La tarde de despedidas en el Coloso no estuvo completa. Godoy Cruz fue el aguafiestas de una jornada emotiva a partir del homenaje de los hinchas a sus ídolos que se fueron: Scocco y Formica. Fue 2-0 para el Tomba que dirige Lucas Bernardi, que demostró que los pibes de Newell’s tienen potencial pero necesitan apoyo para crecer dentro de la cancha.
El interino Vojvoda apostó por poner en cancha a muchos juveniles. En total, siete entre los titulares. Y esa energía llevó a la Lepra a empujar a la visita contra su área. Pero el destino no quiso que la noche fuera completa. Newell’s se cansó de desperdiciar chances de gol. Y Godoy Cruz, en cambio, explotó con eficacia cada ventaja que tuvo a disposición.
El pibe Tissera mostró olfato de goleador, estuvo siempre donde se le pide estar al nueve. Pero desperdició tres chances claras que se pagaron caro al final.
Remate cruzado y desviado, cabezazo en el área chica y sin marcas que dio en el arquerito Ramírez, y otro testazo en soledad que pegó en el palo. Un combo de gritos ahogados que anoche no lo dejaron dormir.
También falló Nacho, que estuvo con la cabeza en otro lado, pero así y todo casi anotó en un mano a mano donde demoró en la carrera y en un rebote de cara al arco que desvió por querer ser preciso, antes de que fuera reemplazado por Maxi.
En cambio, el Tomba facturó en la primera que tuvo. Desborde de Garro sobre el sector de Valenzuela y cabezazo solitario del Morro García, con los zagueros desordenados y con Pocrnjic estaqueado debajo del arco.
Y en medio de los homenajes, con las salidas tempraneras de Scocco y Formica, otra desconcentración tras un lateral y otro gol visitante para definir el pleito. Esta vez, de Correa.
Pudo anotar Valenzuela, pero su zurdazo dio en el ángulo. Tissera le sacó un cabezazo de gol a Rivero y el propio volante falló dentro del área chica. Demasiadas ventajas para un equipo que desde hace varias semanas viene en caída libre, afectado por lo externo como pocos imaginaban.
La fiesta no fue completa. Aunque ayer no hubo lugar para los reproches. Al fin y al cabo, el pálido cierre de torneo no es culpa de los pibes, que terminaron dando la cara cuando la levantada era imposible.
No fue el mejor final. El ingreso a la Copa Libertadores quedó grande y a esta altura entrar a la Sudamericana en lugar de un premio consuelo suena a milagro.
Cuando las cosas se hacen mal, en algún momento se pagan. Con puntos perdidos, o con ídolos que se van que resulta más doloroso que perder un partido.
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