Uno de los sitios más característicos que, a mediados del siglo XIX, formaba parte de la recientemente declarada ciudad de Rosario de Santa Fe, pero que existió desde siempre, fue la denominada laguna de Sánchez. El primer documento gráfico conocido por su extensión, es el croquis de Rosario atribuido al arquitecto estadounidense Timoteo Guillón, confeccionado en 1853 y que presumiblemente sirviera de base al coronel Estanislao Zeballos para establecer la primera nomenclatura de las calles de la ciudad.
Este plano desapareció hace muchos años del Archivo Histórico Provincial de Santa Fe.
Años después, en julio de 1858, el litógrafo Riviere imprime el plano de Rosario confeccionado por el ingeniero Nicolás Grondona donde aparece dibujada la laguna en relación al trazado de las calles de la ciudad. Es notable la similitud que presenta la laguna en ambos documentos, tanto en cuanto a su ubicación como a su forma y dimensiones. Por otra parte es natural que su forma y extensión cambiaran según las épocas de acuerdo a la intensidad y frecuencia de las lluvias.
A partir de 1855 aparece en documentos oficiales y en publicaciones periodísticas. La laguna de Sánchez se ubicaba entre las actuales calle Córdoba por el norte, hasta 3 de Febrero por el sur y desde calle Mitre por el este, hasta las inmediaciones de la calle Paraguay por el oeste.
Dada la altimetría de la zona, la laguna podía alcanzar una profundidad de un metro y medio a lo sumo. De cualquier manera, sus características de permanencia y su extensión creaban un importante problema para el crecimiento de la ciudad cuyo impulso edilicio era notorio. La denominación de Sánchez nunca tuvo sanción oficial.
Los dueños de la laguna
El origen del topónimo data, según algunos investigadores, por el apellido del propietario de las tierras que circundaban la laguna. Se da a entender que dicho nombre puede tener origen en el de Felipe, Segundo y Laureano Gallo Sánchez, quienes fueron tomados cautivos por los nativos del norte. Luego de 35 años sin saber nada de ellos, hacia 1867, sus herederos inician un juicio por reivindicación de los terrenos y es Ramón Sánchez, sobrino de aquellos, quien ejerce tal reclamo.
Igualmente a través de estos años fueron varios los dueños de estos terrenos, incluyendo la laguna. También se dice que los hermanos Sánchez nunca estuvieron en Rosario y que sus padres Juan Cipriano Gallo y María del Tránsito Sánchez, eran santiagueños y dueños desde el 20 de enero de 1838 de una quinta de 100 por 150 varas, adquirida a Joaquín Souza. Cuando enfermaron volvieron a su lugar de origen y testamentaron la laguna y tierras adyacentes en favor de sus hijos, designando como albacea al mencionado Ramón Sánchez, hermano político de Juan Cipriano Gallo, o sea tío de aquellos.
Considerando todos estos acontecimientos, es probable que el nombre de laguna de Sánchez, sea por Ramón Sánchez que ya para esa época era un importante propietario y vecino del paraje. Además en 1864 donó al Colegio San Carlos de San Lorenzo parte del terreno para la construcción de la capilla de Nuestra Señora de Santa Rosa de Lima, sita hoy en calle Mendoza al 1300. En 1851 le había comprado a José Domingo Robles la parcela donde se erige la iglesia.
La laguna como basural
Muchos años pasaron para sanear y eliminar la infecta laguna de Sánchez del centro rosarino. Prácticamente ocupaba siete manzanas y sobresalían chañares y plantas acuáticas que formaban pequeñas islas en su interior. En sus márgenes se formaban basurales debido a la actitud antisocial de ciertos vecinos, donde aparecían hasta caballos muertos.
En marzo de 1858 creció el río Paraná y un puma de gran tamaño, viajero en islas de camalotes o troncos arrastrados por la corriente, “desembarcó” en Rosario y eligió como hogar la laguna de Sánchez. Al tiempo, tres cazadores lo mataron a tiros. Durante uno de los brotes de cólera que azotó la ciudad entre 1865 y 1870 surgió la idea de abrir un canal que llevara sus aguas más lejos, aproximadamente hacia calle Italia, en aquellos años campo abierto. Hacia 1874 en la laguna era todo maloliente y pútrido. La amplia zona era aprovechada por desaprensivos carreros para descargar en ella verdaderas montañas de estiércol proveniente de corrales y caballerizas, y con los calores del verano, los olores que de allí surgían eran verdaderamente insoportables.
La Municipalidad decidió ubicar a un policía en sus inmediaciones, pero no tuvo el resultado esperado. Durante los días de carnaval de 1879 de un modo muy acorde con el espíritu argentino; con burlas anónimas, los vecinos de la calle Progreso (hoy Mitre) instalaron en la esquina de esa calle y Rioja un kiosco con un cartel que decía: “Grandes regatas en la laguna”, con evidente intención irónica.
En la laguna apareció una especie de arca de Noé dentro de la cual aparecían personas disfrazadas de políticos, discutiendo el futuro de la laguna de Sánchez.
Llega el loteo
Pasaron los años y por fin se lotearon los terrenos y luego fueron comprados por la Municipalidad para crear dos plazas. El límite fue por el norte la calle San Luis y por el sur la calle Mendoza, creándose dos manzanas, entonces la del norte denominada Iriondo y la del sur, Urquiza, divididas por la calle San Juan.
En el plano de 1886 de Gabriel Carrasco ya se citan ambas. En 1881 se plantan árboles y se instala un pequeño jardín. En 1888 se pavimentan las veredas con piedra hamburguesa. Existió un proyecto de levantar un monumento a Urquiza entre ambas plazas, que no se concretó. En su lugar se colocó una fuente, luego reemplazada por el Monumento a Sarmiento. Dicha fuente fue luego trasladada a la plaza Mayor Buratovich.
El paseo público se iba embelleciendo paulatinamente y su fisonomía cambió notablemente, cuando la municipalidad cedió parte de la plaza para la construcción de la primera Escuela Normal de Maestros. El edificio se concluiría en 1897, cuanto también se empedró la cortada que dividía la manzana y por donde pasaba el tranvía a caballos. Este espacio fue cedido a la escuela. El 11 de septiembre de 1914 las dos plazas Urquiza e Iriondo se unifican por ordenanza y se le da el nombre de Domingo Faustino Sarmiento emplazándose su monumento.
El monumento a Sarmiento
Es la profesora Argelia Delgado de Arias, directora de la Escuela Normal quien propone erigir un monumento al maestro sanjuanino, conformando una comisión presidida por el doctor Nicolás Amuchástegui, y se inicia una campaña para financiar la obra. Esta fue realizada en 1901 en San Juan. Según ordenanza del 10 de septiembre de 1907, se instalaría en el centro de la plaza Urquiza, pero otra ordenanza del Concejo Deliberante propone el actual sitio. La obra que representa la figura del prócer se fundió en Europa.