empezar con las reglas de cómo recibir a una persona, cómo despedirla, cómo saludarla. La gente se deslumbra porque hay una creencia popular que se mantuvo muchos años y trato de desasnar en muchas cuestiones que están mal aprendidas, que se retenga lo esencial. Mucha gente estructurada no acepta estos cambios, y hay gente más abierta. Hay quienes no me quieren porque dicen que yo deformo y lo que hago es hacer algo divertido, hablo desde el histrionismo. Por ejemplo, ahora hay una net etiqueta: cómo escribir un correo electrónico, que no tenga palabras en colores o emoticones, sino que el mensaje debe ser escueto y claro. Lo primero que les digo a mis alumnos es que aquí no hay palacios ni reyes ni reinas: el ceremonioso de ley no quiere que te apartes del libro ni un centímetro… Si las reglas de ceremonial dicen que la camisa debe ser blanca y la corbata más oscura y no podés usar rayados con flores… yo soy al revés: uno las flores y las rayas porque quiero marcar una tendencia y que la gente me vea que estoy presente sin ser ridículo, que puedo llamar la atención. Por eso hay gente que me da con un caño.
—¿Cómo combatir el mal gusto para que no sea una moda?
—Es difícil. Un país ignorante le conviene a muchas personas, no sé a quién le interesa que la gente tenga un buen comportamiento social. Pasé años en Alemania, que serán lo que serán, pero como sociedad funcionan. El rosarino, me parece, sabe cómo comportarse, aunque el grosero siempre está, el desubicado siempre da la nota. La gente que habla a los gritos por celular haciendo pública una conversación privada: ¿por qué tengo que escuchar algo que no me interesa? Por eso el sentido de la ubicuidad es la regla número uno, darse cuenta en el contexto en que uno está. Una persona que dice saber de buenos modales es aquélla que puede adaptarse a cualquier situación. En las reglas del comportamiento social la vida es un gran escenario y tenés que ir interpretando distintos papeles, el tema es prepararse para cada situación.
—¿Cómo ve a las figuras públicas de la ciudad? ¿Tienen buena imagen?
—Rosario tiene buenos referentes en cuanto a la imagen, a la estética. De la estética se vive y del saber moverse, hablar y comportarse. El tema es que hay quienes no se dejan asesorar. Hay quienes se manejan con actitud e impronta. Luis Novaresio cuida mucho los detalles, Ciro Seisas también. A él le he mandado mensajes para que se desabroche el saco si está sentado… En cambio, a Juan Junco le doy con un caño. En Canal 5, Ariel Bulsicco está muy bien; pero Susana Rueda… no sé qué se hizo con el pelo ¡Dios mío! No sé quién la viste, es un horror. Es por ese concepto del canje en Rosario que se terminan poniendo cosas horribles. Carlos Bermejo mejoró mucho, encontró el corte en su traje, el color y sólo cambia la corbata; a Gachi Santone, que es mi amiga, la llamo para decirle: ¿qué te pusiste?. Y me dice: «Es lo que me dieron…», pero tenés que decir que no. Ella lo toma bien, otra gente se ofende cuando los criticás, pero yo hago crítica constructiva. La intendenta, Mónica Fein, tiene que hacer un cambio de look total, es una mujer que no tiene que usar pantalones e insiste… usa las chaquetas cortas: debería usar blusas más generosas; usa zapatos de vieja… ¡Si la agarro yo en siete minutos no sabés cómo la dejo! Binner también vestía mal: combinaba el pantalón gris con saco azul. Mirá, trabajé seis años en Utilísima, en un programa que se llamaba Bajo la Lupa Hoteles, y tuve que firmar un contrato donde los dueños de mi imagen eran los de la Fox; ellos me decían qué era lo mejor para mí, los asesores que te hacen las prueba de cámara son los responsables de cómo salís al aire, el pelo me lo cortaba el peluquero del canal… En C5N hacen las cosas bien, se nota que no hay canje, todo está bien cuidado, es una copia internacional de la CNN.
—¿Qué está “out” y qué es “in”?
—Hoy lo in es el diálogo, evitar los modismos, las palabras recortadas, hablar bien. Ser respetuoso del idioma es in. Los que creen que está out el buen comportamiento en la mesa están equivocados. Está totalmente out decir que en la mesa no se habla de política o religión. Mientras haya respeto y tolerancia cualquier tema es bueno para intercambiar ideas y escuchar al otro. En la mesa se puede hablar de todo. Por ejemplo, antes hablar de lo que le ocurrió a Baby Etchecopar era de mal gusto y ahora es un tema de la realidad. Ir en zapatillas al teatro es out. La moda casual en nuestro país fue un fracaso total… sacarse la corbata con un traje, o usar una chomba y arriba el saco, ir a la oficina con el bolso de la raqueta de tenis… eso es out.
—¿Cuál es el secreto para que una fiesta de casamiento sea inolvidable?
—Ante todo ser original. Si todo el mundo va para un lado, yo voy para el otro. Por ejemplo: en el Rosario Golf casé a los novios en la pileta. La hice vaciar, armé un pasillo y la gente estaba viendo la ceremonia desde el borde. Les encantó. Organizo bodas exquisitas. El nuevo rico me busca mucho y me parece bárbaro que me necesite: me gusta sacarle la plata (risas); soy la necesidad de su canasta básica. Cuando llega el momento quiere ostentar y se da cuenta de que puede ser un pseudo grasa. Tengo buenas referencias, como haber hecho la boda de Soledad Pastoruti, Guillermo Coria o Nicolás Spolli. La gente me empezó a buscar y soy selectivo de mis clientes. Mis honorarios no los negocio: ¿no los podés pagar?, bueno, listo. Tengo dos personas trabajando conmigo, la gente que viene quiere a Adrián Pavía, me busca a mí. Normalmente, al año hago dos bodas grosas. A los novios les gusta que los acompañe: ir a Buenos Aires, a lo de Laurencio Adot para el vestido, me ocupo de la peluquería, del maquillaje, de todo… Mis bodas son ostentosas. Donde me puedo desarrollar con damas de honor, caballeros de honor, me ocupo de la tarjeta, de la lista de regalos. Algo out, sin dudas, son los souvenir, el cotillón, el trencito en la fiesta… ¡una grasada! Me hice conocido por la estética de la fiesta: mis bodas son barrocas, soy muy Versace en eso; hago mis diseños, lo que busco es sorprender y eso cuesta dinero. Después esas novias, cuando quedan embarazadas, me llaman para que les organice el baby shower. Es una fiesta que se hace un mes antes de que nazca el bebé: la mamá invita a las amigas que le llevan los regalitos y se hacen juegos muy divertidos entre ellas. Es para que el día en que nace el bebé no vayan a molestar. Después de que se lo organicé a la Sole, lo quisieron hacer todas.