Por Florencia Demirdjian / Nieta de sobrevivientes del genocidio contra el pueblo armenio / Cátedra Armenia UNR
En tiempos del gobierno de los jóvenes turcos, el exterminio diezmó a la población de armenios jóvenes y adultos. Las madres murieron por los castigos, el hambre y el frio de un destierro sin fin hacia el desierto de Siria. Sus hijos fueron arrebatados de su seno y terminaron su infancia en orfelinatos o dados en propiedad a familias turcas, donde fueron obligados a perder su identidad y asumir una religión, una nacionalidad, su idioma y un estado civil que negaba u ocultaba su pasado armenio. El destino de las mujeres, niñas y jóvenes, fue la esclavitud. Ocurrió antes y durante Mustafá Kemal (padre de la República de Turquía).
Un informe elaborado por la Liga de las Naciones (organismo que sería reemplazado después de la segunda guerra mundial por la ONU) denunció: “más de 100.000 mujeres y niñas están retenidas bajo viles y aborrecibles condiciones de cautiverio en los harenes turcos. Esto significa que esas mujeres cuyos maridos fueron asesinados, fueron encerradas junto a “las esposas” de los asesinos y a las pequeñas cuyos padres armenios fueron masacrados fueron puestas a la venta para cualquiera que quiera comprarlas y sujetas a la absoluta voluntad de sus compradores. Las jovencitas fueron tatuadas en el rostro para señalarlas como fugitivas que deben ser devueltas a sus dueños en caso de fuga.
Se estiman hasta 400.000 mil jóvenes y niños armenios fueron esclavizados en harenes turcos.
Los niños asesinados representaban el futuro, los ancianos la memoria del pueblo armenio.
El genocidio contra el pueblo armenio ejecutado entre 1915-1923 por el Gobierno de los Jóvenes Turcos encabezado por Talaat Pasha Ministro del Interior Turco, Enver Ministro de Guerra y Djemal Ministro de Marina, se ha instalado en la memoria histórica no sólo por ser el primer genocidio sistemático del Siglo 20, sino por ser borrado y se ha convertido en emblemático por la impunidad, en el que las funciones del Derecho Internacional, la prevención y sanción han fracasado rotundamente. Por un lado la función preventiva del Derecho Internacional no ha logrado ninguna eficacia por cuanto a la impunidad de la que gozó la Turquía Otomana tras las masacres hamidianas de 1894-1896 hecho que sirvió para que los Jóvenes Turcos del Comité Unión y Progreso cometieran el genocidio en abril de 1915.
También en lo sancionatorio y disuasorio, puesto que la impunidad acordada a los perpetradores se convertiría en la “garantía de la impunidad” para los sucesos que acontecieron trágicamente en 1939 cuando Adolfo Hitler invade Polonia dije a los jerarcas nazis: “quién recuerda hoy a los armenios”.
La inexistencia de cualquier mecanismo reparatorio de los daños sufridos por las víctimas nos habilita a hablar del fracaso de la función reparatoria del Derecho internacional. Los crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles, tampoco los diferencia el quantun de las víctimas. El eje histórico que los une son una serie de factores que los identifican y se repiten: La discriminación étnica, religiosa, cultural, o nacional, la apropiación de los recursos económicos y naturales, la usurpación territorial, el exterminio. En su materialización se sigue el mismo lineamiento, asesinatos en masa, torturas, sometimiento a esclavitud, apropiación de menores. Existe plan maestro, en el caso armenio tuvo etapas : robo de niños, cambio forzoso de la identidad, liquidación de los intelectuales, eliminación de la población joven, cautiverio de mujeres y niños, ancianos y fueron las únicas víctimas a las que no se les permitió regresar legalmente a su país, a sus hogares ya que en sus pasaportes figuraba un sello de retorno imposible.
Negar la realidad histórica como ha sido el extermino de millones de armenios es impugnar el derecho a la propia identidad y el derecho a la propia historia.
“Un principio general del derecho internacional establece que un estado es responsable de los daños causados por sus actos ilícitos y tiene la obligación de reparar tal daño”
El derecho a la verdad en la actualidad no es, una mera elaboración jurídica abstracta, se vincula a uno de los preceptos culturales más antiguos de la humanidad, como el ancestral derecho al duelo y de enterrar a los muertos.
Hoy el derecho a la verdad es un derecho autónomo que por su entidad y naturaleza se vincula a muchos otros derechos humanos fundamentales, entre ellos el derecho a la información y a la identidad. Pero las víctimas directas no son las únicas titulares de este crimen contra la humanidad, violaciones masivas, infracciones graves de Derecho Internacional Humanitario – extiende el agravio a toda la sociedad y confiere a cada uno de sus integrantes legitimidad para invocarlo, ejercerlo y llevar a delante los reclamos. Este derecho es imprescriptible e inderogable.
Testimonio del horror
Al atardecer golpearon la puerta de la vieja casa. Mi abuelo salió al encuentro de los turcos, quienes irrumpiendo, lo sacaron a insultos y empujones a la calle, donde otros cincuenta amigos y vecinos, también armenios, habían sido arrastrados. Al rato, mi padre, entonces un adolescente, trepando al paredón exterior, relato desde allí cuando veía a su madre, mi abuela:
“Los llevan atados al medio de la calle; papá no deja de mirar hacia acá… Ahora los soldados le obligan a ir calle abajo, hacia las afueras. Papá se destaca por su altura. A cada tanto se da vuelta y me saluda agitando sus brazos en alto. Ya están lejos; no distingo el grupo…”
Es la última noticia que tengo de él. ¿Dónde lo condujeron? ¿Cómo lo mataron? ¿Dónde yacen sus cenizas, sagradas cenizas mías? Mataron a mi abuelo pero sobrevivió mi padre, y él me transmitió el mensaje de su sangre y yo a su vez a mis hijos.
Pascual Carlos Ohanian fue abogado, docente, periodista. Nació en Buenos Aires en 1932, falleció el 7 de febrero de 2018