El pibe Callegari recorrió los treinta metros de la mitad de cancha al punto del penal rápido y con la cabeza gacha. Iba a tener en sus pies un penal que podía ser alivio para todos y clasificación inédita a cuartos de la Copa Argentina. El valor de convertir era incalculable. Fallar podía ser una cruz difícil de llevar en una carrera que apenas atraviesa el umbral de salida. Tomó la pelota y la acomodó sin inmutarse como si fuera una serie por una caja de alfajores con compañeros en Bella Vista.
La carrera fue larga y puso la línea de inicio en la medialuna. Muchos imaginaban que le iba a pegar fuerte, como para justificar su apodo de “Caballo”. Y no faltaban los agoreros que imaginaban una pelota en la tribuna. Pero no fue así. Uno, dos, tres… siete pasos y abrió el pie, con la jerarquía de un jugador con mil batallas en el lomo. Fue gol y corrida de todos para abrazar al pibe.
Sí, Newell’s consiguió el pasaje a cuartos de final de la Copa Argentina por primera vez en su historia. No jugó bien, pero Atlético Tucumán esta vez no le hizo pagar caro los descuidos defensivos, que fueron menos. Y a la hora de los penales, fue certero, no falló, y Aguerre tapó uno para permitirle al pibe Callegari recibirse de héroe.
El regreso de Amoroso le dio más estabilidad en el medio. Y mejoró Bernardello. Pero Figueroa sigue flojo, Formica jugó con medio tanque y Leal quedó muy solo. Y ni siquiera jugar una hora con un hombre de más por la expulsión de Abero le dio supremacía.
Le costó mucho a Newell’s entender cómo aprovechar la ventaja numérica. Recién lo pudo hacer cuando De Felippe se la jugó con el ingreso de Cabrera por Bittolo y de Torres por un cansado Formica. Pero no alcanzó. Leal falló debajo del arco y después Luchetti se lució ante Cabrera y Figueroa. Y hubo penales. Y a sufrir.
El premio de ganar era grande. Era oxígeno, ánimo, tranquilidad y la posibilidad de avanzar a cuartos donde podría jugar el Clásico.
Y esta vez no falló. Por primera vez Newell’s no va a mirar las instancias decisivas de la Copa por TV. Todo gracias a las manos de Aguerre. Y fundamentalmente a un pibe que no le pesó la presión y pateó a lo crack.