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La Lepra se trajo un empate de Junín pese a un mal partido

La Lepra mostró la peor versión de este semestre y, gracias a Scocco y Pocrnjic, sacó un punto de visitante.

No pudo ser. Y es lógico. Newell’s juega mal y ganar es más una causa fortuita que una consecuencia de una idea de juego. Anoche igualó 1-1 ante Sarmiento en Junín y se quedó con las ganas de ser único líder del torneo. Esta vez no alcanzó con una genialidad de Scocco o las atajadas de Pocrnjic. Era demasiado seguir apostando a esa fórmula casi milagrosa.

Para ganar a veces hay que mostrar algo más y por ahora el Rojinegro está lejos de ser un equipo sólido que garantice resultado. Y entonces el empate no pareció tan malo. Más bien fue un alivio frente a un rival que lo superó durante casi los noventa minutos. Y eso que al Kiwi no le sobra nada.

Newell’s no luce, muestra deficiencias defensivas preocupantes, por momentos abusa del pelotazo y salvo cuando la pelota pasa por Scocco, la realidad es que juega mal. Y anoche mostró tal vez su peor versión del torneo. Apenas tuvo quince minutos iniciales con cierto protagonismo, pero cuando Santana, Busse, Di Renzo y Mercado se hicieron de la pelota, la Lepra la pasó mal. Muy mal.

Con Maxi desaparecido, un Quignón intrascendente y un Amoroso improductivo, el equipo de Osella prefirió jugar al pelotazo, pero Matos no estaba bien desde lo físico y perdió toda la noche. Entonces la pelota fue del local, que arrinconó a la Lepra contra el arco de Pocrnjic.

Para peor, el Rojinegro cometió muchas faltas cerca del área y de no ser por su arquero o la impericia de los rivales, bancar el cero era milagroso. Hubo un guiño del destino, y como pasó con Quilmes, Scocco fue otra vez el distinto. De un pelotazo intrascendente Nacho fabricó un gol. Y Newell’s, que pedía la hora, se fue al vestuario 1-0 arriba.

Pero a veces hace falta más que depender de un milagro o una jugada fortuita. Y este Newell’s todavía no engrana. Y estar un gol arriba no es garantía de nada. Tal vez lo fue con Quilmes o Tigre porque los goles llegaron en el final y el rival no tuvo tiempo para reaccionar. Pero anoche había mucho por delante y el equipo de Osella dejó en claro que está lejos de la solidez necesaria para defender una ventaja.

El empate fue por una jugada desgraciada, es cierto. El remate de Jonathan Santana era intrascendente y el desvío en Domínguez lo hizo letal. Pero la mala fortuna fue causa de meterse tan cerca de Pocrnjic. Y no siempre el arquero puede ser el salvador.

Osella tuvo poca reacción desde el banco. Tal vez ver a su equipo tan vulnerado lo llevó a meter cambios protectivos.

Isnaldo entró por el lesionado Matos y el pelotazo dejó de ser alternativa. Pero ni Isnaldo ni Amoroso pudieron hacer valer su velocidad y fueron improductivos. Y Prediger por Mateo fue un intento de tener un poco más la pelota, pero lejos del arco de Chiarini.

Recién apostó por Mauro Formica cuando quedaban 15 minutos. Imaginando tal vez que, como sucedió con Quilmes y Tigre, el tramo final del partido le podía entregar una alegría. Pero lejos estuvo de hacerlo. La Lepra siguió cerquita de Pocrnjic, defendiéndose como podía y se aferró al empate casi con desesperación. Y si bien tuvo la última en un tiro libre de Scocco que atajó Chiarini, no siempre se puede depender de un milagro.

Se le escapó la chance de quedar en la historia

Newell’s no pudo vulnerar a Sarmiento en Junín y el equipo de Osella se quedó sin la chance de igualar una racha perfecta en el inicio de un torneo que a esta altura parece ser un maleficio. Es que la última vez que un elenco leproso tuvo un inicio de torneo con tres triunfos al hilo fue hace 36 años, demasiado tiempo para conseguir algo que no parecería ser en la previa tan complicado: empezar un certamen con tres victorias.

La última vez que se logró esta marca fue en el Nacional de 1980, cuando el equipo dirigido por el uruguayo Luis Cubilla tuvo un arranque perfecto con tres triunfos consecutivos: 1-0 en el Clásico ante Central (gol de Hugo Talavera), 1-0 a Independiente (gol de Santiago Santamaría de penal) y 2-0 a Quilmes (tantos de Cucurucho Santamaría y Héctor Yazalde). Aquella vez la racha tuvo una victoria más: 2-0 a Atlético Concepción de Tucumán con goles de Víctor Ramos y Daniel Pérez, y se cortó en la quinta fecha al empatar 1-1 con Central Norte de Salta.

Y la marca tiene curiosidades que la hacen aún más increíble. Nunca en un torneo de los denominados ‘cortos’ un equipo leproso pudo sumar tres triunfos en las primeras tres jornadas. Y tampoco lo logró ninguno de los equipos campeones. Ni el dirigido por Juan Carlos Montes en 1974, ni el vistoso elenco que comandaba José Yudica en 1988, ni los campeones de Marcelo Bielsa en 1990 y 1992, tampoco el del Tolo Gallego del 2004 y, para no ser menos, no lo logró el elogiado conjunto del Tata Martino en 2013.

Ayer la chance la tuvo el elenco dirigido por Diego Osella, pero tampoco pudo. Sin importar si había hecho mérito para lograr la marca o no, el Rojinegro versión 2016 casi entra en una marca histórica. Pero el equipo mostró que todavía no tiene esa consistencia para ganar en cualquier escenario, comete errores que a veces se pagan caro y por ahora depende de algunas individualidades más que de un juego colectivo. Y así es difícil que quede en la historia.

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