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La mano visible del mercado

Liberar el acceso a la tenencia de armas, eliminar cualquier tipo de control estatal sobre la actividad económica y social, abandonar cualquier pretensión de soberanía y hasta liberalizar la compra venta de órganos humanos son algunas de las propuestas de un sector que gana adeptos

Esteban Guida

 

Fundación Pueblos del Sur (*)

 

Especial para El Ciudadano

Nuevamente, el discurso pro mercado llevado al extremo copa la escena mediática, irrigando inquietud y desconcierto a buena parte de la población. Para algunos, estos planteos resultan llamativos e ilógicos; otros los dan por ridículos. Sin embargo, detrás de los títeres están los titiriteros, que se frotan las manos a sabiendas de que las crisis, la desorganización política y el caos social son tierra fértil para proyectar sus negocios y satisfacer sus ambiciones personales.

Liberar el acceso a la tenencia de armas, eliminar cualquier tipo de control estatal sobre la actividad económica y social, abandonar cualquier pretensión de soberanía y hasta liberalizar la compra venta de órganos humanos son algunas de las propuestas de un sector que gana adeptos extendiendo sus fronteras hacia la orilla de lo extremo.

Pero estas ideas no son nuevas. Tampoco impresionan a quienes las reconocen (aunque con actores nuevos) en la historia de las ideas y los procesos políticos en la Argentina. Ya tuvimos momentos de odio a nuestra propia cultura nacional, a nuestro pueblo y a nuestra propia Bandera; ya sabemos que hubo personas que estuvieron dispuestas a estafar, enajenar y vender la Patria con tal de hacer prevalecer su interés personal y el de su familia. Personas que someten a nuestro pueblo y entregan nuestro patrimonio nacional a cambio de mantener su propio statu quo siguen controlando espacios y mantienen vigente el poder suficiente para instalar y propagar estas ideas. Por eso no debería asombrarnos el tenor de los discursos que se están escuchando.

Lo que sí genera asombro y estupor es la falta de una respuesta concreta que confronte con contundencia esas propuestas que exhiben con total crudeza y sencillez la posición de un sector que está dispuesto a llevarse puesto todo y que ya le perdió el respeto a las posibles consecuencias. Si la oscuridad avanza, es por ausencia de luz; ésta debe ser nuestra mayor preocupación…

Es cierto que el mercado asigna los recursos. Podrá existir un precio para todo lo que se intercambia en un mercado sin restricciones. No está ahí la crítica a estas ideas autodenominadas “libertarias”. El punto está en el resultado que consiguen; en la sociedad que generan; en el bienestar (o no) de las personas que participan de este mercado; en la vida de las personas; en la Nación que integran, si es que luego del menosprecio a estos valores siguen en pie los elementos básicos de una Patria y de una identidad nacional.

Quienes proponen “al mercado” como único mecanismo de asignación, en rigor de verdad apuestan a que la organización política, económica y social se produzca en base a la tenencia inicial de riqueza. Si todo resulta del intercambio libre entre las personas, sólo podrán acceder a los bienes y servicios aquellos que tienen más riqueza.

Cada uno debería preguntarse cuánto le conviene así mismo enfrentarse a un mundo donde todo se consigue con la cantidad de dinero que pretende el que posee el bien necesitado. Si aún existe en las personas, su sentido de supervivencia personal debería esclarecer con claridad la conveniencia de apoyar estas ideas.

Yendo al ejemplo del comercio de órganos: ¿quién podrá adquirir un riñón para su hijo que necesita un trasplante para seguir con vida? La respuesta es obvia: aquel que tenga dinero para comprarlo; más dinero para pagar la cirugía en un hospital privado de alta complejidad, y todavía un resto más para comprar los medicamentos vendidos por los laboratorios que, sabiendo de la necesidad que tiene esa persona por adquirirlos, los venderán a precios elevados, debido a que, en definitiva, aunque el comprador no esté de acuerdo con el precio, los comprará de todos modos si no quiere ver morir a su hijo.

Finalmente el mercado ha cumplido efectivamente su tarea asignadora: el que tiene riqueza, la incrementa. El que no la tiene, se muere. Está demostrado que este mecanismo se retroalimenta cada vez más, llevando al extremo la injusticia y la violencia en todo el mundo.

Se puede observar con claridad que las doctrinas pro mercado nunca discuten la dotación original de los recursos. De hecho, entre los supuestos teóricos de estas propuestas se reconoce la existencia de una incorrecta o injusta distribución inicial de los recursos (o sea, la presencia de “ricos” y “pobres”); pero no se preocupa por ellos, ya que se da por asumido que existirán mecanismos de reasignación suficientes para compensar a los perdedores, o sea, a los que menos tienen en el inicio.

Cuando en una comunidad, esa dotación inicial de los recursos se llevó a cabo mediante la violencia, la imposición y el abuso, el esquema en sí mismo, la estructura económica y social que lo sustenta es intrínsecamente injusta y, por lo tanto, políticamente insostenible. ¿Quién aceptará reglas de juego si sabe que no tiene chances de sobrevivir? Es allí donde la eliminación del otro (el “pobre” en el sentido material) se transforma en un requisito de sostenimiento del modelo, hecho que requiere la complicidad de sus impulsores, al punto tal de la descomposición humana y social.

Y es esta la cuestión principal que subyace en el planteo “libertario”; se queda el que tiene, se va el que no. Nada tiene de cristiano, nada tiene de social, nada tiene de patriota, nada tiene de argentino. Una propuesta exclusiva que apunta al debilitamiento de la conciencia nacional, de los grupos que han luchado históricamente por volver al esquema original de trabajo y organización social de riqueza del que fueron despojados violentamente a manos de intereses particulares y foráneos.

Este tipo de planteos implica un conjunto claro y preciso de valores subyacentes. Porque efectivamente el mercado es un mecanismo de asignación, pero tiende a la disolución social, al aniquilamiento de amplios sectores populares y al predominio absoluto de los que tienen riqueza por sobre los que no la tienen. Estas cuestiones fundamentales no aparecen nunca en la confrontación de los personajes que hablan como si pretendieran el bienestar de todos los argentinos, cuando en rigor de verdad sólo contribuyen al capricho de un minúsculo grupo de poder que históricamente ha querido una Argentina de pocos, para pocos y servil al imperio global de turno.

Los argentinos somos otra cosa, queremos otra cosa y estamos dispuestos a luchar por otra realidad. Lo hacemos sin pretender la eliminación del otro, aunque confrontando dignamente por la vida de las personas, con ideas claras y propuestas de efectiva realización.

No hay que asustarse con ideas extremas ya conocidas. Si amamos al prójimo y servimos a la Patria de verdad, la luz de nuestro sol naciente despejará las tinieblas de la oscuridad.

 

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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