Newell’s irrita. Cansa y fastidia a sus hinchas, que en cada presentación se llevan siempre una desilusión y que ayer despidieron al equipo con insultos y silbidos. Enoja a su propio entrenador, quien en la conferencia de prensa no pudo ocultar la bronca por el empate ante Aldosivi en el Marcelo Bielsa. Si hasta los jugadores parecen resignados por este momento y dejan la sensación de estar esperando que llegue cuanto antes el final del campeonato.
A la Lepra le cuesta todo una enormidad. Y lo poco que consigue se le desvanece con total rapidez. Ayer hizo un buen primer tiempo pero no logró sostenerlo después. No fue un rendimiento superlativo ni nada que se le parezca, pero al menos intentó hacer circular la pelota, sumó a los laterales al ataque y trató de mantenerse paciente y no entrar en la ansiedad lógica por conseguir un triunfo que necesita como el aire.
Hasta los 20 minutos fueron insinuaciones; después encontró algunos espacios y generó peligro concreto. Hubo dos jugadas colectivas (todo un hallazgo en este equipo) que terminaron en el área de Aldosivi. En la primera, Matías Vega le tapó el remate a Daniel Mancini y después se la sacaron en la línea a Maxi Rodríguez. En la otra, Nehuén Paz metió un derechazo que se clavó en el ángulo para el 1-0.
Pero en el complemento le faltó decisión para liquidar el partido. Newell’s dejó que el Tiburón creciera y fuera ganando terreno y confianza. No terminó bien un par de ataques (Boyé anduvo toda la tarde a contramano), Vega le volvió a tapar un disparo a Maxi y entonces afloró el instinto de preservación. Ese que lo llevó a defender muy cerca de Luciano Pocrnjic.
En el aire flotaba el deja vú del encuentro con Atlético Rafaela. Y la sensación se volvió realidad: erraron Marcos Cáceres y Nehuén Paz, Neri Bandiera la acomodó en el área y definió junto al palo.
El golpe fue devastador para el ánimo leproso. Los cambios no dieron resultado y Newell’s se entregó por completo a una realidad que lo atormenta y no le da respiro.