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Cuando se menciona a una biblioteca se traslada a la mente, de inmediato, la imagen de un lugar silencioso, algo sombrío y con estantes que albergan infinidad de textos, de esos que ya habitan páginas en color sepia y de los que están acompañados por gráficos o demás ilustraciones coloridas, en páginas de blanco reluciente. Bien, las bibliotecas no son todas iguales, dado que en las populares las actividades exceden todo lo relacionado netamente a la literatura. Las bibliotecas populares son espacios de contención, lugares donde se realizan talleres para todas las edades, se trabaja en pos de una mejor calidad de vida social del barrio que habita y se dejan huellas en toda una ciudadanía. Precisamente, este trabajo ha tenido un reconocimiento (tardío, pero merecido) de parte del municipio. El martes último, a través de la Secretaría de Cultura y Educación, se hizo entrega de subsidios por un total de 205 mil pesos a 28 bibliotecas populares de la ciudad. El empujón ayuda, pero aún hace falta más.
El subsidio responde a la ordenanza Nº 7613/03, que tanto se tardó en cumplir. La misma, como indica su número, fue creada en 2003, pero recién desde el año pasado se está implementando y las bibliotecas populares llevan un gran atraso en el sostén de su infraestructura. “Trabajamos a pulmón y sostenemos las actividades como podemos, era hora que desde la Municipalidad nos den un apoyo a tanto esfuerzo”, fue la respuesta unánime de las bibliotecas consultadas.
Según detallaron desde la Secretaría de Cultura y Educación, los fondos que integran estos subsidios económicos provienen del proyecto de Apoyo a Bibliotecas Populares votado en el marco del Proyecto Participativo en los distritos Norte y Centro (70 mil pesos) y de la Ordenanza Nº 7613/03 de Bibliotecas Populares (135 mil pesos).
María Luisa Carletti, presidenta de la Asociación de Bibliotecas Populares de Rosario y tesorera de la biblioteca La Florida, explicó a El Ciudadano: “Las bibliotecas populares son asociación sin fines de lucro que realizan un trabajo de apoyo a la comunidad que muy pocas entidades realizan. No sólo estamos para trabajar y ofrecer acceso a la información, sino también para algo mucho más amplio: poner al alcance de la gente un contenido cultural importante, con lectura de cuentos, talleres literarios, encuentros de tejidos, charlas debate, apoyo escolar, talleres para todas las edades que, inclusive, pueden derivar en micro emprendimientos”.
A su vez, la responsable de las bibliotecas populares de la ciudad, remarcó que “poniendo la cultura al acceso de la población tendremos una sociedad más justa”.
La Cachilo
Claudia Martínez, responsable de la biblioteca Cachilo, comentó a este medio que si bien tardó en llegar, el subsidio “es un gran avance que se está ordenando de a poquito desde el año pasado. Es una estrategia de cooperación a las bibliotecas que son organizaciones autogestionarias que construyen cultura en distintos puntos de la ciudad, con mucha fuerza, dedicación y fundamentalmente con trabajo voluntario”.
A su vez, la docente comentó que el apoyo económico “cubrirá una parte de la adquisición de sonido móvil para seguir trabajando en la calle”, y continuar con el ciclo de lectura en las veredas del barrio.
Gastón Gori
“Para las bibliotecas populares todo es poco. Acá trabajamos a pulmón y para nosotros es importante esta ayuda”, señaló María Eva Farías, una de las pioneras del proyecto de la creación de la biblioteca Gastón Gori.
Sobre los proyectos que pueden ocupar la ayuda recibida de parte del municipio, Farías sostuvo que entre tantas necesidades, están las de agrandar el segundo piso de la biblioteca (destinado para actividades infantiles), comprar computadoras para el área de internet o bien adquirir más libros, “de esos que suelen pedir los lectores”. De todas formas, la mujer adujo que se estudiará bien la situación antes de emprender ningún movimiento económico.
“En la Gori, como la conocen los vecinos de la zona, los chicos están más tiempo allí que en su propia casa. Son tan humildes y de familias numerosas que, aunque resulte extraño para los vecinos de la ciudad, los chicos vienen a la biblioteca a pasar sus tardes. Juegan más de la tarea que realizan, pero se sienten contenidos, y en medio de los juegos muchas veces les provoca curiosidad algún libro que tenemos y de tanto correr, se suman a la lectura unos minutos”, comentó Farías.
Sobre la relación que se establece entre los trabajadores de la biblioteca y los lectores (tanto adultos como chicos), integrante del grupo creador de este espacio cultural manifestó: “Acá les llama la atención los que van desde la biblioteca Argentina, porque se encuentran con que cada uno que entra puede tocar todos los libros que hay, instalarse en el espacio, leer sin límites, y todos nos conocemos. Considero que eso es necesario en cada biblioteca, que no se limite a la gente la lectura”, expresó.
Pocho Lepratti
Carlos Núñez, presidente de la comisión directiva de la biblioteca Pocho Lepratti, comentó a este medio que a 8 años de su creación, el espacio giró sobre el trabajo social del barrio.
“La necesidad de cada biblioteca difiere tanto del barrio en la que está ubicada como de su edad. Por ejemplo, las bibliotecas jóvenes como la nuestra aún deben alquilar el espacio que ocupan y entre las actividades que programamos, logramos que la gente trabaje a puro pulmón, no contemplamos el pago a una bibliotecaria, eso, lamentablemente, no podemos abonarlo”, relató Núñez y agregó que entre las publicaciones de libros que realizan con otros grupos y movimientos, pueden recaudar fondos mínimos que les ayudan a trabajar con la comunidad en su jardín de infantes, los talleres de áreas de género, talleres adolescentes y capacitación de oficios.