Andy Alejandro Ruiz fue condenado por el asesinato de Joana Galarza, muerta a cuchillazos la medianoche del 21 de enero de 2015. El joven de 21 años deberá afrontar una condena de 17 años de prisión por homicidio simple, según resolvió este jueves el tribunal formado por los jueces Juan Carlos Curto, Delia Paleari y María Isabel Mas Varela. Los magistrados no profundizaron en la figura de femicidio, porque la Fiscalía desistió de la calificación en los alegatos de clausura.
En el juicio se determinó que Ruiz, definido por él mismo como un «mujeriego», asesinó a puñaladas a Joana Galarza, una joven de 27 años con quien tenía una relación. El crimen ocurrió el 21 de enero de 2015 a medianoche en Cavia y Washington, cerca del puente Negro de barrio Parque Casas, un sector postergado de zona norte.
Durante los alegatos de clausura, el fiscal Miguel Moreno desistió de la calificación de femicidio, y solicitó que a Ruiz se lo condene por homicidio calificado por el vínculo. Los jueces le dieron la razón y condenaron a Ruiz por homicidio simple.
Joana estaba junto con un amigo y su hija en inmediaciones de la casa Ruiz, quien volvía a su casa en su motocicleta. Se encontró con ellos y tras una pelea le propinó varias heridas punzantes con un arma blanca a Joana. La joven fue derivada al Hospital Alberdi y luego al Heca, donde murió.
Ruiz fue detenido el 12 de agosto de 2015. Joana tenía 10 hermanos. A sus 23 años era madre de dos hijos que ahora integran la lista de más de 250 niños que perdieron a su mamá por la violencia machista, sólo en 2017, según un relevamiento de la organización civil La casa del encuentro.
El abogado defensor Rodrigo Mazzuchini logró parte de su cometido: Ruiz no fue condenado por femicidio, lo que significaría una condena perpetua, sino por homicidio simple. No obstante, adelantó que apelará la sentencia. Para Mazzuchini, Andy apuñaló a Joana en legítima defensa.
Durante el juicio oral, la defensa intentó desacreditar a la víctima: el abogado defensor la trató de “violenta” y Ruiz de “adicta”. Cuando empezó el juicio a fines de julio, el público en la sala de audiencias no podía creer que Andy Alejandro era un latin lover. Trigueño y petiso, el condenado es más bien escuálido. En cuatro minutos el homicida se describió como un mujeriego que era acosado por Joana. “Ella me atacó. Yo me defendí, porque si no era ella iba a ser yo”, le dijo a los tres jueces. Con esta estrategia su abogado pretendió librarlo de la cadena perpetua.