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La mítica Jerusalén, hecha libro por un argentino

Por: Guillermo Lipis / Télam. Avraham Argov, autor santafesino, presentó su curiosa obra en imágenes con 40 textos breves.

Jerusalén se escribe con M es un libro inspirado en una ciudad “en la que se respira el  mismo aire y se pisan las mismas piedras como miles de años atrás transitaron tantos personajes míticos que hicieron que la historia de la humanidad fuera diferente”, afirma el santafesino, Avraham Argov sobre su obra.

El libro capta imágenes multiculturales de una ciudad sagrada y adorada por las tres grandes religiones de la humanidad.

Argov expone en 40 textos breves –inspirados en otras tantas fotografías expuestas en un volumen editado para Latinoamérica por Libros dela Araucaria– el multiculturalismo de Jerusalén –una ciudad que mantiene la fisonomía de una gran aldea con sus edificios, personajes y acontecimientos– desde una perspectiva plena de afectos, detalles y una cierta cuota de cálido humor.

El escritor nunca renunció a su argentinidad, tal vez por ello usó una cita de Jorge Luis Borges para destacar que “no hay en el mundo entero una ciudad que haya sido tan anhelada como Jerusalén. Sus treinta siglos podrían inspirar una suerte de epopeya mágica, cuyas casi infinitas páginas rescatarían no sólo los hechos históricos, que guardan los archivos, sino lo que sintieron y soñaron secretamente las generaciones”.

Y bajo ese mismo espíritu borgeano, el autor sale a caminar calles y callejuelas, y detecta con la cámara de Meirav Bonano y Einat Rosenfeld, y la cesión de imágenes dela Fundación Jerusalén, la inspiración provocada por el aire empírico de esta ciudad sagrada: sus atardeceres irreemplazables sobre las montañas doradas del desierto, la espiritualidad emanada de sus gentes –demoradas en el tiempo de una religiosidad divina– y un dios unificador, a pesar de los odios terrenales de los hombres.

A su manera, sencilla, este santafesino de aire campechano y cosmopolita lo explica: “Escribir sobre Jerusalén es referirse a muchos temas. Es historia, arqueología y geografía; es agua y piedra; es el Rey David, Jesús, Mahoma”.

“Es el Santo Sepulcro, el Muro de los Lamentos,la Mezquitade Omar –recita–. Es sinagogas, iglesias, mezquitas. Es sacerdotes, rabinos, imanes, pastores. Es sangre y plegaria. Es las Cruzadas y las peregrinaciones. Es murallas, legiones romanas, tumbas milenarias”.

“Es el Monte del Templo, es el Mesías. Es un cielo celeste y luminoso. Es desierto y olivos. Es reyes, profetas, santos y mártires. Es mil idiomas, religiones, culturas, colores, olores, vestimentas. Es alta tecnología, arte, conciertos y festivales. Es nostalgia por el pasado perdido. Es la oración y el llanto. Pero también es la esperanza de un mundo mejor”, concluye dejando expuesta su expresión de deseos, el fin de la obra.

El argentino fue una de las manos derechas del llamado Alcalde dela Paz, el mítico Teddy Kollek, a quien ayudó a mantener a Jerusalén como una ciudad sagrada y en paz para todos los habitantes del Medio Oriente.

Probablemente haya sido el que más cerca estuvo de sus preocupaciones porque la “ciudad de oro” lograra mantener ese espíritu de gran conglomerado místico y religioso.

“Kollek fue discípulo de David Ben Gurión, recibió regalos de Fidel Castro, y cuando un grupo de judíos ortodoxos fanáticos se instalaron provocativamente en viviendas del barrio árabe de Silwan (en Jerusalén oriental) cargó él mismo un cartel de protesta y manifestó ante ellos”, recordó el autor a Télam.

El libro apunta a fortalecer esa idea de ciudad sagrada, y desmitificarla en cuanto a la imposibilidad de conocerla en profundidad. Cada estampa, cada foto, cada línea demuestra su singularidad, pero también sus espacios accesibles al espíritu humano, más allá de religiones y las miradas sobre dios.

Pinta una ciudad luminosa, idílica, espiritual, de fe, pero al mismo tiempo muy humana y bella para encontrar la inspiración necesaria que pueda lograr esa paz tan ansiada.

“Hay un Síndrome Jerusalén –dice Argov– quienes lo padecen creen transformarse y retornar a su vida habitual sin recordar claramente lo sucedido”.

En realidad, ya no importa el idioma o la religión. Los visitantes aman a algún dios, y en sus miradas se descubre esa espiritualidad, que debe mantenerse para recuperar un tiempo perdido.

Eso trasunta Argov en sus textos e imágenes que se erigen en una apuesta concreta para que “esta auténtica Torre de Babel”, siga sosteniendo “la esperanza de un mundo mejor”, concluyó.

 

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