Roberto Iglesias, candidato a gobernador de Mendoza, llevó al extremo la crucifixión pública de Ricardo Alfonsín: primero dijo que llamaría a cortar boleta, luego pidió desdoblar la elección y al final reclamó que la Justicia le permita despegar su postulación de la del candidato presidencial de la UCR.
Iglesias percibe lo obvio y ensaya, desesperado, un atajo para sobrevivir al avance peronista que degolló en marzo a un radical clásico, alguna vez cobista, Eduardo Brizuela del Moral en Catamarca y el último domingo fulminó a Miguel Saiz en Río Negro, a pesar de la adhesión K de ese dirigente.
El mendocino comprueba, con datos, la complejidad de su horizonte: un sondeo de la consultora Aresco de Julio Aurelio anticipa que, mano a mano, Iglesias derrotaría a Francisco “Paco” Pérez, el candidato del FpV, pero como la elección es simultánea a la nacional el arrastre de Cristina lo pone al borde de la derrota.
Por eso manda a cortar, no critica ala Casa Rosadae intentó, la última semana, directamente que le permitan tener una boleta separada a la de Alfonsín. Iglesias aparece, frente a octubre, como la última bala del radicalismo luego de una secuencia dramática de derrotas, fugas y bandeos.
En cierto modo,la UCRse convirtió en un partido municipal: al margen de Corrientes, donde Ricardo Colombi retuvo el poder beneficiado por el hecho de que esa provincia, por pasadas intervenciones, tiene calendario electoral cruzado con las demás (se eligió en 2010), los últimos refugios partidos son ciudades, importantes pero ciudades.
Ramón Mestre, que ganó Córdoba capital en parte gracias a la división peronista en dos ofertas –Olga Riutort y “Pichi” Campana–; Víctor Fayad retuvo Mendoza –tuvo la picardía de anticipar la elección–, y José Corral en Santa Fe.
Hay otros pero como Gerardo Zamora en Santiago del Estero forman parte de esa entidad difusa llamada radicales K, aliados por conveniencia mutua que, a la primera de cambio, se vuelven prescindibles. Lo sabe, por ejemplo, Saiz, que tuvo que soportar que funcionarios K, entre ellos Amado Boudou y Alicia Kirchner, hicieran campaña por Carlos Soria en contra de su delfín, César Barbeito.
Pero hay un componente más en discusión: Mestre, que ha dado señales de entendimiento conla Casa Rosada, deberá convivir con un gobernador peronista, José Manuel dela Sota, lo cual puede complicarle el tránsito futuro.
Digresión: el “Gallego”, dicen que por “pedido expreso” (es un eufemismo) de su ex, Riutort, no hizo campaña en la ciudad con quien era el postulante oficial del PJ, Campana, que tenía de escolta en la fórmula a Alejandra Vigo, esposa de Juan Schiaretti.
A Fayad, que también ha tenido coqueteos con el gobierno nacional, podría tocarle convivir, como ya le ocurrió con Celso Jaque, con un gobernador peronista en caso que no le alcance el impulso local a Iglesias para recuperar parala UCRel control de la provincia de Mendoza.
En ese caso, Santa Fe provincia y Santa Fe ciudad pueden convertirse en dos islas: la gobernada por Antonio Bonfatti, por ser junto a Capital Federal dos territorios potentes donde el kirchnerismo no pudo hacer pie (la otra provincia, por ahora radical, es Corrientes pero su impacto es periférico) y la ciudad, en manos de Corral, porque más allá de una convivencia agitada con el PS podría sobrevivir sin necesidad de buscar el auxilio dela Casa Rosada.
En definitiva, incluso con las tensiones dentro del Frente Progresista, Corral puede aspirar a mantener su autonomía y su entidad partidaria, algo que, por necesidad de sobrevivir o por espadeos con su gobernador, podría complicársele a Mestre en Córdoba y, llegado el caso, a Fayad en Mendoza.
A futuro el dilema es más complejo: ¿convertir la UCR en un partido local, municipalizado, casi un vecinalismo o arriesgarse a volver a prestigiar su historia? Octubre, todo indica, será la despedida de Ricardo Alfonsín, expresión de una mala hora que parece no tener ni un segundo de calma.