“Fuimos educados por la inquisición y sus herederos. Y seguimos reproduciendo el discurso que nos enseñaron. Incluso las novelas o películas que se plantean ser más humanistas se basan en una interpretación literal de los escritos de inquisidores, que son puras fantasías sobre brujas cuyo objetivo es diabolizar a las minorías, a quienes piensan diferente y particularmente a las mujeres», dijo Pablo Agüero a la agencia de noticias Télam. El flamante director de Akelarre habla de su premiada película que se podrá ver este jueves a las 22 por Cine.ar TV, también de manera online desde ese día en Netflix y desde este viernes en Cine.ar Play, gratis por una semana.
En Akelarre, que cuenta con la actuación de Daniel Fanego, tres enviados de la Inquisición van a la caza de brujas en el País Vasco, aprovechando el momento en que los hombres de los pueblos están en alta mar. Llegados al poblado, deciden enjuiciar a seis jóvenes quienes, para intentar evitar su ejecución, buscan excitar con sus relatos a los puristas inquisidores con el objetivo de ganar tiempo hasta el regreso de los pescadores.
«Akelarre», del argentino Pablo Agüero, una de las grandes ganadoras de los Premios Goya
La película viene de ganar cinco Premios Goya el fin de semana en los rubros diseño de vestuario, maquillaje y peluquería, efectos especiales, música y dirección artística. Además, tuvo su premier mundial en el Festival de Cine de San Sebastián, centro del País Vasco, región autónoma donde fue filmada.
El rodaje, calificado por el realizador como “extremadamente complejo”, tuvo en la previa un año para la búsqueda de las seis protagonistas, con un casting que casi mil candidatas bilingües (en el film las intérpretes hablan en español y euskera) y sin experiencia actoral.
“Las seleccionadas fueron entrenadas en danza y canto durante meses. Se rodó todo el tiempo con dos cámaras, acumulando más de 100 horas de material. Ese método buscaba ante todo lograr una frescura que estuviese en las antípodas de los clichés del cine «de época»”, dijo Agüero.
El director explicó que la obra surge por un sentimiento de buscar justicia. “Me pareció vital hacer la primera película sobre la caza de brujas donde no haya brujas. Basarme en los diarios de un inquisidor real, pero no para validar los delirios paranoicos que usa para justificar la represión, sino teniendo una mirada crítica sobre lo que leo y deduciendo la realidad que su narración tendenciosa esconde”.
“La Inquisición intentó borrar todas las diferencias culturales”, aseguró el realizador sobre la decisión de que en film se hable también en euskera. Y explicó: “En las Américas y también en Europa hicieron desaparecer civilizaciones, idiomas, tradiciones; el euskera es un símbolo de resistencia. Prohibido incluso en pleno siglo XX, sobrevivió contra viento y marea por la voluntad férrea de su pueblo. Es un idioma único, que no tiene raíces en común con ninguna otra lengua conocida. Y ha sabido preservar una cantidad increíble de matices. Existen siete tipos de euskera hablados en las siete regiones del País Vasco, más un euskera unificado y toda una serie de dialectos. Encontrar una adaptación que permitiese actuar en un mismo tono y con naturalidad a seis actrices de regiones diferentes, en una película situada en el siglo XVII, pero con resonancias contemporáneas, fue un desafío lingüístico que se prolongó hasta el montaje final”.
“Educar al pueblo a través del terror era el objetivo explícito de la inquisición, así como el de otros regímenes autoritarios que reivindicaron su sucesión. Durante siglos denunciaron y arrestaron a quienes pensaban diferente, hicieron desaparecer sus cuerpos e intentaron borrar el recuerdo mismo de su existencia. De esa manera consiguieron inculcarnos un sistema de valores conservador, misógino, omnipresente, como si no existiese ninguna otra opción. Para liberarnos de ese yugo del pensamiento necesitamos comprender de dónde viene, como se construye. Por eso la necesidad de una película sobre la construcción del mito del akelarre o sabbath de las brujas. Por eso esta película nos habla de lo que somos hoy”, analizó Agüero.
El realizador puntualizó además que “los represores están fascinados por aquello que reprimen”, entonces si ese enemigo no existe, lo fabrican. “Esa fascinación es pura lívido”, apuntó. “Es algo flagrante en la relación de los torturadores con sus víctimas, en particular mujeres, tanto en la inquisición como en las dictaduras. Y sucede algo similar en nuestras relaciones cotidianas”, aseguró, al tiempo que afirmó que la película es una alegoría entre la libertad y las prohibiciones.