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La marea crece y se acerca más a la orilla de los Le Pen

“El caso es, amigo mío, que, según se dice que se decía en el templo de Zeus en Dodona, las primeras palabras proféticas habían salido de una encina. Pues los hombres de entonces, como no eran sabios como vosotros los jóvenes, tal ingenuidad tenían que se conformaban con oír a una encina o una roca, sólo con que dijesen la verdad. Sin embargo, para ti tal vez hay diferencia según quién sea el que hable y de dónde. Pues no te fijas únicamente en si lo que dicen es así o de otra manera”.

Estas palabras, que Platón pone en boca de Sócrates para responderle al joven Fedro en el libro homónimo, encierran un dilema ancestral: ¿la verdad puede salir de la boca de cualquiera, tanto de una autoridad como de un árbol o de una piedra… o incluso de alguien indeseable?

En la Francia que tomará nueva forma en reacción al atentado del miércoles, pero también en la previa a él, parece que sí. Si cada vez más franceses parecían desde un buen tiempo atrás dispuestos a olvidar los antecedentes xenófobos del Frente Nacional, cabe suponer que esa tendencia no hará sino crecer. Si la agrupación de ultraderecha ya era favorita para ganar las elecciones departamentales de este año y se perfilaba como muy probable candidata a entrar con fuerza en un balotaje en la presidencial de 2017, la clase política tradicional deberá esmerarse mucho más que hasta ahora para revertir la tendencia.

Ocurre que Marine Le Pen, hija del fundador del partido ultraderechista –el inefable Jean-Marie, un negador del Holocausto entre otras bajezas– está teniendo éxito en presentar al FN como una derecha moderna, capaz de dejar atrás sus taras racistas. Si la crisis económica, tratada demasiado largamente con dosis inconcebibles del purgante del ajuste, ya había legitimado su nuevo discurso, el nuevo estado de cosas, en el que primarán el miedo y la islamofobia, lo hará en una medida todavía mayor.

Al proponer anteayer “un referendo sobre la pena de muerte”, y al explicar que, a despecho de las normas europeas, “personalmente pienso que esta posibilidad debe existir”, la mujer se instala hábilmente en el centro de la corriente de indignación nacional. Teatral, canceló una conferencia de prensa que tenía prevista para respetar el día de luto por las víctimas del ataque a Charlie Hebdo, pero no pudo con su genio e hizo punta en cuestionar “la ausencia de los medios de inteligencia” que podrían haber impedido el desastre.

El clima de unidad nacional en el dolor impide, por ahora, críticas feroces al gobierno socialista, que no detuvo antes a los sospechosos pese a que las fuerzas antiterroristas los tenían en su radar, pero eso no evitará que el debate estalle pronto. Y Marine habrá ganado la carrera para expresar lo que ya muchos piensan.

Pero sus aciertos políticos son previos. La política irracional de austeridad a ultranza aplicada en la crisis europea, procíclica y sólo adecuada a los intereses alemanes, tiene a Grecia en ruinas y al borde de la salida de la eurozona, y a España en condiciones de dar un batacazo electoral tan grande como el que algunos auguran en Atenas. En el caso de Francia, el que tanto la derecha moderada como los socialistas la hayan aplicado con relativa docilidad, le regaló al Frente Nacional el conveniente lugar del sentido común.

Repasemos unas pocas frases recientes de Marine Le Pen sobre la cuestión:

“El ajuste es una espiral mortal que el presidente socialista (François Hollande) se niega a abandonar. El poder adquisitivo se reducirá, el desempleo aumentará y la austeridad incrementará el déficit y la deuda”.

“No me puedo imaginar una política económica sin un control total sobre nuestro propio dinero. Recuperar la soberanía monetaria puede ser clave para Francia, España e Italia, dado que el euro ha creado una absurda división norte-sur, donde todas las políticas se toman en Bruselas”.

“¿Qué hará Alemania si Francia sale del euro? El euro dejará de existir en el mismo momento en que Francia lo deje. Y ésa es nuestra fuerza increíble. Voy a negociar todos los puntos y si el resultado no es suficiente, nos retiraremos del euro”.

“No se puede culpar a Alemania por defender sus propios intereses. No se puede culpar a la señora Angela Merkel por decir que quiere un euro fuerte. La culpa se la cargo a nuestros propios líderes, que no están defendiendo nuestros intereses. Un euro fuerte está dirigiendo nuestra economía”.

Tan lógico, tan de “sentido común” resulta el discurso de Marine, que cada vez más trabajadores y desocupados, otrora votantes comunistas y socialistas, están dejando de lado viejas desconfianzas y se abrazan con pasión una nueva causa.

El problema es que el discurso nacionalista viene mezclado con el rechazo al inmigrante, que Marine camufla para desesperación del viejo y más frontal Jean-Marie. Por esa grieta, se sabe, pueden colarse los peores sentimientos, y al FN ciertamente no le faltan los vehículos.

Marine Le Pen y los suyos dicen verdades que muchos piensan y los demás políticos omiten. Igual que las encinas y las rocas.

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